Claro que no.
Faltaría más. También se acometen acciones desde los organismos públicos que
merecen el aplauso ciudadano. Puede, incluso, que tales actuaciones no hayan
sido incluidas por los equipos gobernantes en sus programas electorales.
Elaborados, como bien es sabido, para no ser cumplidos. Y en el supuesto de que
la proximidad de una campaña electoral exija un esfuerzo al respecto (estoy
pensando en la cacareada bajada de impuestos, que ha hecho posible unas
dieciocho comparecencias en los medios), se introducen las trabas en la letra
menuda (parte del contrato que no leemos jamás). Con lo que nos quedamos con
los titulares de rigor y nos hallaremos, como bien argumenta Salvador García en
uno de sus artículos, tan desinformados como siempre.
He tenido la
oportunidad de pasar unas estancias –cortas, para mi desgracia– en varios
establecimientos hoteleros del Paseo de Las Canteras. Y como siempre he
sostenido que Las Palmas le da varias vueltas a la otra capital de la
nacionalidad atlántica ultraperiférica, que mira al mar en lugar de darle la
espalda, me he percatado de que las operaciones de limpieza de la mejor playa
urbana de muchos contornos constituye una operación digna de elogio. Y una
prueba de lo que afirmo la encontramos en cómo amaneció ayer mismo. Porque el
24 de junio, Día de San Juan, la playa presentaba un aspecto inmejorable. Como
si nada hubiese ocurrido la noche anterior hasta bien entrada la madrugada. Y
es que habiéndose dado cita bastantes decenas de miles de personas, desde La Puntilla hasta La Cícer (si no hasta el mismo
Auditorio), para celebrar la noche mágica de los conjuros, con todas las
actividades que conlleva el evento, el dispositivo de acicalamiento volvió a
funcionar como un reloj. Y con las primeras luces del alba, los enemigos del
colesterol y de las panzas prominentes ya se daban sus garbeos por la arena.
Que conste que no va mi felicitación porque el actual alcalde se llame Juan José. Pues en los tiempos de
Jerónimo ocurría tres cuartos de lo mismo.
Que
dispongamos para esta temporada veraniega la nada despreciable cantidad de 48
banderas azules demuestra que mucho se hace con fundamento. Bien está que
cuidemos con esmero nuestras costas para que la principal fuente de ingresos de
esta Comunidad siga siendo el sostén de nuestra economía. Y en momentos de
incertidumbre por los vaivenes políticos, que implican diferentes visiones y
enfoques, es conveniente no desviar la atención ni enfrascarnos en batallitas
inútiles. Pienso que en mi pueblo podría estudiarse ampliar el abanico actual.
Porque lo mismo el entorno de Los Roques dispone de muchas papeletas para
entrar en un futuro sorteo.
De excelente
podría calificarse la iniciativa del ayuntamiento realejero por la que señaliza
las entradas de sus activos núcleos de población. Lo que me ha dado pie en
anteriores ocasiones para demandar mejoras en el nomenclátor de algunos viarios
en determinadas urbanizaciones. Pero hoy quiero volver con otra petición. Que
al tratarse de un ruego (reiterado, eso sí) de un particular, quizás pueda ser
atendido sin el ‘inconveniente’ de que haya partido la idea de un grupo de la
oposición y tener que darle cancha política. Y ya ustedes me entienden. No,
estúdienla y de ser una realidad algún día no voy a exigir derechos de autor.
No se preocupen.
Cuando visito
Gran Canaria, debo reconocer que estoy enamorado de sus bien cuidadas rotondas.
Y felicito a los escultores de aquella provincia porque deben tener trabajo. ¿Y
por qué no en alguna de las que tenemos en la zona de El Castillo? No, no me
vengan con la excusa de las competencias porque hablando se entiende la gente.
Y si Manuel Domínguez es capaz de ir a territorios ajenos, aunque al alcalde
vecino no le guste, también podría, siempre que sus otras ocupaciones se lo
permitan (y si no tiene tiempo, que Adolfo la haga suya) estudiar esta
posibilidad. Como me gustan las fuentes (soy consciente de que su mantenimiento
no debe ser moco de pavo, y así está la que yo mento ‘de Ambrosio’ en San
Jerónimo), ya me parece estar viendo una elegante con un cartel primoroso que
nos señale: “Bienvenido a la
Villa de Viera”. Con una escultura alusiva al ilustrado. Que
día y noche cante las excelencias de la patria chica de quien es nuestra figura
más representativa. Y luego, como hay superávit (de ello se presume),
adquiriremos el inmueble que lo vio nacer para hacerle sana competencia
museística a la ciudad en la que se encuentran sus restos.
¡Ah!, un
ruego: cuando vayan a hablar con Alonso (o Paulino), háganlo todos juntos y no
estén con esos tristes espectáculos de querer cada partido apuntarse el tanto
en un ejercicio de ridiculez elevado a la enésima. Que insultan con esas
fotografías (inmediatamente colgadas en las redes sociales con comentarios que
rayan el esperpento) la inteligencia de todos los realejeros. No será
necesario, me imagino, concretar a qué me estoy refiriendo. Porque de serlo, la
enfermedad sería gravísima, de muy difícil solución.
No hay de
qué. Hoy estaba positivo. No me deben nada, pero si les sobra un puesto de
asesor soy capaz de olvidarme de la AEIOU. Hasta mañana.
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