martes, 3 de marzo de 2015

¿Amenaza o desgracia?

Cierren todo. Pongan la tranca (los modernos ya no se acordarán) en puertas y ventanas. Echen fechillos y ni se asomen a través de los postigos. Dejen al perro libre de ataduras para que ladre a su antojo. Y si menester fuere que pegue alguna que otra chascada. Un gravísimo problema tenemos en ciernes. Se precisa adoptar cuantas medidas de protección se hallen a nuestro alcance. No descarten –podrían ser necesarios– cursos intensivos de defensa personal y ataques controlados.
No se trata de una ciclogénesis explosiva. Tampoco de una erupción volcánica. Ni siquiera del ya clásico temblor que se origina en la falla del puente marítimo Santa Cruz-Agaete.
Te pongo en antecedentes:
La pasada semana se produjo un encontronazo entre el actual presidente del gobierno canario (arráyate un millo y guárdame un cachorro) y el aspirante de su misma formación (que sean dos millos). En el vórtice de la tormenta: las políticas sociales. La consejera del ramo, roja de ira, se apretó las clavijas y explotó como el chorro de vapor de agua del Islote de Hilario. Rayos y centellas, díjose. No supo (creo que tampoco quiso) disimular. Sus tablas distan mucho de las de su jefe. Pues este había respondido al desaire (¿o desagravio?) con lo que pretendió ser carga de ironía, pero se quedó en simple amago socarrón. Hasta el Soria, que como siempre pasaba por allí, metió, a la chita callando, unas puntas de pimienta quemona (esa misma).
El uno otea el horizonte desde su atalaya romera. El otro explora, mochila en bandolera, tantea y escarba. En esto llega el del puchero de La Florida y echa otra pizca de sal. Como si el gofio ya no tuviera bastante…
Tal era el estado de cosas (que es tópico periodístico) cuando a un amigo (si hubiese escrito enchufado tampoco habría una debacle) de ese portento que preside o dirige un ente audiovisual (y que para desgracia seguirá haciendo de las suyas por la inutilidad política del arco parlamentario; que no, Román, tú eres el único que se salva) se le ocurre entrevistar, versión humanística, a quien desde 1979 transita por diferentes aulas. Con una salvedad: en ninguna de ellas había chiquillos molestos, chillones, impertinentes. ¿O sí?
Don Paulino Rivero Baute (El Sauzal, 11 de febrero de 1952), 36 años de servicios políticos (12 trienios, 9 cuatrienios, 6 sexenios), maestro de Sociales (aprovecha Ángel para que lo recicles, que ya lo hizo Antonio cuando ambos dos eran muy jóvenes), experto en viajes en helicóptero, romero por antonomasia, medio maratoniano, que reconoce carencias idiomáticas (como cualquier otro político que se precie), no descarta volver a las clases. No a reciclarse (sería lo más normal), sino a impartirlas.
Como todavía no he hallado a uno que aplauda tal decisión, ruego (mejor, conmino) a madres, padres, ampas, claustros y demás elementos del conjunto denominado comunidad educativa: No lo permitan, monten barricadas, pongan un fielato a la altura de Guamasa, enséñenlo a jugar al Candy Crush… Alerta toda la población sauzalera (dice tener ahí la plaza en propiedad): Protejan a sus hijos en edad escolar. Se lo traslada alguien que también retornó. Pero fueron solo dos cursos y medio. Esto es, esto es, esto es… un infanticidio.
Los docentes, salvo las excepciones de los poco desgastados, no ven la hora de cumplir sesenta para, si cumplen los requisitos exigidos, dejar su plaza a otro más joven. Para que se vaya meneando esa cola interminable. Para que el acceso a un puesto de trabajo se produzca, con suerte, antes de cumplir los cuarenta (estos sí que tienen negro el porvenir de la jubilación).
Y el currito provocón viene a poner la guinda al pastel. Máxime cuando su pensión no se va a parecer en nada a la de los que hemos quemado pestañas entre cuatro paredes. No nos insultes, Paulino. Aunque hayas querido gastarnos una broma, hay una raya infranqueable. Como hasta ahora casi todo te ha salido gratis, deberás tener ahorrada una pasta gansa. Dedícate a recorrer mundo. Ve de nuevo a los lugares que como presidente no tuviste tiempo de admirar en toda su grandeza (las prisas y la rigidez del protocolo). Ya tus chicos son grandes y toca disfrutar con Ángela. Que la vida son dos días. Pero hazlo también por esas pobres criaturas. Qué culpa tienen los infantes para que tú los asustes con tus batallitas (temas de Sociales).
Ya está bien. Los canarios merecemos algo más que tus dimes y diretes con Fernando. Es más, se nos importa un pito que anden a la greña. Pero como maestro (yo, sí; tú, no) te exijo respeto. Con las cosas de comer no se juega. Ve a impartir conferencias por las universidades españolas. Seguro que Wert, vista tu dilatada experiencia, no te pondrá pegas al respecto. Pero a los escolares de tu pueblo, ese que tanto dices querer, déjalos en paz. No perturbes su tranquilidad y los hagas recordar los ya superados miedos al coco.
Si aun así vuelves, ignorando mis sabias recomendaciones, te advierto que tengo muy buenos amigos en la Inspección Educativa. Como ves, yo voy de frente y no de zorro. Adiós.

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