La Prensa (diario
republicano), 11 de marzo de 1915 (jueves), es decir algo más de cien años. Era
su gerente Leoncio Rodríguez. Costaba el ejemplar la friolera de 5 céntimos (de
peseta, que no de euro). En sus páginas 1, 2 y 3, un amplísimo despliegue informativo
de la Villa de La Orotava. Que
me he permitido transcribir. Para que no te esfuerces la vista con las
ilustraciones adjuntas. Aquí tienes, pues, el reportaje, crónica o como te
apetezca denominarlo. Las valoraciones y comparaciones con el periodismo actual
quedan a merced del lector, a la consideración de cada cual. He respetado,
obviamente, la ortografía original. No te extrañe, por lo tanto, observar
determinadas preposiciones con acento.
NUESTRAS INFORMACIONES
La famosa Villa de la Orotava
La Orotava moderna
Penosa y
larga tarea sería enumerar las reformas y variaciones que ha sufrido la hermosa
Villa. Su aspecto urbano ha variado mucho en estos últimos tiempos; se ha
transformado, se ha modernizado, perdiendo el sello de vetustez que la
caracterizaba y hacía evocar épocas históricas de corregidores y alguaciles, de
alcaldes mayores y jueces de causas, que en sus empinadas calles y antiguos
caserones daban pábulo á la leyenda popular y proporcionaban comidilla á las comadres
y mozas de barrio.
Su atrayente
situación topográfica en anfiteatro no podrá jamás alterarla el transcurso de
los años: pero sus hijos patriotas y sus autoridades dignas y honradas, celosas
por la buena administración, que han figurado al frente de la cosa pública, han
hecho cambiar los medios de vida, han influido notoriamente en el
desenvolvimiento local, llevando á la práctica hermosos proyectos que han
encauzado el espíritu popular hacia horizontes de progreso y cultura.
Las plazas y
calles, los templos y ermitas, las casas de propiedad particular, los edificios
públicos, las fincas rústicas, los caminos vecinales, casi todos los rincones
de la Orotava
han recibido grandes reformas y transformaciones que la han embellecido y han
hecho de esta población una de las más amenas y gratas de Canarias, de vida
plácida y tranquila.
Ante los
atractivos de su suelo, halagadores y espléndidos, dijo el ilustre viajero
Andrés Pedro Ledru: «Si me fuera preciso abandonar la tierra en que he nacido y
buscar otra patria sería en las islas Afortunadas, sería en la Orotava á donde iría á
terminar mi carrera».
Y nuestro
inolvidable paisano don Nicolás Estévanez decía: «EL Valle es un paraíso digno
de ser más visitado. Los ingleses, á la verdad, lo visitan, y acabarán por
llevárselo á Inglaterra pero hay en España, y aún en Tenerife, quien no se toma
el trabajo de ir á verlo».
De la
vieja Orotava
Las parrandas
El viejo
manuscrito, trazado por un sacerdote, en que se consigna la anécdota que voy á
referir, no precisa el año del suceso. Sólo se sabe que fué en el siglo XVIII, en
la última época de los alcaldes corregidores.
Era entonces
la Villa de la Orotava
la segunda población de Tenerife y compartía con La Laguna el honor de ser
asiento y residencia de las familias más aristocráticas y afinadas del Archipiélago.
Hubo allí siempre una sociedad escogida, ecuánime, temerosa de Dios, solícita
del espíritu de clase y como en el presente muy unida y emparentada.
Abajo
hallábase el estado llano, las gentes de oficio, los aparceros, «cachorra» en mano,
diciendo su merced, siempre que pasara el hidalgo, el caballero, la dama ó el sacerdote...
Debe manifestarse,
por fueros de justicia, que á pesar de las distancias y las cercas, los de
arriba y los de abajo se estimaban y convivían en un ambiente de paz porque los
unos eran buenos, generalmente, y los otros no carecían de lo necesario para
matar el hambre y espantar las penas, entre tragos de vino, cantando y bailando
tajarastes, folias y saltonas...
