Este pasado
domingo me fui hasta La Perdoma. Si
te digo la verdad, hacía algún tiempo que no me acercaba al núcleo villero de
los buenos vinos. Según los entendidos, que uno se echa un vaso de cuando en
vez y punto y aparte. Me habían invitado a otra Convivencia de la Agrupación Folclórica
de Higa. Según los cálculos, deben ir unas treinta y cuatro. Porque este
próximo 14 de febrero, ahí a la vuelta de la esquina, el grupo cumple sus
primeros 35 años. Y al decir del alcalde, también presente en la comida, es ya
el cuarto colectivo más antiguo de La
Villa.
No, a la misa
previa no acudí. Saben que mi religión no me permite demasiados excesos
litúrgicos y uno prefiere curarse en salud. Aunque haya hecho sus pinitos en
confeccionar letras para las que se conocen como ‘canarias’. Y más de una copla
se escucha aún en algunas fiestas y celebraciones populares. Así que acudí
directamente a El Balcón de Higa, pues habían decidido saltarse por una vez la
norma de hacerlo en su local de La Marzagana.
Menos tuvieron que fregar al final, seguro.
Allí pasamos
unas cuantas horas en grata compañía. Amén de componentes y familiares y en los
que uno puede comprobar (en carne propia, que se dice) que donde hubo siempre
queda, saludamos a Juan Pedro (Estudios de Grabación Acentejo), Manolo Pérez
Rodríguez (hombre polifacético, amante y profundo conocedor del mundo del
folclore y, desde siempre, excelente amigo de Higa), Isaac Valencia (lo
conocemos, ¿no?), Francisco Linares y Eduardo Rodríguez en representación de la
corporación orotavense…
El dilema
vendrá cuando alguien no mentado me eche los trastos a la cabeza por la
omisión. Pero vaya en mi descargo que saludé a todo el que pude. Y el que se
escondió, no importa, que se vea reflejado en cualquier frase del presente post
y zanjado el particular.
Benito, el
presidente, y uno de los pocos fundadores que siguen al pie del cañón, se
empeñó en retratarse con los cuatro galardonados con la Cachimba de Plata allí
presentes. Amén de las palabras de rigor (más cortas en esta ocasión porque a
Isaac no le tocó), los buenos deseos y el ánimo por seguir adelante, con la
cantera de la Escuela
asegurada, fueron nota dominante en esta jornada. Que bautizaron como
Convivencia en aquellos primeros años de la década de los ochenta, muestra
inequívoca de unos nuevos modos en los que los movimientos asociativos hacían
acto de presencia en todos los sectores (y que en este Pago el salesiano don
Víctor promocionó como nadie).
Hablamos
largo y tendido hasta las tantas. Bueno, ya la noche era compañera de viaje
cuando en el exterior dábamos los últimos paliques. Y comentamos, no podía ser
de otra manera, acerca de los altibajos que los grupos folclóricos, unos de los
tantos perjudicados por la crisis, padecen. Y de lo tremendamente difícil que es
permanecer en un mundo de complicaciones. Porque ya no es que las comisiones de
fiestas hayan dado las espalda, sino que cuando acuden a reclamar una actuación
poco menos que pretenden que la gratuidad sea norma de obligado cumplimiento. Y
los organismos públicos, que deberían mostrarse como los auténticos valedores
de los quehaceres culturales, también han usado las tijeras amparados en la
canción maldita de los recortes. Que constituyen la excusa perfecta y el escudo
salvador de las avalanchas críticas, mientras que el capítulo presupuestario
que engloba sueldos de políticos liberados y cargos de libre designación no ha
sufrido (bajo ninguna formación) la más mínima poda, y que podría significar
(en todos los ayuntamientos, cabildos y demás) un buen motivo para predicar con
el ejemplo. Debe ser que ya uno se quedó anticuado en el modo de hacer
política. O en cómo uno entiende que se deberían gestionar los recursos
públicos estableciendo una línea de prioridades.
Como sigue
siendo la utopía leitmotiv de mi existencia (a los que osamos plasmar por
escrito nuestro pareceres, nos tildan de demagogos cuando cuestionamos ciertos
procederes), el deseo de que Higa cumpla muchos más ‘febreros’, enamorados (día
14) de lo que hacen y dando a conocer el trabajo silencioso, fruto de muchas
horas en la soledad del antiguo secadero, allá por donde vayan. Bien saben que
pueden contar con mi humilde aportación, aunque el regreso se antoje
complicado. Otras circunstancias vitales me tienen entretenido. Y el aparato
–pobrecito– lleva tantos años abandonado y sin una mano que le acaricie sus
cuerdas… Quita, quita, que lloramos.
Felicidades a
la Asociación Cultural
A. F. de Higa por esa labor sostenida durante tres décadas y media. Inmensa
suerte en ese futuro y ojalá, superada esta fase de receso económico, puedan
venir mejores tiempos de bonanza y tranquilidad. Y que yo pueda ser testigo
para poder compartir ratos como el vivido este 7 de diciembre próximo pasado.
Ánimo y adelante.
Nota: Pongan
2015 en la foto que ilustra este comentario y los mejores parabienes para todos
ustedes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario