Estaba en La Hucha (hoy me apetece hacer
publicidad). Establecimiento situado en el Polígono de La Gañanía y al que casi no
llego. Tuve que seguir para La Cruz Santa,
bajar hacia La Zamora
y subir desde la TF-333
(creo que esa es su denominación cabildera). Me fijaré bien cuando camine por
allí. Son, fueron, los inconvenientes de los piches preelectorales. Que
surgieron como contrapartida a lo escrito, y no realizado. Pero es que Zapatero
(o quizás Oswaldo) lo dejó todo tan mal…
Y me trincó
un viejo amigo de los que sabe que me dedico a escribir (vamos, un asiduo del
blog) y que se niega a probar los avances tecnológicos, verbigracia, las redes
sociales. Venía encendido, por no escribir cabreado. Me espetó que no entendía
cómo el equipo de gobierno (popular) de nuestro ayuntamiento, y sobre todo sus
cuatro concejalas, podían permitir la burla, el escarnio, la mofa y la afrenta
(hay muchos más sinónimos) que había escuchado. Y me retrató la situación con
todo lujo de detalles.
Nos fuimos a
echar un cortado para que el hombre se tranquilizara. Le expliqué que profundas
convicciones me hicieron relegar, años atrás, determinados aspectos al lugar
más profundo del baúl de los trastos viejos. También por salud, por qué
negarlo. Y que los políticos, por temores más que fundados, hacen caso omiso a
comportamientos que rayan la indecencia. Convencidos de que mientras existan
payasos y cuatro parientas sin nada que hacer, salvo agarrar el teléfono a las
primeras de cambio para sumarse a la fiesta, al carajo (y perdón por la
espontaneidad) las perras que se detraen de nuestros impuestos para menesteres
de tal porte y calibre.
¿Pero algo
habrá que hacer? Permanecer de brazos cruzados ante tanta ignominia va en
contra de cualquier principio de participación ciudadana. La que los propios
gobernantes reclaman cada vez que nos sermonean. Cierto, le repliqué, mas no
hay mal que cien años dure. Con tal de que la mitad de los que dicen no haber
votado al PP en las pasadas elecciones, dejen de ser mentirosos, arreglado el
asunto. Porque estoy convencido de que quienes los sustituyan no podrán seguir
soslayando una realidad que se ha desbordado, pues es tal el mimetismo que…
Hombre, qué
es de tu vida, cómo te va. La interrupción se debió a la entrada de un
exalumno. Tras el abrazo de rigor, la invitación a sumarse a la amena charla.
No, yo también me tuve que echar a un lado, no quieren a nadie que intuyan
puedan hacerles sombra. Ya me extrañaba a mí que guardaras prudente silencio.
Me dedico a comparar el antes de acceder, de tomar asiento en los agradables
sillones del edificio de la
Avenida de Canarias, con la insultante campaña de marketing
actual. Parece que pretenden paliar los gravísimos incumplimientos del programa
electoral con presencias en los medios. Y como estos les doran la píldora. Los
jóvenes nos fuimos; solo se agarran al puesto los acomodados. La teta a la que
tú aludes con cierta frecuencia y no menos sorna.
Cuánto me
alegro, pensaba mientras ellos se consolaban con recíprocos lamentos, de que
vayan despertando de los sueños, que hayan quedado al margen las películas
bonachonas de Disney, que renieguen incluso de poses forzadas, cantos de sirena
y palabras huecas. Ojalá la educación crítica que recibieron les valga para la
discriminación (distinción, aclaro por si acaso) de la abundante paja del
escaso grano.
¡Ah!, sí, por
supuesto, claro que estoy de acuerdo con esos planteamientos que ustedes bien
dibujan. Pero yo no puedo, ni quiero, seguir siendo portavoz de nadie. Porque
la comodidad y falta de compromiso nos convierte en seres amorfos, sin
criterio. Y hay que crear foros de debate, de discusión, de intercambios de
pareceres. La riqueza de los pueblos radica en las diferencias, no estriba
jamás en las semejanzas. Que ya tenemos suficientes corderos y ovejas. Es menester
reivindicarse…
Y nos fuimos.
Mientras, quedeme cabizbajo. ¿Será posible que Noelia, Sandra, Blancanieves e
Isa no levanten la voz ante espectáculos de tal calibre? ¿Para qué, entonces,
las cruzadas en pos de la igualdad, la no violencia, los derechos (y los
izquierdos) y no sé cuántas cosas más? ¿O es, acaso, que su misión es siempre
la de complementar, la de ser floreros o comparsas de los dictados del jefe?
Porque no sentirse vejadas, insultadas, dianas de dardos envenenados lanzados
desde lenguas viperinas, no es de recibo (expresión al uso de los dirigentes de
turno). Y hacerse la vista gorda ante lo que el compañero me trasladó, y que a
buen seguro tuvieron la oportuna referencia (de no ser así, el esperpento sería
de órdago), ya rayaría el colmo del dislate más tremebundo. Echaría por tierra
múltiples iniciativas surgidas desde la convicción de mujeres comprometidas. Y
cuántos esquemas se romperían.
Solo me
falta, para cerrar el círculo, que, como medida de refuerzo, anunciaran que la
próxima campaña llevara por título “Todo sobre las compresas”. Y a buen
entendedor…
¿Que escribo
enrevesado? Sí, y me encanta. ¿Conceptismo o culteranismo? Una mezcolanza.
¿Irónico? Magnífico recurso literario. ¿Realista? Mejor, práctico.
Hasta dentro
de un ratito.
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