Estoy molido
como un zurrón. Es terminología antigua. No trato con ello de sugerir que no
exista hoy expresión parecida o similar al respecto. Pero no solo la desconozco
sino que intuyo que en la actualidad ya no se muele nadie. La evolución nos ha
vuelto cómodos. Se nace cansado, aunque no molido. Así, me temo, que esta
lectura solo esté recomendada para los que ya transitamos por la segunda mitad
de la primera centuria.
Aquellos que
funcionamos con esquemas de antaño, y seguimos siendo pobres a pesar de habernos
incursionado en el mundo de la política, hemos de echar mano de todo el ingenio
posible. Algo así a como cuando jugábamos con una garapa y disponíamos de la
mejor lancha del mundo. O como cuando hacíamos un molino con una penca y
marchaba a las mil maravillas. De los carros de verga o de latas de sardinas
mejor hablamos (escribimos) en una futura ocasión, no sea que se traumatice
cualquier posible lector de los que transitan por la primera mitad de la
primera centuria.
Tengo unas
rejas de hierro en mi casa (de las oxidables) que estaban hechas un asquito. O
más. Y tuve que armarme de paciencia para proceder a pintarlas. Porque si
hubiese tenido dinero en abundancia, podría haber adoptado dos posturas.
Primera: sustituirlas por otro material o, en su defecto, cambiarlas por
cualquier artilugio automatizado; por ejemplo, una persiana dotada de motor y,
a ser posible, de autolavado. Segunda: llamar a un pintor y pagarle lo
estipulado. Como ningún alcalde ha estudiado la posibilidad de pagarme
cualquier liquidación por los magníficos servicios prestados en la ya lejana
década de los ochenta del pasado siglo, así me va. El que nace barrigón…
Redacto estas
líneas el miércoles por la tarde –bien tarde– y me duelen todas las
articulaciones. Si es que me queda alguna, porque lo mismo se derrengaron en
conjunto. Eso de lijar, subir y bajar la escalera, limpiar el polvo, pasar un
trapo húmedo, ir a comprar pintura y brochas, quitar las ventanas para que no
se manchen, colocar algún protector en el suelo por lo que pueda salpicar… Y
cuando comienzas el pintado propiamente dicho, parece que los centímetros del
metal aumentan considerablemente. Como quisiste –bobo redomado– que tuviese
unos adornos curvilíneos… Deja volar la imaginación y antes de pasar al
siguiente párrafo, ubica en este todo aquello que tú también has sufrido. ¿O
no?
Quienes
parecen no cansarse son dos personajes de pro: Elfidio Alonso y Rosa Díez. El
de la pandereta lleva unos dos años de adelanto y se ha empeñado en celebrar el
50º aniversario de Los Sabandeños a pesar de todas las voces en contra. Donde
manda capitán y derechos de autor, quítense otras menudencias. La mandamás de UPyD,
generala en jefe (o jefa) de la exigua tropa, va a ver cumplido su principal
objetivo en unas semanas más: ser la única militanta y ostentar todos los
cargos a repartir. Dos perfiles bastante unipersonales a la usanza de tiempos
pretéritos.
Ayer fue
Rajoy, como todos los miércoles, a someterse a la sesión de control. Cansado
está de repetir que no va a hablar de la herencia recibida. Y ha permanecido
fiel a la promesa, por lo que no acepta lecciones de nadie. No confunde la
gimnasia con la magnesia y está en lo que hay que estar, de lo que hablará
cuando toque, y por eso ha hecho lo que había que hacer. De no haberte quedado
claro, la semana que viene habrá ración semejante.
Los
gobernantes, en cualquier institución, que se vuelven a presentar a las
elecciones, no cansados de las promesas incumplidas, vuelven a repetir
idénticas canciones. Creen, ilusos, que los votantes estamos agotados de pintar
rejas de ventanas y ventanillos, y nos bombardean: el puerto del Puerto, el
anillo insular, el hipódromo, el campo de golf… Aunque la mejor: disminuir el
número de parados a base de potenciar el cierre (perdón, mil excusas), la apertura
de pequeñas y medianas empresas, a las que dotaremos de atrayentes incentivos
fiscales que permitirán la creación de millones de puestos de trabajo…
El que no se
cansa (esto no es trabajo físico) de recalcar hasta la saciedad que el verbo
adolecer no es sinónimo de carecer, soy yo. Y las recomendaciones a visitar el
diccionario siguen cayendo en saco roto. Debo vaciar la papelera de reciclaje
unas diez veces a la semana, lo que demuestra bien a las claras el caso que me
prestan. Un candidato en determinado pueblo de La Gomera ha sentenciado: “El
gobierno municipal adolece de democracia”. Debería ser obligación del
periodista que cuelga la información en cualquier digital advertirle del error.
Y el equipo de gobierno actual en el consistorio de marras, amén de saltar de
contento, agradecerle el cumplido. Como no lo llevan a efecto ni los unos ni
los otros, uno colige que esta sociedad adolece de muchísima incultura. La
falta de ignorancia, Cantinflas dixit. Además, si el autor de la frase es
alguien que viene prometiendo un cambio radical del pueblo y es conocido por
tres personas de toda la isla, mejor haría en comprarse un buen libro de lecturas e irse a La Caleta para relajarse un
fisco.
Amigos,
vienen unos días de fiesta que conformarán el acueducto de principios de mayo.
Antes solía participar en la
Manifestación del día primero, pero desistí cuando contemplé
a más de un vago que no dio dos palos al agua, y no porque estuviera en el
paro, enarbolando un cacho de trapo con unos logos dibujados. También el 3
habrá fuegos en mi pueblo y el fervor religioso inundará todas las esquinas de
Realejo Alto. Esa misma llama de solidaridad que…
Hasta la
próxima.
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