Así se quedó
Paulino Rivero cuando tuvo conocimiento de que Marruecos podría haber dado con
una bolsa de petróleo a no demasiados metros de profundidad en la parte del
Océano Atlántico que según los tratados internacionales le corresponde. Y como
pensó el señor presidente que lo mismo se trataba de una lata de cinco litros
abandonada vete tú a saber por quién, no solo se limitó a pensar que tal hecho
se la trae al pairo sino que lo declaró lo más alto que pudo para que se
enterara el resto del territorio patrio.
Desde pequeño
he escuchado aquel dicho de “hombre chiquito, hombre currito” y que no me gusta
utilizar demasiado para que no se me enfade el gran compañero y amigo Ángel,
que viene a ser la excepción que confirma la regla. Pero el de El Sauzal es demasiado.
Y testarudo como una mula. Si fuera capaz de recular un fisco apenas y se
sumergiera en cualquier hemeroteca para leer al menos los titulares que han
jalonado estos años en que ha ostentado la máxima autoridad en el archipiélago.
Y nos mostramos ampliamente generosos cuando le concedemos el beneficio de
olvidar las largas estancias anteriores en otras instituciones desde que en el
lejano 1979 se subió a sillas de mayor porte que aquella maltrecha de la
escuela en la que apenas tuvo tiempo de depositar sus ilustrísimas posaderas. Y
además tenía el inconveniente de que los pies sí le llegaban al suelo.
Lo que pueda
descubrirse en Marruecos, Mauritania o México le es completamente indiferente.
El ecologista de nuevo cuño se muestra, por ahora y hasta mayo de 2015,
impertérrito. Después de haber contribuido durante décadas a los mayores
desaguisados urbanísticos, toca ser abanderado en la defensa del medio
ambiente, del que nos resta. Y si un posible escape del posible crudo que
pudiera encontrarse en las mal denominadas aguas canarias (por lo de la
pregunta tramposa que se viene esgrimiendo en cierta propaganda televisiva) nos
afectaría de tal manera que no escaparía ni la más occidental de nuestras islas
(allí donde veranea el que nos llamó gilipollas y que anteayer se molestó
cuando Carlos Espino se lo recordó en La ventana de Canarias), ¿qué diferencia
habría si el derrame se produce en la vecina plataforma del país alauí?
Entiendo que bien poca. Y me remonto a los hilillos que no implicaban peligro alguno
para el que hoy preside el gobierno nacional.
Si ustedes se
fijan bien en las poses del Pollito de El Sauzal (insisto, su ahora amigo Juan
Manuel que se retracte), no solo lanza dardos dialécticos sino que los adereza
con posturas y tics que intentan demostrar valías inexistentes o carencias disimuladas.
Lo manifiesta, o al menos lo pretende, incluso cuando da los besos
protocolarios. Estira el cogote y se pone farruquito. Como cualquier quíquere
que se precie y que aspira a ser el jefe del gallinero. Y como suele llevar a
su lado al retratista oficial –para que después la tele de Willy nos deleite en
dieciocho informativos seguidos– a uno le basta con observar, dar muestras de incredulidad,
cabrearse y, al menos en mi caso, desahogarse escribiendo estas boberías.
Y en todo
ello estábamos cuando aparece en escena, entrando por la derecha, otro
personaje de cuento: la señora delegada del Gobierno, la comisaria soriana en
las islas afortunadas, la posible candidata popular en las elecciones del
próximo año, según algunos tertulianos comprados –o vendidos, que tanto monta–
y a los que doy tanta credibilidad como a los puestos de trabajo prometidos por
el protagonista de este post. Vino a decir
que no hay que tener prisa, sino que debemos hacer nuestros sondeos con
garantías. Y uno se imagina a esas máquinas pinchando la roca lentamente, como
pidiéndole permiso, con unas barrenas tan suaves que diríanse de algodón. Y con
las tiritas preparadas por si suelta, como producto del pinchazo, algún coágulo
o esputo inadecuados.
Váyanse a
freír chuchangas y no nos tomen más el pelo. Ya está bien, mediocres. Que no se
merecen el sueldazo que se han estipulado y nos ruborizan cada vez que abren la
boca. Ineptos elevados a la enésima. Logaritmos neperianos disfrazados de naturales.
Y parece no haber visos de solución ante panorama tan desalentador. Los
perpetuados siguen vendiendo más de lo mismo. Los aspirantes rizan el rizo
justificándose antes de llegar. He leído una carta al respecto que me causó tal
perplejidad que me di dos cachetones para sacudir la neurona. Se me antojó
estar ante un ladrón que convoca una rueda de prensa para poner en conocimiento
de la policía que quizás vaya a cometer un robo. Este mundo está necesitado, y
mucho, de algo tan común como el sentido (común). Y de algo tan elemental, y
lógico, como la lógica más elemental.
Hasta mañana.
Con una advertencia: si descubro petróleo en la tierra de la maceta en la que
pienso sembrar una papayera, lo mismo hago un trato con Soria o Rivero. Ya se
verá.
Una apostilla,
pues cuando ya cerraba esta entrada llega a mis oídos la penúltima del
dicharachero mayor: "Los canarios somos los que tenemos que decidir qué
hacemos con el petróleo". Chacho, ¿no crees que ya chochea? ¿Queremos o no
el dichoso petróleo? ¿Hay elecciones en el horizonte cercano? Te apuesto los
cincuenta céntimos de rigor que a partir de ya dejará esta cuestión al margen
para dedicarse a la congelada, paralizada o suspendida Ley del Turismo. Porque
en el fondo todo se reduce al pulso –o desafío, utilizando un término de la
lucha canaria– de dos pescadores natos. Faena que hacen a la perfección en ríos
revueltos.
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