Las carreras
preelectorales proliferan como las sansilvestres.
Debe haber alguno de los que solo saben hacer política, los profesionales, que
sin haber acudido a las urnas ya están pensando en las siguientes. Los
candidatos para 2015 están de un frenético perdido. Lanzando propuestas a
diestro y siniestro (porque todos buscan el centro) con una energía tal que si
luego fueran capaces de poner en práctica al menos el 10% de las mismas, otro
gallo nos cantaría.
Si en vez de
dedicarme toda la vida a ser maestro de escuela (y a mucha honra), hubiese
dirigido mis pasos (al menos los de la última etapa docente) hacia cualquier
facultad de Ciencias de la
Información (jolines, por qué no presumir también ‘más que
sea’ una miaja), a buen seguro que me habría dedicado a dirigir tesis
doctorales que abarcaran cualquier faceta relacionada con la política, con los
cargos públicos, con la peculiar manera de gestionar los recursos de la lata
del gofio, con las promesas electorales y su grado de cumplimiento, con el
nivel de hipocresía de los que dicen representarnos y… Párate, que vas lanzado
y la frenada puede ser de órdago.
Ya volvemos a
escuchar que es menester adelgazar la administración. Asunto recurrente de cada
convocatoria y que ha conducido en unas décadas apenas de democracia hacia un
monstruo tan gordo y horroroso, que nos van a faltar puertas en los edificios
que albergan ayuntamientos, cabildos, consejerías, parlamentos y resto (casi
hasta el infinito) de dependencias y chiringuitos varios.
El último en
lanzar tal descubrimiento ha sido Fernando Clavijo, que ni siquiera tiene
seguro el que vaya a poder continuar. Cuando es consciente de que en su
consistorio, y merced al pacto con los socialistas, han tenido que ‘enchufar’
hasta los dirigentes vecinales. Y nos viene con la buena nueva: “Hay que
adelgazar la administración”. ¿A qué jugamos, alcalde y candidato a aspirante
(o aspirante a candidato)?
Se ha
profesionalizado tanto el ejercicio político que ya no solo nos encontramos con
administraciones en las que hay más cargos que funcionarios, sino que los
elegidos, y recua de acólitos, se agarran más que el poxipol. Podría comenzar
por San Juan de la Rambla,
modelo de la desvergüenza y el despropósito, y acabar, por ejemplo, en mi
pueblo.
Aquí, en Los
Realejos, al paso que vamos, y mientras Domínguez siga al pie de la letra las
instrucciones que Soria le remite desde su paraíso madrileño, acabaremos por
privatizar hasta el aire que respiramos, porque con el sol ya están en ello. El
penúltimo episodio ha sido el del alumbrado público. El concejal delegado de lo
que yo denomino las cosas de la calle, está de un feliz elevado a la enésima.
Acabará como otro bien conocido (mejor, dos) cuya única misión aparente es
desgastar las losetas de las aceras de la Avenida de Canarias con el móvil bien pegado a la
oreja. Resumo, para mejor entendernos: Con escasas competencias, y las pocas
que le restan pueden ser asumidas por la gerencia de las empresas públicas,
sigue con un sueldo de los estipulados para dedicación exclusiva. O de otros
tantos, cuya finalidad es sacarse la foto y venderla en las redes sociales y
medios de comunicación, digitales o no. Van a repavimentar una calle en Palo
Blanco, y ahí se van Manolo y Adolfo, más el de la cámara, a inmortalizarse
porque mayo se acerca peligrosamente. Y hay que promocionar al segundo porque
con el primero haremos la pantomima del doblete.
Por activa y
por pasiva los grupos de la oposición en el ayuntamiento de Los Realejos han
propuesto que se haga efectiva una reducción, que supondría un importante
ahorro en miles de euros, tan necesitados para otros menesteres. Porque no solo
de piche vive el ciudadano. Ni caso. La callada por respuesta. Y en nuestro
alcalde concurre el agravante de estar dedicando casi todo su tiempo a sus
labores orgánicas en el partido, pero seguimos siendo los realejeros los que
abonamos su espléndida asignación. Y cada vez que se lo espeto a través del
único medio que tengo a mi alcance (este blog), me califica de demagogo.
Y como años
tengo, y algo de experiencia también, me hallo en condiciones de demostrarle a
quien sea que bastarían, aparte del alcalde, tres concejales al frente de sendas
grandes áreas para gestionar la labor municipal. La limpia que podría hacerse
en el capítulo de puestos de libre designación, ni te cuento. Y devolver al
funcionario el prestigio que tanto órgano paralelo se ha ido cargando con el
paso del tiempo.
Claro que se
puede, y se debe, adelgazar la administración. Pero no lo podrán llevar a cabo
lo que están en el machito desde ha la tira. Y el cuerpo se les ha acostumbrado
a la dolce vita. De todo el espectro,
no se vaya a creer. Cuánto espero, y deseo, que los aspirantes no contaminados
sean capaces de ofertas valientes. Y que sean capaces de demostrar que saben
caminar sin la ayuda de tantos estacones. O si no, que se presenten los
asesores a las elecciones, ya que tanto saben.
La foto es
del antiguo ayuntamiento. Me pregunto cómo demonios sobrevivimos. Indaga, mera
curiosidad, de qué época son los centros docentes actuales y de cómo y cuándo
se compraron los solares para su posterior construcción. Sí, contemplamos
fachadas y exteriores y olvidamos cimientos. Nunca con tan poco se hizo tanto.
Y nunca con tanto se ha gestionado fatal. Cuando prima el primero yo y después
se verá, las metas y objetivos tienden a alejarse.
Señor
Clavijo, coincido con usted en que hay que adelgazar, y perdón que me repita.
Pero usted (y otros tantos) es completamente incompetente. Cundo no mentiroso,
porque tiempo ha tenido. Y se merece, como conté el pasado viernes con Antonio
Castro, presidir una reunión de discapacitados. Para lo que sí han sabido
acreditarse con buena nota.
Hasta mañana.
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