Hoy, cuando una mayoría de españoles está hablando del resultado de las elecciones andaluzas y realiza los análisis según su afinidad política, se me antoja oportuno comentar otros aspectos.
Hoy, cuando
la otra parte de los que quedaron fuera de la anterior mayoría, y algún
superpuesto, está hablando del resultado del Barça-Madrid y efectúa los
cálculos con la vista puesta en el final de la liga o en la Champion, se me antoja
oportuno cambiar de tercio.
Y es que soy
así. Por llevar la contraria soy capaz de no votar a los que gobiernan en mi
pueblo y en la Moncloa
madrileña, que no portuense.
Subidos al
carro de las encuestas, de los sondeos y de los estudios de opinión, viene a
resultar que viajar es lo que más felices hace a los españoles. Y con esta
conclusión coincido plenamente. Ay, si yo tuviera dinero para invertir.
De las
diversas acepciones del verbo me quedo con la segunda y tercera: 2. tr.
Emplear, gastar, colocar un caudal. 3. tr. Emplear u ocupar
el tiempo.
Mientras unos
sueñan –hasta la publicidad del organismo de loterías va en esa dirección– con
chalés y yates de lujo superlativo (en el lenguaje modernista de la progresía
vendría a ser superchalés y superyates, que es más supermegaguay), yo gastaría
ese dinero en conocer mundo. Aunque no entre en mis apetencias el universo de
los cruceros y de las giras a lugares exóticos. Suelo ser más de andar por
casa.
Como
enamorado de nuestras islas, no me canso de recorrer sus parajes, de meterme
por cualquier recoveco que vislumbre en cada visita. Me siento bien en todas,
aunque uno tenga sus preferencias que guarda celosamente en un rincón de su
intimidad (lo de corazón, alma y otros aspectos trascendentales lo dejo para
otros instantes de inspiración poética, y hoy es lunes). Mis amoríos para y con
La Gomera son
mucho más que confesables y no me importa silbarlo a los cuatro vientos. O
cinco, de haberlos.
Cuando era
mucho más joven que ahora, me fui, con el coche (una veces el mío y otras con
uno prestado) en varias ocasiones a la Península. Eran
tiempos de la peseta y aunque el billete del barco (ida y vuelta) para llevar
el fotingo salía por varios sueldos de maestro, uno se embarcaba en la aventura
(familia incluida) y con una simple caseta de campaña hacía más kilómetros en
un mes que en muchos meses aquí. Ir de camping era, simple y llanamente, una
gozada.
Me gustaría,
ahora mismo, hacer la Ruta
de la Plata,
desde Sevilla a Gijón. De manera pausada, tranquila, relajada. Sin que me
sujetara un horario predeterminado y coadyuvando a fomentar la economía allá
por donde pasase: coche alquilado, combustible, alojamiento, comidas, visitas
culturales y de recreo… Qué te voy a contar que no puedas imaginarte. Y después
de las tierras asturianas (como dispondré de capitales suficientes, nos
mandaremos unos garbeos gastronómicos con el amigo Ángel), incursión gallega, bajar
reposadamente por Lusitania y retorno al punto de partida en la capital
hispalense.
No me atraen
–habrá que probar por si cambio de opinión– las correrías que nos venden las
agencias de viaje y en las que transitas por una docena de países en el lapso
de ocho días y siete noches. Esos trotes que te permiten desayunarte en Italia,
almorzar en Francia y cenar en Andorra. Donde el control es tan estricto y las
sujeciones del reloj de tal calibre, que debes aguantar las ganas de mear mucho
más allá de los límites prostáticos aconsejables.
No, prefiero
ir por libre mientras la salud me lo permita y no se me quiten las ganas de
conducir. Porque es otro error del canario, encerrado en límites geográficos
minúsculos, pensar que nos perdemos por esas carreteras. ¿Dónde vas con ese
tráfico?, me espetan aquellos que piensan que volante y cambios son diferentes
allende los mares.
Ay, si yo
tuviera dinero para invertir, para ocupar mis ratos libres en pasatiempos de
solaz y recreo. Colocaría mis caudales allá por donde la imaginación me
dictara. Y creo que con unos centenares que pensaran como yo, a buen seguro que
haríamos factibles las promesas de los políticos que hacen referencia a la
creación de empleo. Máxime cuando el dinero en los bancos sigue sujeto a
demasiadas fluctuaciones. Hay que moverlo, airearlo, que le dé el viento. Sin
pasarse, no sea que una ráfaga se lo lleve todo.
En fin, qué
bonito es soñar. Hasta mañana. ¿Se mojaron? Espero que les guste el mosaico
fotográfico canario de las ocho islas.
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