Se han
celebrado elecciones sindicales en el sector educativo. El índice de
participación apenas alcanzó el 37% de los docentes. Síntoma inequívoco de cómo
está el ánimo en la sociedad española. De los resultados han tenido ustedes
debida información en los medios de comunicación. A uno le corresponde opinar.
Y manifiesto que chunga se halla la situación. Lo malo es que adoptando esta
actitud de pasotismo, no me queda muy claro si los elegidos tomarán conciencia de
la elevada abstención para arreglar los desaguisados habidos. Porque el
sindicalismo de llevar una nota informativa al tablón de anuncios de los
centros, escaso interés despierta en el colectivo. Máxime cuando los avances
tecnológicos e informáticos te mantienen al día a tiempo real. Triste panorama.
Y si esta es la tónica dominante para los procesos que se avecinan, cuán largo
me lo fiáis. Entiendo que el profesorado, cansado de tanta huelga improductiva,
haya estimado que los sindicatos juegan un papel tan secundario en esta
película, que no merece la pena sentirse representado por quien nada
representa. La decadencia notoria de los que mucho reivindicaron años ha, las
luchas intestinas de los otros, y la imagen acomodaticia de líderes venidos a
menos, han desencadenado un descontento demasiado generalizado. Llevan las
organizaciones sindicales idéntico camino al deterioro mostrado por los
partidos políticos. Y de aquellos lodos…
Los recientes
tristes sucesos acaecidos en las márgenes del Manzanares madrileño, en los que
unos energúmenos bautizados como ultras se dieron tortas hasta en la tarjeta de
identidad, han desatado una serie de reacciones para intentar poner freno al
desbarajuste. Se habla de sanciones ejemplares para los clubes que consientan
estos pasatiempos. O miren para otro lado. O se hagan la vista gorda. Y, aunque
tarde, bien está, qué quieres que te diga. Como siempre, o casi, son los
políticos los que se apuntan el tanto (ya que de fútbol se trata) del progreso
y de poner las cosas en su sitio. A destiempo, pero más vale tarde que nunca.
Lo malo es que esos mismos que deben velar por el interés de la generalidad, no
muestran similar diligencia a la hora de exigir que los equipos salden las
ingentes deudas contraídas con Hacienda. Sí, ese ente abstracto al que se le
pone la etiqueta de que somos todos. Porque si tú lees la cantidad de millones
que podrían entrar en la caja de los repartos si tales sociedades deportivas se
pusieran al día en sus obligaciones fiscales, lo mismo no tuviera lugar el
debate de qué hacer para solventar las colas en la autopista del Norte. Y más
rabia sientes cuando compruebas que esos insolventes no se recatan a la hora de
realizar fichajes o asignar sueldos de magnate que causan sonrojo y escándalo.
Que constituyen, en suma, una burla mayor que la montaña de euros no
ingresados. Será para que los Florentinos, y compañía, mantengan la liquidez de
sus negocios y empresas. Equivócate tú en la declaración de la renta. O no
pagues la luz.

Por supuesto,
viva el vino.
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