Este pasado
lunes, después de la hora del Ángelus, venía escuchando el Tajaraste en la SER, conducido en esta ocasión
por el portuense Pedro Rodríguez. Me dirigía al cajero de la oficina de
CajaCanarias (La Caixa)
en La Vera,
porque en algo hay que invertir esa espléndida pensión a la que me he hecho
acreedor por méritos propios. Sin el complemento que se le consolida a otros
maestros concejales, consejeros, diputados o, incluso, presidentes, pero no soy
demasiado ambicioso. ¡Ah!, ya saben que el médico de cabecera me prohibió, hace
bastante tiempo, escuchar la radio municipal. Aunque siga llevándose un
pellizco de mis impuestos para cotilleos, chanchullos y otras menudencias
varias con la aquiescencia de los (ir)responsables de turno. Deben estar
inmersos en el zafarrancho preelectoral.
Cayó la
casualidad de que a la altura de San Juan de la Rambla (había salido de
Icod) entrevistaron al presidente insular del Partido Popular. Uno de los temas
tratados en la misma fue el de la comparecencia del alcalde de Arafo para
anunciar la baja de todo su equipo de gobierno. Al tiempo del abandono de las
filas del PP, la intención de presentarse a las próximas elecciones de la mano
de otra formación política. Nada que deba sorprendernos, pues el goteo y los
trasvases siempre se constituyen en moneda de cambio unos meses antes de cada
cita con las urnas. Y siempre bajo el paraguas de las explicaciones más
peregrinas que te puedas imaginar. En la creencia, por supuesto, de que los
electores somos tontos de nacimiento y que acudimos como borregos a la llamada,
sin tener en cuenta consideración alguna.
El señor
Domínguez, tras un ejercicio de autocomplacencia tal que solo faltó una
etiqueta con el añadido de qué guapo soy, arremetió contra el que fue su amigo
del alma (¿te suena?), el señor Lemes, poniéndolo a caer de un burro, amén de
reprocharle (a buena hora) sus deslealtades pretéritas con el cuasi perpetuo
Domingo Calzadilla.
Me engañó a
pesar de lo bien que nos llevábamos. Hace un año le dije que me contara sus
intenciones mirándome a los ojos. Y como me prometió lealtad absoluta, le creí.
Ahora me apuñala por la espalda… Casi apago la radio del coche. A punto estuve
de soltar una lagrimita. Los viejitos nos volvemos sentimentales en grado sumo.
“Mírenme a
los ojos y créanme”, sentenció compungido Aznar para que le apoyáramos en su
campaña contra el arsenal de armas de destrucción masiva del malvado Sadam
Huseim. ¿Se acuerdan, no? Como no me gusta interrumpir, y dado que Pedro
insistía en lo que él entendía fundamento de la entrevista, reflexioné cuando
iniciaba la maniobra de aproximación a la rotonda realejera del Alteza (que me
paguen la publicidad) y díjeme: Chacho, todo se pega. Aplican el manual hasta
las últimas consecuencias. A pesar de que ello pueda suponer el escupir hacia
lo alto, verbigracia, promesas y más promesas. Fin de esta cita.
Cumplido el
objetivo de no dejar acumular demasiado capital en la entidad bancaria, no sea
que me inspeccionen, y ya en casa, vuelvo a tropezarme con la foto de
presentación del cartel de la
Semana Santa. Alcalde, concejala y párroco de La Concepción posaron
junto al mismo. Como ya ha corrido mucha tinta con el adoctrinamiento, vía BOE,
que el Ministerio de Educación nos ha servido en copón de plata (el origen
divino del universo; ni caos, ni azar, ni teorías de Hawking), me pregunto qué
pinta un ayuntamiento (lo del Estado aconfesional sí está recogido en la Constitución, a pesar
de Rouco y otros) ‘promocionando’ una solemnidad religiosa. A no ser que esté
considerando este particular como una fiesta más. Lo que explicaría la
presencia de la concejala del ramo. Y de ser así, que cada cual haga la
valoración pertinente, entonces sobraría el cura. Y nos darían la razón a los
que consideramos cuánta falsedad se mueve en torno a procesiones y golpes de
pecho. Porque exteriorizar lo que debería quedar en la más estricta intimidad
de cada cual, solo conduce a justificar los planteamientos de los escépticos.
Nada que objetar, por supuesto, a los recogimientos propios de la época en
lugares comunes de veraneo. Las ceremonias no deben llevar adheridas etiquetas
de ningún tipo. Si los miembros de la corporación quieren participar en los
actos litúrgicos, háganlo, pero dejen la medalla y la credencial del cargo en
casa. Me recuerda este asunto el de los defensores acérrimos de la enseñanza
pública (en público) que matriculan a sus hijos en la privada, sea o no bajo el barniz de los conciertos (en
privado). Entre los que hay bastantes docentes y más políticos. Fin de otra
cita.
Por la tarde,
ya muy tarde y para llenarme la cachimba, la controversia de una escultura a la
lucha canaria que se pretende ubicar en Araya de Candelaria. Y es el grupo
municipal de CC el que se opone a la iniciativa. Ver para creer. Los autóctonos
y los defensores de la raza guanche van en contra de sus propios valores, de
sus raíces, del deporte nacional por antonomasia, el de la nobleza, el de la
limpieza en la mirada, el de tender la mano al adversario que no enemigo… Ya
está, no procede. La disputa de los aspirantes (ayer mismo estuvo el
helicóptero rondando por mi pueblo; lo mismo Paulino ordenó que se me vigilara
por cuestionar sus intenciones) requiere deportes de mayor riesgo: boxeo,
esgrima, lucha libre… Oye, cómo que aspirantes. Sí, uno a presidente y el otro
a maestro de escuela.
Fin de todas
las citas. Hasta mañana.
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