Suelo ver el
programa. Me coincide con el tiempo de la lectura diaria (nocturna). Tele en la
habitación (pecado mortal: cómo me gusta) y tumbado en la cama. He sido testigo
del paso de muchos directores por el mismo. El actual, Sergio Martín, me parece
buen periodista. Y reconozco que se le fue la olla cuando entrevistó a Pablo
Iglesias. Pero de ahí a condenarlo a quemarse vivo en la pira sagrada, va un
abismo tan grande como el de solicitar idéntica sanción para todo aquel que en
el ejercicio de su labor profesional (incluyan los políticos) haya errado
siquiera una vez.
Creo que los
tertulianos que asisten cada día para comentar las noticias de la jornada están
lo suficientemente capacitados como para ejercer un trabajo digno. Y no voy a
establecer comparaciones porque no ha lugar. No solo las opiniones son libres
en los manuales universitarios. Que ya somos mayorcitos. Y cada cual se inclina
hacia el costado que le parezca conveniente. Pues lo mismo debería poner en
solfa mucho comentario surgido en las redes sociales (bastantes de parte
interesada y bastante sesgada) acerca del desliz etarra. Pero somos de un
dado a poner el grito en los cielos en
defensa de los sagrados conceptos de neutralidad, imparcialidad, objetividad y
etc., etc., cuando a la par permitimos burradas de igual o mayor sustancia en
otras facetas sin que alcemos la voz. No, pon los ejemplos tú, que eres mucho
más listo que yo. Y mejor periodista, faltaría más. Sigo en el proceso de
aprendizaje y de ahí, a estas alturas, no voy a promocionar.
De lo que me
alegro es que ya los perros coman carne de perro. Por algo se empieza. Pero
desde la óptica de la envidia más rastrera y por seguir la línea de por el
interés te quiero, Andrés, pues, sencillamente, no. Cuando uno se halla en edad
de haber contemplado demasiados rifirrafes, bien está que las nuevas hornadas
pongan el listón bien alto en algo que vengo demandando desde que comencé en
esta aventura de los artículos de opinión: la ejemplaridad. Pero ello no me ha
cegado para ser capaz de entender que si critico algún comportamiento anómalo,
el día que me pesquen cometiendo similar tropiezo me van a crucificar.
La televisión
pública tendría que ser modelo de comunicación, espejo informativo. No lo es,
desgraciadamente. Está demasiado sujeta a los dictados de los gobiernos de
turno. Aunque tenues barnices quieran disimularlo. Pero cuando cada noche
realizo el ejercicio que te vengo comentando, soy consciente de las debilidades
de cada tertuliano, cuando no de las del conductor del mismo. Y podríamos
incluso, si vamos algo más allá y profundizamos en el meollo, buscarle las
cosquillas a la selección que realiza Pepe Hervás en las cabeceras de los
periódicos que a la hora del cierre del programa ya enviaron a la rotativas los
ejemplares que veremos en los quioscos el día siguiente.
El periodismo
se halla en un periodo de dependencia brutal. Los condicionantes que atenazan a
los profesionales a la hora de enfrentarse a una cámara, un micro o ponerse
delante del teclado a redactar el folio diario, son de tal calibre que escapar
de ellos no es que te suponga un esfuerzo añadido; no, es que te vas a la calle
más rápido que queriendo. Ni los digitales escapan de esta vorágine. Así que no
me vengan con lecciones de puritanismo barato que a este jubilado ya se le cayó el pelo. Y
llámame como prefieras, pero de tonto seguro que no.
Cada
entrevista, cada declaración de los que aspiran a gobernar bajo el lema de
cambiar esta sociedad corrupta y cargada de mangantes, va a ser examinada con
lupa, se les va a realizar todos los análisis posibles. Porque el producto que
se vende es altamente peligroso e inflamable. Podemos, sin dobles, estar
hastiados de comportamientos inadecuados, pero muy atentos a que nos sigan
vendiendo la moto, a que falsos profetas nos embauquen en aventuras de difícil
retorno.
Te juro y
prometo que de otros programas, de otras cadenas, de otros contenidos más o
menos volubles no me hallo en condiciones de escribir una línea. Admiro a los
que están enganchados en otras dinámicas. Sí, pueden que valgan de
entretenimiento. Pero de los informativos, en general, me declaro adicto
compulsivo. Y desde las excelencias autonómicas hasta simultanear (es mi
peculiar manera de hacer encuestas) varias emisoras, pesco de aquí y de allá.
Amén de las dos horas mañaneras de raciones de prensa. Hasta soy capaz, osado
de mí, de echar visuales a medios más cercanos (menos uno: prescripción
facultativa), donde compruebo que hay colegas. Eso, hay colegas, y ya está.
Con un
compañero hablé al día siguiente de la entrevista de marras. Y testigo es de la
opinión que le transmití acerca de la metedura de pata. Pero si la vara de
medir fuera esa. ¿estaría nuestro presidente Rajoy ejerciendo función alguna?
Es que no valdría ni para registrador de la propiedad.
Qué facilidad
para reconocer que todos nos equivocamos, aunque sea como salvapantallas, por
si acaso. Pero cuánto sectarismo se destila en los comentarios. Me causan
terror los de aquellos que van a salvarnos. Y de esos, la inmensa mayoría de
los que he podido leer. Que no, no defiendo a nadie. No estoy necesitado.
Insisto, repasa la lista de presentadores (directores) que ha tenido el
programa. Como voy a seguir viéndolo, puede que me convenga conocer a otro. Que
pongan a mi prima y lo mismo me cuelgan por tráfico de influencias. Cuánta
ilusión.
Hasta mañana.
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