Uno ha leído
que los europarlamentarios, allá cuando creen conveniente, invitan (a quienes
les parece) a darse unos garbeos por las sedes de las instituciones de la Unión Europea. Como los
viajeros no se recatan en guardar el secreto y lo publican todo, podemos
comprobar que políticos de la misma formación del que invita, estudiantes,
deportistas, empresarios, amiguetes y otros y otras se pasean por Bruselas,
visitan lugares de interés, comen (y bien), se trasladan… Y todo eso con
bastante más que medio peso. Ahora que caigo, lo mismo llevaron a Benavente a
cantar el polvorete.
Esta vez le
tocó el turno al señor Gabriel Mato, que como su apellido indica es hermano de
la que fuera ministra de Sanidad, la que no sabía que en el garaje tenía un
Jaguar. Al popular –es árbitro de tenis– se le ocurrió que era ocasión propicia
para llevar a la capital belga una embajada de peso. Y en lugar de fletar un
camión lleno de piñas de plátanos de la costa de Barlovento, tuvo una idea
mejor: un nutrido grupo de luchadores. Así que le echó genio, destreza y valor,
convenció a sus mandamases directos y dicho y hecho.
Doce hombres,
dos mujeres (y viva la paridad), un mandador, un director técnico y un árbitro
(temeridad por su parte porque en una revuelta podría haberse suscitado grave
conflicto) conformaban la comitiva. Para irnos haciendo una idea, por aquello
del exceso de equipaje, sumen al peso de los deportistas el de la ropa. Que
todos aquellos que nos la hemos enfundado sabemos que no es liviana.
La
exhibición, como uno debería presuponer, no fue ante toda la Eurocámara. Qué
va, solo unos escogidos. En definitiva, no alcanzaban una decena. Bueno, más
luchadores que público. Eso sí, quedaron maravillados de las mañas y de las
reglas que rigen el vernáculo deporte. Cuando comprobaron que debían levantar
al caído, dar la mano al vencido en señal de respeto, pensaron por lo bajini:
Igual que nosotros en los debates.
Como uno
tiene amigos en todas partes, de fuentes dignas de todo crédito, estoy en
condiciones de asegurar que los viajeros no salieron muy convencidos tras las
explicaciones acerca de lo que (no) se hace y como (no) funcionan aquellos
organismos. Pero como fueron atendidos a cuerpo de rey, optaron por mantener la
boca cerrada (salvo cuando comían, y cómo) no sea que alcanzaran un toque
pa´tras.
Dado que no
he sido afortunado y no me han invitado todavía (cuando mi alcalde ascienda, lo
mismo tengo suerte), no estoy en condiciones de señalarles cuánto dinero ha
costado la gira. Y si no hubiese salido más barato que Mato trajese al polaco y
al alemán a una luchada en cualquier terrero de estas ínsulas. Máxime cuando
ellos viajan gratis. A saber, no pagan, se lo pagamos.
Si el
montante económico dilapidado se ingresa en la cuenta del cualquier equipo,
seguro que mucho desperfecto de sus instalaciones y más de un apuro de
tesorería se habrían solventado. Porque a todo lo reseñado, se debe añadir un
equipo de televisión que grabó un reportaje de 15 minutos. No sé si fue Pitti o
estaba más ocupado en su candidatura por Coalición Canaria.
Pasan los
años, me hago mayor, que no viejo (de ilusiones también se vive), y como a los
cargos públicos se les llena la boca con la palabra transparencia, ojalá fueran
tan rápidos para cualquier menester. A la hora de dar conocer hechos como el
relatado, ahí están para plasmar la escena en cuanto soporte se halle a su
alcance. Sucede en todos lados. Los gobernantes de turno, cuando el interés les
puede, acuden prestos a comparecencias y ruedas de prensa para manifestar que
las inversiones han sido de tal calibre que en tres meses más ya no habrá nada
que hacer. Sin embargo, ponle el cuño que ninguno publicará jamás cuánto cobra.
Lo más tendrás acceso, con algo de suerte, a lo que determinado pagador le
abona. Que no es lo que realmente percibe, pues del añadido de otras
percepciones (transportes, dietas, kilometrajes, uso de tarjeta, gastos de
representación, secretarias, regalos…) jamás te vas a enterar. Y para estos
otros conceptos, que al contribuyente le interesan en grado superlativo por ser
un dinero de sus impuestos que no revierten sino en beneficio del político, no
hay información alguna. Ni la habrá, me temo.
Viene esto
último a cuento de un interesante cambio de opiniones acaecido en cierta red
social. A veces no nos percatamos de que aún hay mucha gente que no tiene
contacto alguno con Internet. Por eso, cuando se nos brinda la oportunidad de
sumergirnos en los sitios oficiales de las instituciones públicas, que no
contienen todos los apartados que la propia legislación obliga, nos olvidamos
de las carencias que persisten en nuestra sociedad. Y, como contrapartida, te
dirigen a la propia Secretaría de la entidad. Donde, a buen seguro, hallarás
tantas pegas e impedimentos que desistirás a las primeras de cambio. Cuando a
los propios concejales de la oposición se le ponen todas las chinas posibles,
ya me dirás qué porvenir le espera a un pobre diablo, como yo, si osa
inmiscuirse en berenjenales de tal porte. Y la táctica de “él se aburre”
funciona a la perfección.
Me pondría
muy contento si en esta Semana Santa los equipos de gobierno en ayuntamientos,
cabildos y demás fueran encandilados por las luces del Espíritu Santo y
corrieran hacia cualquier medio de comunicación, con idéntica velocidad que
cuando van a informar de la inversión de mil euros en rellenar cinco baches,
para que me sacaran de dudas con respecto a lo que colgué en Facebook este
pasado fin de semana. Espera sentado.
Hasta mañana.
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