Hay días en
que los renglones salen derechos, se signan siguiendo los cánones previstos.
Pero en otros, y hoy me vale de ejemplo, ni el titular. Ahí estuve dale que te
pego para intentar desarrollar los varios temas que me rondaban por la
sustancia gris.
Tras las
andanzas futbolísticas de ayer, y después de leer muchísimos comentarios
relacionados con los partidos de la Champions
League (creo que se escribe así y vete a saber tú cómo
demonios se pronuncia), a puntito estuve de arrancarme con la desidia del Messi
(unos sostienen que jugó peor que Cristiano en el banquillo), el crucifijo del
Cholo o los espasmos del Tata. Pero lo pensé mejor. De verdad, que uno cavila y
especula antes de ejercitar los dedos índices de cada mano. ¿Qué pasa? El que
sabe, sabe, y el que no pa´maestro de escuela. Al final, tras varias idas y
venidas, no me alejé demasiado.
Sabido es que
conocemos por baboso al individuo adulador, pelotillero, servil, lamedor, que
merodea en cualquier colectivo a la caza y captura de prebendas, canonjías o
lisonjas. Aunque él manifieste desinterés. Ni que fuera bobo. Oye, puse en FB
que un segundo después de estirar la pata pasabas a engrosar el capítulo de los
famosos o, en su defecto, el de las buenas personas y hace un rato leí que, y
lo añado, que te salen defensores a ultranza. Cuán ciertas todas ellas.
Muere un
señor excéntrico, caprichoso, acaparador y le llueven las alabanzas. Incluso
alguno para curarse en salud ante sus allegados y por si el futuro se mostrara
algo turbio. Baboso. Bien le gusta un Mercedes.
En un tris
estuve de encabezar el presente con un sugerente sexo sin acrobacias. Porque a
dos meses de dar comienzo a otro mundial de fútbol, otros babosos ya dejan
huella. Cuando pronto se apagarán los ecos de un Barça horroroso e infame (y un
Madrid peor), Brasil asoma en el horizonte próximo. El país de la samba y el
espectáculo, pero también de la miseria y el abandono, se apresta para echar la
casa por la ventana. Unas semanas en las que los que pasan hambre se hartarán
de driblar con la canarinha. Y la honra, el crédito y la estimación harán
posible que se apaguen los cosquilleos en el estómago. Que se volverá
agradecido, baboso.
Y a dos
meses, insisto, nos devanamos los sesos para que los distinguidos (Neymar,
flamante soltero, y el resto de compañeros) disfruten de toda clase de
comodidades en el lugar de concentración (Granja Comary), tras la reforma
integral de apenas unos ocho millones de euros, y que dispondrá de habitaciones
individuales para que las canillas de oro puedan citarse con sus respectivas en
la más estricta intimidad. Sin cabriolas ni piruetas, no vaya a ser que se
desgasten. Compostura (que no con posturas) y sin consumición exagerada de
calorías.
Lo malo de
contar las verdades y escribir lo que piensas es que te granjeas unas amistades
de tal porte y señorío que lo mismo te mueres y constituyes la excepción. Algo
que realmente me importa bien poco porque tengo la impresión de que no me voy a
enterar. Pero no soporto tanto halago y mayor hipocresía. Tengo ganas de que cada
cual sea valorado por sus méritos y no por el soporte de cualquier índole que
pueda llevar adherido. Me rebelo contra el acomodo y el acatamiento sin más.
Detesto a los que aplauden con las orejas a quienes, aupados en el machito,
deciden por los demás. Aborrezco la falta de criterio de los que admiran a
ídolos de barro y adalides de la fotogenia. Ardo en deseos de mezclar unos
pizcos de utopía con unas toneladas de ilusión.
Y todo lo
hasta aquí manifestado adolece (tener o padecer algún defecto) sobremanera en
la política y en el periodismo. Que son, para qué negarlo, dos de mis pasiones.
La primera, para comentar. La segunda, para comentar asimismo.
Llega el fin
de semana. Y la próxima, de recogimiento en el Sur. El que pueda, más lejos.
Los babosos, marcando huella, como siempre. Me imagino que el presidente
autonómico irá saludar a Cameron. Déjalo.
Sean felices.
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