Hoy se
celebra sesión plenaria en el ayuntamiento realejero. Tengo constancia de que
se tratará la solicitud de elevar al Cabildo propuesta para ubicar pasos de
peatones elevados en diferentes lugares del municipio. En carreteras insulares,
claro. Lo leí hace unos días, con foto incluida (siempre van con retratista dos
o tres concejales del equipo de gobierno, quisiera imaginarme que en el mismo
coche), y el grupo municipal socialista también lo reiterará a través de una
moción.
No entro a
valorar la exposición de motivos pero me gustaría hacer hincapié en la cantidad
de euros gastados en unos elegantes semáforos para facilitar un negocio privado
en La Montañeta. Empresa
a la que con anterioridad se le había hecho ex profeso una vía alternativa. Eso
sí, como contrapartida los promotores se ganaron el cielo. Lo que sumando ambas
actuaciones, puede que hubiese partida presupuestaria suficiente para lo que
ahora se demanda y algo más. Y si alguien los ha visto (los semáforos)
funcionando (no me refiero solamente a la luz ámbar) con fundamento, que haga
el favor de hacérmelo saber. Ya pudieron poner los bombillos, más que sea estilo flash, en la variante
de Toscal-Longuera. ¿Ustedes se han percatado de cómo está la rotonda de su
‘desembocadura’ en la antigua autovía o TF-820 y hoy C-320?
Lo que ocurre
con todo este tinglado es que ni siquiera los partidos que se autodenominan de izquierdas
tienen las ideas claras. Y como defienden la enseñanza pública de boquita
pa´fuera (luego mandan a sus hijos a la privada), deben estarse callados o no
elevar demasiado la voz en este descarado favoritismo hacia el colegio de las
monjas no sea que se les vire la tortilla. Y ahora, para disimular, y pensando
en los viejitos que cruzamos las calles con el peligro de que nos atropellen y
deban pagarnos como nuevos, qué ilusión, rogamos encarecidamente al
ayuntamiento insular que nos tenga presente en sus oraciones. Imagínense
ustedes si no existiesen tantos concejales liberados pateando el pueblo para
detectar anomalías, desperfectos y desconchados. Con lo fácil que es
solucionarlo con una asamblea vecinal por barrios para que sean ellos los que
nos indiquen las obras que deberían acometerse. Sin pasarse, que para
florituras no hay dinero.
Para
florituras, y va la segunda, la habida el pasado fin de semana en La Matanza. Leí este titular:
“Cerca de 10.000 personas y 1400 cabezas de ganado participaron el domingo en la Octava Ganadera”. Y para
ilustrar la información, entre otras, la instantánea que acompaña este
comentario. Uno se queda patidifuso ante estas dos preciosas yuntas y no sabe
con cuál de ellas quedarse. Si con el tándem vacuno o con el político
victoriero-sauzalero. Como ya expuse en FB, Paulino vino algo más tarde para el
ordeño. Consumado especialista, según hemos podido captar en momentos
precedentes y en diversos foros.
El afán de
protagonismo les hace caer en los más espantosos ridículos. ¿Qué habrá pensado
el ganado (de cuatro patas) al ver a los dos pasmarotes bípedos allí posando?
Luego hablamos de vacas locas. Y de ediles cuerdos. Y a todas estas, ¿dónde se
habría metido Ignacio?
Como a la
cita acudió el presidente de la asociación de ganaderos de la isla, Pedro
Molina, habrá tomado debida nota para concluir de una vez el censo de animales
que comenzó a elaborar hace una década. Entiendo que los de dos patas estén
presentando más dificultades de las inicialmente previstas, pero es menester
finiquitarlo. De lo contrario, las confusiones que la visualización de la foto
nos causan no podrán ser nunca disipadas. Y podría, y esto sí que es peligroso,
tergiversarse la explicación de la presencia del lechón al lado del santo
homenajeado (San Antonio Abad).
Como también
leí que se trata de “un acontecimiento que nos permite contemplar ritos
singulares, algunos de los cuales toman carta de identidad bajo la ofrenda”, lo
mismo la pose de los alcaldes con sus otros congéneres (volver a mirar la foto
con detenimiento) es el inicio de otra ceremonia (preelectoral).
Y concluyo
con unas reflexiones en voz alta. Ayer por la mañana bajé a La Longuera. La cartilla de La Caixa se había llenado de
asientos (negativos) y me exigía el pertinente cambio. Me encontré con otro
viejo militante socialista. Y tuvimos palique hasta las tantas. Llegamos a
idéntica conclusión: esto ya no es lo que era. No, ahora son diferentes. Y
mucho más acomodaticios. Ya no se lucha por la transformación social. Las
implicaciones vienen determinadas por las posibles repercusiones económicas. Es
impensable la lucha por el nada a cambio. Las postulaciones se realizan en
función de los beneficios. La inmediatez requiere respuestas a lo de qué hay de
lo mío. Las concomitancias adquieren tintes alarmantes. En el fondo, todos
venden lo mismo. Nos consolamos, no obstante, porque hay otros ciegos (los que
creyeron a pie juntillas en las promesas populares, también en el pueblo) que
comienzan a lavarse las legañas. No era oro todo lo que relucía. Y los rostros
angelicales se han ido endureciendo. Y los accesos a grifos de aguas
cristalinas se han poblado de malezas. En fin, que aquel dulce y encantador
cargo público, por mor del otro superior que lo ata y condiciona, se ha vuelto
mucho más inaccesible. Incluso para los suyos, para sus incondicionales. Qué
bueno es tener amigos en todo el amplio espectro.
¿Para cuándo
las placas de la Urbanización Los
Príncipes? Hasta mañana.
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