Salvo que la
proximidad de las elecciones locales esté provocando demasiados nervios, cada
vez entiendo menos el protagonismo de muchísimos ayuntamientos en los actos de la Semana Santa. Siempre he
sostenido que cada ámbito social tiene su campo de actuación y las
intromisiones suelen causar ligeros dolores de cabeza. Luego, esos mismos
políticos que buscan protagonismo con los asuntos celestiales, se quejan
amargamente cuando los curas se echan fuera del tiesto y se entrometen en las
cuestiones terrenales. Las creencias y convicciones religiosas deben enmarcarse
en la intimidad de cada cual y las instituciones públicas están para gestionar
adecuadamente los dineros de los impuestos y no para sacarse la foto con el
cartel de marras. Y, a lo peor, fue abonado con cargo a la partida
presupuestaria de fiestas y otros ‘eventos’. Como si todos los contribuyentes
estuviésemos de acuerdo con irnos de juerga estos días de recogimiento,
meditación y juicio (en las playas del Sur).
Nerviosismo
existe, y mucho, en ese amplio campo de los medios de comunicación. Los
periódicos, ante la falta de inyecciones económicas publicitarias, se mantienen
a duras penas. Y necesitan propagandas institucionales, añoran campañas
electorales cada seis meses, que haya más defunciones para vender esquelas…
Porque cigarrillos, bebidas alcohólicas y contactos de chicas ligeras de ropa
escasean. Cuando la cosa mengua, ya se sabe.
Los
audiovisuales, sobre todo los de cobertura local, malviven y se sostienen con
los ‘tranques’ (engaños) de toda la vida. Las emisoras de radio de carácter
público compiten abiertamente con las privadas y dan terribles mordiscos a la
tarta de los anuncios en un ejercicio de competencia tan desleal como poco
ético. Y arriba para copiar programas de dudosa probidad (hasta aquí puedo
leer).
Donde más se
palpa el descenso de ingresos es en la televisiones. Sector en el que marcan la
pauta las denominadas locales. Que deben venderse descaradamente al mejor
postor para poder seguir lanzando sus proclamas. En Tenerife nos topamos con
una de ellas que lleva unas semanas con un furibundo ataque a la figura del
presidente autonómico. Pero si uno echa la vista no tan atrás, se percata de que
hubo etapas de amor profundo. Por lo que debe deducir que este paso hasta el
odio más abyecto solo puede ser debido al acomodo en bolsillos más generosos. A
cambio, claro está, de dorar la píldora hasta el límite de la babosería más
indecente. Como se anuncian reportajes que condenan al Partido Socialista a las
profundidades del Averno, un desconfiado como yo no puede dejar de pensar que
la mano del ministro Soria es demasiado alargada. No tanto como una caña de
pescar (salmones) pero casi. Y contando con la palanca que ilumina la tramoya
(mi alumbrado ‘público’ sabe mucho del particular), el titiritero se mueve a su
antojo. Si al cóctel le añadimos que los figurines son capaces de mimetizarse
hasta el extremo de convertirse en peleles de quitaipon (quitapón o quita y
pon), a rodar. Oh, hay uno que es tan camaleón que puedes verlo llorando a lágrima
perdida (por delante), mientras le vende su alma al diablo (por detrás, cada
uno la tiene donde mejor crea conveniente).
Estas cosas
ocurren porque esta digna profesión periodística está más choteada que la Belén Esteban. No discuto que
existen excelentes profesionales que jamás pisaron una facultad relacionada con
el ramo. Que proceden, quizás, de otras ramas del saber y han arribado a este
gremio con amplios deseos de superación. Y que cumplen sus cometidos con
exquisita dedicación. Ahora bien, tras comprobar que circulan por Internet una
gran cantidad de vídeos en los que se enaltece o degrada, sin término medio, la
labor de ejemplares a los que se califica de periodistas, las tripas corren que
es un disgusto. Aquí en este Norte no necesitamos coger un avión para
contemplar espectáculos de mucho calibre. Y hasta aquí puedo leer por segunda
vez.
Muchos
nerviosismos, sí. Quizás demasiados. Y la política (vayan al diccionario para
que comprueben su riqueza léxica) se halla muy necesitada de gente ecuánime. Ni
que decir que el periodismo también. Mejor nos iría. Casi con toda seguridad,
tanto en uno como en otro sector se requieran mejores actores. Y no se trataría
tanto de elegir un amplio elenco de personas con preparación universitaria
cuanto de un conjunto de individuos con sobradas dosis de sentido común.
Es mi
opinión, oiga usted. Las publico aquí porque nadie me ha llamado para que lo
asesore. Reconozco, eso sí, que de cerrajero no tengo nada. Cada uno debe ser
consciente de sus limitaciones y de sus (in)capacidades.
Permíteme una
bobería. Titular en La Opinión:
“El Teide luce la mayor nevada del año”. Si en el próximo otoño-invierno (antes
del 1 de enero de 2016) cae otra más abundante… ¿Qué? ¿Se va a acordar alguien
de lo que se escribió un día de marzo? Como no seas tú, que siempre le estás
buscando tres pies al gato.
Hasta mañana.
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