Cierren todo.
Pongan la tranca (los modernos ya no se acordarán) en puertas y ventanas. Echen
fechillos y ni se asomen a través de los postigos. Dejen al perro libre de
ataduras para que ladre a su antojo. Y si menester fuere que pegue alguna que
otra chascada. Un gravísimo problema tenemos en ciernes. Se precisa adoptar
cuantas medidas de protección se hallen a nuestro alcance. No descarten
–podrían ser necesarios– cursos intensivos de defensa personal y ataques
controlados.
No se trata
de una ciclogénesis explosiva. Tampoco de una erupción volcánica. Ni siquiera
del ya clásico temblor que se origina en la falla del puente marítimo Santa
Cruz-Agaete.
Te pongo en
antecedentes:
La pasada
semana se produjo un encontronazo entre el actual presidente del gobierno
canario (arráyate un millo y guárdame un cachorro) y el aspirante de su misma
formación (que sean dos millos). En el vórtice de la tormenta: las políticas
sociales. La consejera del ramo, roja de ira, se apretó las clavijas y explotó
como el chorro de vapor de agua del Islote de Hilario. Rayos y centellas,
díjose. No supo (creo que tampoco quiso) disimular. Sus tablas distan mucho de
las de su jefe. Pues este había respondido al desaire (¿o desagravio?) con lo
que pretendió ser carga de ironía, pero se quedó en simple amago socarrón.
Hasta el Soria, que como siempre pasaba por allí, metió, a la chita callando,
unas puntas de pimienta quemona (esa misma).
El uno otea
el horizonte desde su atalaya romera. El otro explora, mochila en bandolera,
tantea y escarba. En esto llega el del puchero de La Florida y echa otra pizca
de sal. Como si el gofio ya no tuviera bastante…
Tal era el
estado de cosas (que es tópico periodístico) cuando a un amigo (si hubiese
escrito enchufado tampoco habría una debacle) de ese portento que preside o dirige
un ente audiovisual (y que para desgracia seguirá haciendo de las suyas por la
inutilidad política del arco parlamentario; que no, Román, tú eres el único que
se salva) se le ocurre entrevistar, versión humanística, a quien desde 1979
transita por diferentes aulas. Con una salvedad: en ninguna de ellas había
chiquillos molestos, chillones, impertinentes. ¿O sí?
Don Paulino
Rivero Baute (El Sauzal, 11 de febrero de 1952), 36 años de servicios políticos
(12 trienios, 9 cuatrienios, 6 sexenios), maestro de Sociales (aprovecha Ángel
para que lo recicles, que ya lo hizo Antonio cuando ambos dos eran muy
jóvenes), experto en viajes en helicóptero, romero por antonomasia, medio
maratoniano, que reconoce carencias idiomáticas (como cualquier otro político
que se precie), no descarta volver a las clases. No a reciclarse (sería lo más
normal), sino a impartirlas.
Como todavía
no he hallado a uno que aplauda tal decisión, ruego (mejor, conmino) a madres,
padres, ampas, claustros y demás elementos del conjunto denominado comunidad
educativa: No lo permitan, monten barricadas, pongan un fielato a la altura de
Guamasa, enséñenlo a jugar al Candy Crush… Alerta toda la población sauzalera
(dice tener ahí la plaza en propiedad): Protejan a sus hijos en edad escolar.
Se lo traslada alguien que también retornó. Pero fueron solo dos cursos y
medio. Esto es, esto es, esto es… un infanticidio.
Los docentes,
salvo las excepciones de los poco desgastados, no ven la hora de cumplir
sesenta para, si cumplen los requisitos exigidos, dejar su plaza a otro más
joven. Para que se vaya meneando esa cola interminable. Para que el acceso a un
puesto de trabajo se produzca, con suerte, antes de cumplir los cuarenta (estos
sí que tienen negro el porvenir de la jubilación).
Y el currito
provocón viene a poner la guinda al pastel. Máxime cuando su pensión no se va a
parecer en nada a la de los que hemos quemado pestañas entre cuatro paredes. No
nos insultes, Paulino. Aunque hayas querido gastarnos una broma, hay una raya
infranqueable. Como hasta ahora casi todo te ha salido gratis, deberás tener
ahorrada una pasta gansa. Dedícate a recorrer mundo. Ve de nuevo a los lugares
que como presidente no tuviste tiempo de admirar en toda su grandeza (las
prisas y la rigidez del protocolo). Ya tus chicos son grandes y toca disfrutar
con Ángela. Que la vida son dos días. Pero hazlo también por esas pobres
criaturas. Qué culpa tienen los infantes para que tú los asustes con tus
batallitas (temas de Sociales).
Ya está bien.
Los canarios merecemos algo más que tus dimes y diretes con Fernando. Es más,
se nos importa un pito que anden a la greña. Pero como maestro (yo, sí; tú, no)
te exijo respeto. Con las cosas de comer no se juega. Ve a impartir
conferencias por las universidades españolas. Seguro que Wert, vista tu
dilatada experiencia, no te pondrá pegas al respecto. Pero a los escolares de
tu pueblo, ese que tanto dices querer, déjalos en paz. No perturbes su
tranquilidad y los hagas recordar los ya superados miedos al coco.
Si aun así
vuelves, ignorando mis sabias recomendaciones, te advierto que tengo muy buenos
amigos en la
Inspección Educativa. Como ves, yo voy de frente y no de
zorro. Adiós.
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