La pintoresca
villa, tendida en el regazo del Valle, en anfiteatro, como si cada habitante se
hubiese preocupado de que el vecino no le quitara la vista del fastuoso panorama;
la de los jardines perpetuamente florecidos; la de las vías blasonadas por que
cruza el agua recién surgida de los abismos del volcán, ebria de libertad; la
que arriba, en la cumbre, tiene el espectáculo de la nieve á las veces con
reflejos de bronce florentino, y abajo el mar, la rompiente, la espuma, una velero,
un trasatlántico... la silueta entre nubes de la isla de la Palma donde nació Tanausú y
duerme la leyenda de una raza....
La egregia
villa, decimos, debe ser la cuna de las folias, de nuestro canto popular, mitad
suspiro, mitad beso, donde añora errante el genio del pueblo aborigen y trova
amores, transida de emoción, el alma isleña...
Sea de ello
lo que fuere –y perdónesenos la digresión– lo cierto es que al decir del cura,
la gente joven de la Orotava
sentía antes, como ahora, vivísima pasión por las folias. ¡Ah, las parrandas,
sobre todo los sábados por la noche, con guitarra y acompañamiento de «tiple»
después que terminaban los bailes y dormía el vecindario!..
Por les
tiempos á que me vengo refiriendo era alcalde corregidor de la Orotava un aristócrata
ordenancista, severo, de quien se decía que ni en la cama dejara el bastón de
mando y el espadín. Era pequeño, mal encarado, bizco, muy pulcro en el vestir,
solterón y fanáticamente religioso. Un domingo, á la salida de misa, los alguaciles
pregonaron un bando, á tambor batiente, prohibiendo las parrandas nocturnas; De
las 8 de la noche en adelante, ni días de labor ni feriados, era lícito turbar
la paz del vecindario con músicas ó cantos, sin especial permiso del señor alcalde
corregidor...
Ni que decir
tiene que la juventud de Orotava quedó consternada. Durante aquel día y la
semana siguiente no se habló de otra cosa, pero nadie se atrevió) ¡pobre del
que tal osara!, á contravenir el bando. Silenciosas, tristes, las calles de la
villa tuvieron que conformarse con el canto del agua de las acequias y el grito
sostenido de los serenos anunciando las horas y el estado del tiempo...
En la Villa-arriba, en
determinado figón que el manuscrito no precisa, se reunieron una noche con
grandes misterios los más afamados parrandistas decididos á trazar un plan para
concluir con el bando. ¡No faltaba más! Si era menester, ahí estaba América; la
expatriación, cualquier cosa, antes que renunciar á las parrandas...
Y fué así.
En cierta
calleja más empinada que la
Cuesta de la
Amargura, donde solo había un farolejo de aceite alumbrando
al Cristo del Gran Poder, aledaña al muro de un jardín, había una casita de dos
pisos. Vivía allí una señora cuarentona, de exuberantes formas, que había sido
guapa y ahora era pretensiosa, á quien el corregidor hacía frecuentes visitas
por razones de parentesco.
Los parrandistas
estaban en la historia y más de una vez le habían cogido «el güiro» al
corregidor, cuando á las altas horas de la noche, después de retirar toda vigilancia
de aquellos contornos, penetraba envuelto en la capa, sin el sombrero de picos,
ni la hevilla en los zapatos, previas tres toses, por la puerta de la casita
aledaña á los muros del jardín...
El
corregidor, en amores, como en todo, era metódico. Así, pues, el plan pudo precisarse,
fijando día y hora...
Pausadamente
sonaron las 12 y apareció el cuerpo menudillo y ágil del señor corregidor. Cuatro
de los parrandistas estaban en la azotea: dos en la tapia, casi laminados
ocultos en una sinuosidad de la pared; los demás guardando las bocacalles...
A la primera
tos el corregidor fué levantado en vilo con un lazo escurridizo, sujeto por la
mitad del cuerpo y mientras tanto le arrebataban el pito que usara para avisar
á los alguaciles. Un tirón más y quedó á mitad del frontis, como un pelele,
echando ternos y fulminando amenazas.
