jueves, 15 de enero de 2015

Plan de choque

De entrada (como el referéndum de la OTAN en los tiempos de Felipe González), no me convence la denominación. Porque da la impresión de tratarse de unos remiendos. Y Puerto de la Cruz demanda un tratamiento más intensivo. Basta con darse una vuelta y contemplar los notables deterioros existentes. O sumar los descensos poblacionales en los municipios de sus alrededores. Siendo este último aspecto el verdadero termómetro de cómo languidece la otrora joya de la corona.
Muchos años (décadas, sin duda) llevamos con la canción de los lamentos. A quienes se les presupone la capacidad de gestionar, se entretienen con echarse los trastos a la cabeza. Cabildo y ayuntamiento, responsables del “plan de choque”, siguen sin hallar el botón de arranque. Me recuerda aquellos tiempos de los inicios democráticos cuando la burocracia era tal que para mover una piedra en cualquier camino había que rellenar una tonelada de papeles. Y ahora que los organismos públicos presumen de haber disminuido hasta la mínima expresión el trámite de los expedientes, la ciudad sigue sumida en el ostracismo.
Los políticos parecen más preocupados en solventar sus problemas de partido antes que dedicarse a echar a caminar una máquina que lleva demasiado tiempo parada. Para que no les pase lo que a la moto de la policía, vivo ejemplo de una marcha a la deriva. Lo mismo los embarcamos en una lancha y no alcanzan la bocana del muelle. Y cuando no, para distraerse, recurren a los estribillos consabidos: y tú más, las deudas contraídas, el despilfarro de las arcas o, simplemente, yo soy más guapo que tú.
Me pregunto si las visitas de Carlos Alonso han servido para algo. Del proyecto de acondicionamiento del litoral (Parque Marítimo) se habla un mes y se silencia durante semestres. Las mociones de censura, puestas de moda por Marcos Brito (q.e.p.d.), y los sucesivos pactos de gobierno solo han venido a poner de manifiesto que gobernar (gestionar adecuadamente los dineros) no consiste en llenar el edificio de El Penitente de cargos públicos (y sus pertinentes etiquetas o adhesivos). Porque si el éxito de un mandato se traduce en haber disminuido la supuesta deuda, mientras las infraestructuras urbanas se caen a pedazos, prefiero pagar préstamos si las condiciones de habitabilidad son reconocidas y puestas en valor por propios y extraños.
Coalición Canaria, sumergida en la cicatrización de las heridas internas, no es capaz de capitanear la nave porque para ello es menester estabilidad emocional. Y ya se encarga Román, y su campaña intensiva de puertas abiertas, de que así no sea para beneficio de sus huestes. Y es que todos quieren salvar el desaguisado, pero primero toca lo nuestro, el reparto.
El Partido Popular mira más hacia los altos (Los Realejos) que a la marea. Hay que redistribuir el personal. Y Manolo tiene las llaves de la moto. Como el alisio no está aportando aires frescos sino que la calima es cada vez más espesa, los móviles echan chispas en forma de ondas electromagnéticas. Los dobletes (tripletes si les añadimos los orgánicos) proliferarán. Se trata de ganar adeptos que aporten votos para los entes supramunicipales. Luego, cuando depositemos traseros en poltronas más mullidas, ya se verá.
Así pasan cuatro, ocho, doce años. Las intrigas palaciegas pueden más, mucho más que las demandas ciudadanas. Ya habrá tiempo de acallar voces críticas con los piches preelectorales. Alcanzamos tal grado de paroxismo que Clavijo, imputado hasta la médula, aupándose al caballo ganador que esta ley electoral infame le brinda, se permite el lujo de plantear un nuevo pacto (con el PP) porque los socialistas pueden readmitir a los expulsados consejeros palmeros. Es el colmo y el cinismo que se mezclan en el almirez (por lo del mojo de aquella isla) de doña Guadalupe. Con la que firmaremos un convenio para el enlace marítimo de este Norte con aquel Este.
Aurelio Abreu encabezará la lista de PSC al Cabildo tinerfeño. Manuel Domínguez (ya mi pueblo se le quedó pequeño y quiere ampliar su campo de besuqueos) hará lo propio en el PP. Carlos Alonso (CC) guarda vínculos familiares con estos contornos. Por consiguiente (ya que nombré a Felipe antes), no se preocupen. Con esta tropa de “norteños”, Puerto de la Cruz sufrirá en este próximo mandato una transformación de tal calibre que no lo va a conocer ni la mismísima madre. Serán tantos los planes de choque que se acometerán en los ocho kilómetros cuadrados… Me lo estoy imaginando:
Bajo por El Burgado. Las cuatro ventanillas del coche abiertas de par en par. Desde Los Lavaderos ascienden las brisas puras que el océano emana cuando las olas salpican en los bajos del Maritim. Los amplios jardines de la depuradora se confunden con los del Loro Parque. Es de noche, pero no lo aparenta por el apoteósico alumbrado de la vía de circunvalación. Llueve con cierta intensidad. El charco casi alcanza el terrero de luchas. Las intermitencias cerúleas de las unidades policiales autonómicas (qué bonito, blanco, azul y amarillo se confunden con el brillo…).
Lo dicho, en 2019 Puerto de la Cruz estará flamante. Habrá valido la pena el martirio de tanto choque. Y el Valle, en general, adquirirá el peso específico que le corresponde en el contexto insular. Desde ya propongo que se estudie en profundidad la propuesta de un único municipio: Valle de Taoro. Ya hay dos votos incondicionales, el de Evaristo y el mío.
Me voy a dar una vuelta. Como el enlace de Pepillo y Juanillo a Facebook (sigo sin saber escribir face) y Twitter me está causando grandes problemas mañaneros, tendré que romper mi promesa y volver a dejar programadas estas entradas por la noche. A ver.
Hasta mañana.

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