Ya poco se
profundiza. Prima la ligereza, cuando no la vacuidad. Algo, o mucho, falla
cuando un político (cargo público) cuelga en su muro de Facebook (todavía no sé
escribir face) una fotografía alusiva
a lo mucho que hace (con el pertinente texto aclaratorio), incluso en sus horas
libres (chacho, que no tienen), etiqueta a todos los retratados (y amigos de
sus amigos), y obtiene como resultado unos pares de “Me gusta” y dos
comentarios: uno laudatorio y el otro ya te lo puedes imaginar.
Sin embargo,
el mismo protagonista nos sorprende con cualquier eco de sociedad (bodas,
embarazos, nacimientos, bautizos, comuniones, enfermedades y/o defunciones) y
la avalancha de apariciones con frases del bien quedar da para rellenar cuatro
o cinco de aquellos libros de rotación que eran la reliquia de los maestros de
antes. Lo que me lleva a pensar que mucho podría ahorrarse con los adelantos
tecnológicos. Pero eso significaría reiterar que sobran concejales, consejeros,
directores, cargos de confianza…
El Gobierno
reclama a la UE
una comisaría de peso para Arias Cañete. Eso leí. Y no creo que fuese necesario
llegar a semejante detalle. Un cargo liviano para tan egregio personaje no le
pegaría ni con poxipol. Tú me das tanto y yo te doy cuanto. No me gustan las
componendas europeas. Y también De Guindos debe saber mucho del particular.
Seguro que te
has percatado de que en los videoclips musicales, las cantantes promocionan sus
discos a base de quitarse ropa. Cuanto más ligeritas aparecen (lo contrario que
Cañete), más saben cantar, más dicen sus letras. Uno, al final, no sabe bien si
nos intentan vender un CD o un sujetador (en el caso hipotético de llevarlo). Le
tocó el turno ahora a Jennifer López (JLo, para los amigos), quien, ni corta ni
perezosa, ha venido a reivindicar su trasero. A lo peor es que emiten su voz
por el conducto que se encuentra en una octava más baja.
Xabi Alonso
se querella contra El Mundo porque este medio publicó que su ida a Alemania
estaba ligada a una infidelidad conyugal. Ha exigido una inmediata
rectificación, aparte de la presentación de la oportuna querella. Es el
periodismo que se estila. Y el periodista, o supuesto, se presta al juego pues
juega con un público tanto o más chanchullero. ¿El culpable? Con total
seguridad: la escuela, el maestro…
No estoy de
acuerdo en que exista publicidad en medios de comunicación públicos. Si un
ayuntamiento quiere tener una emisora de radio, que repercuta sus gastos en los
bolsillos de sus ciudadanos. Pero la emisión de anuncios de las empresas (a
veces, ni del pueblo en cuestión) es una competencia desleal con aquellas de
carácter privado que deben ganarse el sustento con las cuñas de marras. Además,
es de mal gusto, cuando no una desfachatez, el que pueda haber determinada
complicidad de casas comerciales con los políticos de turno. Bastante
fastidiada se halla la información (tal y como se recoge en el artículo 20 de la Constitución), como
para continuar en esta escalada de parcialidad que raya el escándalo.
Sería (muy)
interesante que hubiese elecciones cada seis meses. Si te fijas en las
declaraciones de cualquier alcalde, los ayuntamientos ya están saneados y llegó
la hora de bajar e incluso eliminar impuestos. Resulta que ahora todos
‘podemos’. Y qué me dices del inusitado movimiento de obras (priman los empichados).
En este Realejo lo que queda pendiente es que cierto empresario pague una deuda
de no te menees. Pero mientras los demás apoquinemos religiosamente nuestros
recibos…
Wladimiro
Rodríguez Brito publica ahora sus artículos en Diario de Avisos. En el de este
pasado domingo se le coló la palabra ‘bollero’ (persona que hace o vende
bollos). O el corrector ortográfico le jugó una mala pasada (este artilugio
informático no es capaz de discriminar) o al redactor encargado de la página en
el periódico se le fue el baifo. Porque todo el mundo sabe que la especialidad
del profesor, y expolítico, es la agricultura y ganadería. Y no la repostería.
Aunque haya habido mucho pasteleo en épocas no tan lejanas. Y como disertaba de
romerías y cuidado de animales, a buen seguro que se refería a ‘boyero’
(persona que guarda bueyes o los conduce).
También el
domingo hubo carrera de Fórmula I. Y no mentaré al piloto asturiano porque
cuando quiere cambiar el coche por una bicicleta, ya te puedes imaginar cómo le
va al otrora campeón. A un comentarista, un tal Lobato, se le está cayendo el
pelo en proporción directa al número de veces que se le sale un tornillo.
Durante las pruebas de clasificación se inventó un coche “inconducible”. Al
tiempo, como vio en pista el Mercedes de Rosberg, que unos minutos antes tenía
el motor en el suelo, aseveró que con toda probabilidad ya lo tenía todo
montado. No, le faltaba la caja de cambios, lancha rápida. E iba con pedales. Y
cuando la predicción meteorológica indicaba un 0% de probabilidad de lluvias,
él remató que seguramente no iba a llover como en el anterior premio. No, desde
luego que no, de tonto no tiene un cabello.
No sabía con
qué ilustrar este comentario tan dispar, tan diverso. Me debatí en la duda
apenas medio segundo y antes de poner una de Wladimiro, opté por esta otra de
Jennifer Lyn López Rodríguez. Lo mismo gané varios enteros en la elección.
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