–Nada te
salvará, le gritaron, nos perteneces y si gritas te estrellaremos, hipócrita.
Ríndete, capitula y nada te pasará.
Súbitamente
se abrió una ventana baja y la voz de la cuarentona intentó gritar ¡so...! Una
mano irreverente, brutal, la quitó el carmín de los labios.
La irreverencia
se convirtió en escarnio.
Al fin el
corregidor, el hombre inflexible, dijo:
–¿Qué
queréis; qué gentes sois; qué justifica esta rufianería?
–Que derogues
el bando de las parrandas; que permitas cantar y tocar las folias. Porque de lo
contrario muerto ahora, si insistes en la orden; ó difamados y vilipendiados
públicamente mañana tú y tu parienta, si la reproduces... Elije, á elegir...
–Otorgado.
Derogo el bando.
–¿Palabra de
caballero ó de corregidor?
–De caballero.
–Bien –dijo
una voz– pues advierte que caballeros y algunos parientes tuyos somos nosotros
también. Nada se sabrá si cumples. ¡Libertad de amor para todos!...
Desde
entonces no han tenido más interrupción las parrandas y las folías recobraron su
definitivo imperio en todas las poblaciones isleñas.
B.
Pérez Armas. Marzo 10-1915
Datos
informativos
Censo de población
La Villa de la Orotava cuenta en la actualidad
con una población de 11 mil 242 habitantes, según el censo oficial de 1910,
habiendo aumentado 2.041 con relación al de 1900.
Se halla
distribuida en los 2.025 edificios con que cuenta el término municipal, que ha
sufrido también un aumento de 264 en ese mismo lapso de diez años.
Igualmente
debemos hacer constar la notoria disminución de los analfabetos, que cada día
irá siendo mayor, debido al interés que las autoridades se toman por el fomento
de la enseñanza, en primer lugar, en el Colegio de San Isidro, que con su clase
nocturna para adultos va redimiendo á muchos trabajadores de la ignorancia.
Lo que ha progresado la Villa
En los últimos
30 años la Orotava
ha progresado notablemente. Recordamos entre otras las siguientes mejoras:
La
construcción de la plaza de Franchy Alfaro, en el terreno sinuoso y escarpado,
que se llamaba llano de San Sebastián.
La del
palacio municipal, en el derruido exconvento de monjas Claras.
La de la Hijuela del Jardín
botánico, en el extenso vertedero de basuras en que se había convertido una parte
de dicho exconvento.
La
instalación del alumbrado eléctrico.
Las reformas
hechas en el teatro.
La formación
de la plaza de «Casañas», en un sitio que ocupaban las ruinas de un antiguo
edificio incendiado, frente á la parroquia matriz.
La
construcción de aceras en muchas calles que carecían de ellas.
Las reformas
de los empedrados de las calles Verde (en su nueva prolongación), Calvario,
Carrera, Pescote, Nicolás de Ponte y otras.
La nueva
carretera del «Pinito» donde se encuentra el paseo de «Domínguez Alfonso»,
bordeado de numerosas araucarias y otros árboles.
La reforma de
la plaza de la
Constitución.
La construcción
de la nueva plaza de Alfonso XIII.
Además se ha
desarrollado mucho su comercio, antes muy limitado; se ha dado impulso á la
agricultura; se hizo la
Exposición provincial de horticultura, que se celebró el año
1888.
Industrias
Las
principales son: la de fabricación de harinas para la cual existen diez molinos
movidos por fuerza hidráulica; las de pan de D. Ubaldo Martínez Pimienta y
Sres. Dorta y González; las de vinos de D. Estanislao Lugo García y Sres. de Zárate;
la de bebidas gaseosas de D. Domingo Padrón Morales; la de chocolates de D.
Antonio Armas Suárez, El Teide, de reciente instalación y montada con
maquinaria moderna y de productos exquisitos; la de cal de don Miguel S.
