miércoles, 12 de marzo de 2014

Indiferente

Así se quedó Paulino Rivero cuando tuvo conocimiento de que Marruecos podría haber dado con una bolsa de petróleo a no demasiados metros de profundidad en la parte del Océano Atlántico que según los tratados internacionales le corresponde. Y como pensó el señor presidente que lo mismo se trataba de una lata de cinco litros abandonada vete tú a saber por quién, no solo se limitó a pensar que tal hecho se la trae al pairo sino que lo declaró lo más alto que pudo para que se enterara el resto del territorio patrio.
Desde pequeño he escuchado aquel dicho de “hombre chiquito, hombre currito” y que no me gusta utilizar demasiado para que no se me enfade el gran compañero y amigo Ángel, que viene a ser la excepción que confirma la regla. Pero el de El Sauzal es demasiado. Y testarudo como una mula. Si fuera capaz de recular un fisco apenas y se sumergiera en cualquier hemeroteca para leer al menos los titulares que han jalonado estos años en que ha ostentado la máxima autoridad en el archipiélago. Y nos mostramos ampliamente generosos cuando le concedemos el beneficio de olvidar las largas estancias anteriores en otras instituciones desde que en el lejano 1979 se subió a sillas de mayor porte que aquella maltrecha de la escuela en la que apenas tuvo tiempo de depositar sus ilustrísimas posaderas. Y además tenía el inconveniente de que los pies sí le llegaban al suelo.
Lo que pueda descubrirse en Marruecos, Mauritania o México le es completamente indiferente. El ecologista de nuevo cuño se muestra, por ahora y hasta mayo de 2015, impertérrito. Después de haber contribuido durante décadas a los mayores desaguisados urbanísticos, toca ser abanderado en la defensa del medio ambiente, del que nos resta. Y si un posible escape del posible crudo que pudiera encontrarse en las mal denominadas aguas canarias (por lo de la pregunta tramposa que se viene esgrimiendo en cierta propaganda televisiva) nos afectaría de tal manera que no escaparía ni la más occidental de nuestras islas (allí donde veranea el que nos llamó gilipollas y que anteayer se molestó cuando Carlos Espino se lo recordó en La ventana de Canarias), ¿qué diferencia habría si el derrame se produce en la vecina plataforma del país alauí? Entiendo que bien poca. Y me remonto a los hilillos que no implicaban peligro alguno para el que hoy preside el gobierno nacional.
Si ustedes se fijan bien en las poses del Pollito de El Sauzal (insisto, su ahora amigo Juan Manuel que se retracte), no solo lanza dardos dialécticos sino que los adereza con posturas y tics que intentan demostrar valías inexistentes o carencias disimuladas. Lo manifiesta, o al menos lo pretende, incluso cuando da los besos protocolarios. Estira el cogote y se pone farruquito. Como cualquier quíquere que se precie y que aspira a ser el jefe del gallinero. Y como suele llevar a su lado al retratista oficial –para que después la tele de Willy nos deleite en dieciocho informativos seguidos– a uno le basta con observar, dar muestras de incredulidad, cabrearse y, al menos en mi caso, desahogarse escribiendo estas boberías.
Y en todo ello estábamos cuando aparece en escena, entrando por la derecha, otro personaje de cuento: la señora delegada del Gobierno, la comisaria soriana en las islas afortunadas, la posible candidata popular en las elecciones del próximo año, según algunos tertulianos comprados –o vendidos, que tanto monta– y a los que doy tanta credibilidad como a los puestos de trabajo prometidos por el protagonista de este post. Vino a decir  que no hay que tener prisa, sino que debemos hacer nuestros sondeos con garantías. Y uno se imagina a esas máquinas pinchando la roca lentamente, como pidiéndole permiso, con unas barrenas tan suaves que diríanse de algodón. Y con las tiritas preparadas por si suelta, como producto del pinchazo, algún coágulo o esputo inadecuados.
Váyanse a freír chuchangas y no nos tomen más el pelo. Ya está bien, mediocres. Que no se merecen el sueldazo que se han estipulado y nos ruborizan cada vez que abren la boca. Ineptos elevados a la enésima. Logaritmos neperianos disfrazados de naturales. Y parece no haber visos de solución ante panorama tan desalentador. Los perpetuados siguen vendiendo más de lo mismo. Los aspirantes rizan el rizo justificándose antes de llegar. He leído una carta al respecto que me causó tal perplejidad que me di dos cachetones para sacudir la neurona. Se me antojó estar ante un ladrón que convoca una rueda de prensa para poner en conocimiento de la policía que quizás vaya a cometer un robo. Este mundo está necesitado, y mucho, de algo tan común como el sentido (común). Y de algo tan elemental, y lógico, como la lógica más elemental.
Hasta mañana. Con una advertencia: si descubro petróleo en la tierra de la maceta en la que pienso sembrar una papayera, lo mismo hago un trato con Soria o Rivero. Ya se verá.
Una apostilla, pues cuando ya cerraba esta entrada llega a mis oídos la penúltima del dicharachero mayor: "Los canarios somos los que tenemos que decidir qué hacemos con el petróleo". Chacho, ¿no crees que ya chochea? ¿Queremos o no el dichoso petróleo? ¿Hay elecciones en el horizonte cercano? Te apuesto los cincuenta céntimos de rigor que a partir de ya dejará esta cuestión al margen para dedicarse a la congelada, paralizada o suspendida Ley del Turismo. Porque en el fondo todo se reduce al pulso –o desafío, utilizando un término de la lucha canaria– de dos pescadores natos. Faena que hacen a la perfección en ríos revueltos.

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