jueves, 20 de noviembre de 2014

Donde dije...

En relación con el artículo publicado el pasado lunes, debo manifestar que tengo mis serias dudas sobre la legalidad de la grabación de las conversaciones telefónicas por la que el juez Pamparacuatro imputa hasta cuatro posibles delitos a Fernando Clavijo, alcalde lagunero y candidato de CC a la presidencia del Gobierno de Canarias. Porque el tótum revolútum al que hemos tenido acceso, da la impresión de que se pincha un teléfono a ver si salta la liebre. Y tengo entendido, eso dicen los juristas, que asuntos tan delicados no funcionan de tal guisa. Mas doctores tiene la iglesia. Aunque lo escribo ante la avalancha de sumarios tumbados por alegrías procesales.
Pero no van hoy por ahí los tiros. Digo yo que si “Adán y Eva” triunfa en la Cuatro con más de dos millones de espectadores por episodio –lo que arrastra aún un posado de frente (mujeres) u otro de espalda (hombres), normalmente, bien ligeritos ambos de molestos ropajes– podríamos desnudar a nuestro políticos y así, en pelota picada, quizás descubriríamos sus interioridades y seríamos capaces de intuir por dónde pueden atacarnos. En impuestos, por ejemplo.
Viene lo anterior a colación de cómo se va desnudando el discurso teórico de los salvadores de la patria. De igual manera que IU se puso muy nerviosa ante la irrupción de los supuestos desencantados –todavía no lo tengo muy claro– parece que los nuevos andares de Pedro Sánchez están desmontando ciertas torres. Cuando se pretende ser cambio, o recambio, no basta con manifestar aquello que a la gente gusta oír. Porque la segunda parte del dicho al hecho, aparte del buen trecho, puede provocar mayores desilusiones aún.
En la azotea de mi casa permanece sujeta la parabólica que me colocaron cuando me di de alta en Canal+. Al darme de baja –han pasado unos años– la empresa, tras la devolución del decodificador, quedó en venir a retirarla. Ahí se vislumbra, aguantando temporales. Los vecinos creerán que sigo siendo un potentado, al decir del ínclito Monago, al observar tales ostentaciones.
Con los advenedizos viene a ocurrir tres cuartos de lo mismo. Máxime si se cuenta con cierta predisposición para la palabrería fácil. El tiempo, no obstante, va colocando cada cosa en su lugar. Tras la entrada en el redil de los partidos al uso (aclamaciones incluidas) y adoptado idéntico organigrama, contemplamos que la dirección no solo va de intelectual, sino que proliferan las denominadas ciencias políticas. Por lo que, y dejen pasar un fisco apenas, vanas esperanzas restan a ese conjunto iluso que si cree que con asomarse a las redes sociales va a ver resueltas sus preocupaciones, que pierda la esperanza, si no la fe y la caridad. Bastantes sesgos no me están oliendo muy bien.
Los medios de comunicación privados atacan la libertad de expresión. Sí, así mismito. Parece que pasado el periodo del encumbramiento (en los susodichos), ahora toca la defensa de la nacionalización. Incluso de la lengua. Chiquito panorama se nos avecina. Porque hasta la transición se halla en entredicho. Ese periodo de la historia que, con todos los defectos que quieran achacársele, ha hecho posible que este humilde servidor de ustedes pueda estar escribiendo estos renglones. O que otros proclamen que tendremos sueldo y casa asegurados aunque no demos un palo al agua. ¿Dónde hay que apuntarse?
Cuán fácil es decir. Lo malo es que la marcha atrás ha comenzado a funcionar cuando ni siquiera se ha pasado a la fase del hacer. Se derrumban, esa impresión da, los mitos. Se esfuman los cantos de sirena. Y en un ejercicio de “congruencia” (la que dicen practicar en grado superlativo), admiten a tanto escindido (basta con echar una visual a círculos y resto de figuras geométricas) que dudo muy mucho de la limpieza, transparencia, brillantez, fregados y lavados. El cúmulo de despropósitos va a ser de tal calibre que las chispas producirán incendios mucho más graves que los que han afectado a nuestro pino canario.
Y una última guinda. La culpa de los desmentidos y retrocesos es de los periodistas. Sobre todo de aquellos que no tienen papas en la boca y preguntan lo que hay que preguntar. E insisten cuando el entrevistado se va por las ramas con respuestas de etiqueta. Qué complicado es dar grano. Y ya que estoy en ello, sigan sembrando vientos. Lo mismo cuando este post haya visto la luz (si no se fue antes, como en Tigaiga), las tempestades habrán hecho acto de presencia. Algunos se desnudan solos.
Hasta mañana.

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