Betancor; las de carpintería y ebanistería de don Diego Alvarez Casanova, D. Juan
Hernández Bethencourt y D. José Martín; las de imprenta de D. Antonio Lugo y
Massieu, D. Antonio Herreros González, don Juan Dorta y J. del Castillo; la de
sastrería de don Miguel Herreros González; las de calzado de don Santiago Díaz
é hijo, y don Isidoro Díaz; y las empresas de automóviles y coches de alquiler
de don Rosendo Villavicencio y doña María Buenafuente.
Comercio
Los
principales comercios son: los de tejidos de don Casiano García Feo, don Carlos
González Carrillo, don Antonio Pérez, señora viuda de don Antonio B. Perera,
don Antonio Herreros González y don Francisco Peña Santos; los de comestibles
de don José Gutiérrez Bartlet, don Domingo Padrón Morales, don Domingo Pérez
Estévez, don Angel Reyes Pérez, don Claudio Rodríguez Luis, don Clemente Méndez
Machado, don Balbino Pérez Estévez y doña Agustina Pérez viuda de Brito; los de
quincalla y bisutería de don Fernando Stauffer y don Ismael X. de la Guardia; los de papel y
objetos de escritorio de, don Adolfo Herreros González, don Francisco Miranda
Perdigón y don Manuel Vivas Rodríguez; los de sombreros de don Adolfo López, don
Juan Rivero y don Salvador Oliva; y el de obras de ferretería y cerrajería de
don Félix Reyes Martín.
Sociedad eléctrica de Orotava
En estos
últimos meses, debido á la actividad é inteligencia del nuevo director-gerente,
don Rafael Ballesteros, han recibido notable impulso los trabajos de esta
importante compañía, y en la actualidad tiene en curso varios proyectos que
mejorarán grandemente los servicios que suministra.
Entre estos
proyectos, y como más dignos de notarse, mencionaremos la reforma general de la
red que tiene establecida en el Puerto de la Cruz, para alumbrado á
particulares, sometido ya, hace algunos meses, á la aprobación del Ayuntamiento
de aquel pueblo; reforma, también general, de la red de esta Villa, que será reconstruida
para suministro de corriente destinada á industrias y para suministro de fluido
diurno; ampliación de la red general hasta los inmediatos pueblos del Realejo
Alto y Bajo, Pagos de La
Perdoma y Cruz Santa y caseríos próximos, y por último de la
potencia de la Central
generadora hasta 300 caballos para lo cual se adquirirán dos modernos grupos
hidro-eléctricos de los tipos más perfeccionados.
La labor
realizada por esta empresa en 1914 es verdaderamente plausible. Se han
verificado importantes trabajos de aislamiento y seguridad en la línea de alta
tensión, y se han mejorado todos los servicios, habiéndose inaugurado una nueva
línea que alumbra el importante barrio de «El Rincón». En el mismo año 1914 se
ha llevado á cabo una nueva contratación entre la entidad de que venimos
ocupándonos y el «Heredamiento de aguas de la Orotava», que asegura á aquella,
durante 20 años más, el uso del salto de agua de que es propietario el
Heredamiento.
Es de hacer
notar que la eléctrica está constituida exclusivamente por capitales del país.
Dicha
sociedad es la que desde el año de 1894, y por iniciativa de don Ricardo Ruiz
Aguilar, ha venido suministrando el alumbrado público y privado de la Orotava, segunda población
de Canarias que estableció ese adelanto, por haber sido la primera Santa Cruz
de la Palma.
Hoteles
El «Suizo»,
de doña Enriqueta Humberset; el «Victoria», de don Eulogio Méndez; el del
«Norte», de don Francisco Alvarez y Alvarez, y el restaurant «El Ciprés», de
don Adolfo Stichle.
Cafés
El
«Victoria», de don Rafael Pí; «La
Tertulia», de don Nazario García; el «Central», de don José
Santos, y el «Automóvil», de don Rosendo Villavicencio.
(Continuaremos mañana)
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