El próximo
lunes será día de resaca (acepciones 3: malestar que padece al despertar quien
ha bebido alcohol en exceso, y 4: efecto o serie de consecuencias que produce
algún acontecimiento o situación). Aspecto con el que, a buen seguro, estarás
de acuerdo conmigo casi al 120%. Las razones no puedo desvelarlas –lo prometido
es deuda– hasta ese día reseñado, pero ahora mismo te las estás imaginando.
Creía yo
(aparte de lo del potasio) que la fruta canaria por excelencia provocaba más
gases de la cuenta. Por lo menos a un servidor le ocurre, no sé si a ti (sin
tilde, señores políticos). Aunque tomo mis precauciones y cuando voy a caminar
la tarde en la que me he zampado un bonito ejemplar en el almuerzo, procuro ir
solo por aquello de los conciertos. ¿Quién aludió a los olores, mal pensado?
Las
disquisiciones se plantean siempre en torno a las calorías y a su consecuencia
más inmediata: ¿engordará? Como si la vida se pudiese reducir a un mero cálculo
numérico. Porque, al final, entre el colesterol, el azúcar, el ácido úrico y
resto de valores de cualquier analítica que se precie, amén de los números de la Primitiva, te vas a
pasar el día haciendo cuentas. Y eso es malo porque se te mete una manía en el
coco que lo mismo te manda para el manicomio.
Como sé que
muchísimos políticos me leen (más en esta semana en que no escribo de
‘aquello’), ya me los estoy imaginando el día 25, a eso del mediodía, cómo,
con voz cascada, párpados que averiaron la apertura automática y cara de
circunstancias, llaman a la parienta, madre o allegada más cercana para que
preparen un buen batido, con un poco de miel. El cual, una vez ingerido,
causará efecto balsámico al restablecer todos los equilibrios perdidos en las
últimos quince días, en especial, el anterior.
Una vez bien
hidratado el organismo y equilibrados los niveles de azúcar en la sangre,
arrancará el proceso para superar la posible depresión o nervios. Nada mejor
que otro plátano. Contiene triptófano, una proteína que nuestro cuerpo se
encarga de convertir en serotonina (un neurotransmisor que actúa a nivel
cerebral) y que es conocida como la hormona de la felicidad, pues mejoran el
estado de ánimo por sus derivaciones relajantes. ¿A cuántos has visto riéndose
sin motivo aparente? Se mandaron un plátano.
Si has leído
con detenimiento el párrafo precedente, colegirás que se retrata de la manera
más fiel posible a los unos y a los otros, a los que la euforia les ha podido y
a los que el abatimiento también. Pero aún hay más.
El plátano es
fruta rica en proteínas (esbozado quedó), vitaminas (C y B6) y minerales
esenciales (potasio y ácido fólico). Habrás observado que los tenistas se
zampan unos cachos en los descansos porque produce un aumento inmediato de la
energía (contiene fibra y azúcares naturales: sacarosa, fructosa y glucosa).
Mas no es solo la vitalidad física –que ya es bastante–, sino que la potencia
cerebral se ve notablemente mejorada. Un estudio en una escuela inglesa
demostró que los alumnos que habían tomado plátanos en el desayuno, en el
recreo y en las comidas consiguieron un mejor rendimiento, amén de una mayor
concentración en los estudios. Espero, pues, que el lunes haya que realizar más
cortes de piñas. ¿Cuántas candidaturas dijiste que había? Si ya los británicos
nos valieron de conejillos de Indias, ¿por qué no seguir sus pasos?
¿Tienes
problemas intestinales, la tensión alta, colesterol o ardores de estómago? A la
porra el Activia (salvo que sea de plátano; ¿te enteraste, Eloísa?) y las
odiosas pastillas. Nuestra fruta vale tanto para el estreñimiento como para la
diarrea. Es, asimismo, un regulador natural de la hipertensión.
Cómo me
vienen a la memoria aquellas cuadrillas en las plataneras de años idos.
Llevando en auténticas procesiones los racimos hasta los cargaderos. Donde eran
subidos al camión que los conduciría hasta el empaquetado. Todo era más
‘autóctono’. Y no daba tiempo de pensar en enfermedades, jaquecas y boberías.
Creo que el tufillo del entorno ya era medicina suficiente. Y si sufrías un
retortijón, abono para los rolos.
El artículo
que canta las excelencias del plátano (leído en ABC) concluye con otra ventaja.
La piel del plátano alivia el escozor y baja la irritación de las picaduras de
mosquito. Esas frotaciones se usaban, cuando no había estudios, para que te
creciera la barba, obsesión, décadas atrás, de los mozos del lugar.
Habría que
completar el trabajo con el añadido de los plátanos guisados (papas de punta),
las sajadas en los dedos por el uso inadecuado de los afilados cuchillos
(incluye los de quitar el longo) y posterior taponamiento de la hemorragia con
un buen puñado de ceniza del envés de la hoja, unas buenas telarañas, cuando no
un fisco de la propia tierra de los cultivos.
Lo peor, las
manchas. De la ropa no las quita ni la lejía. De las manos, paciencia y frotar
hasta límites insospechados con una piedra muerta al borde de una “tajea” y con
las patas en remojo y las lonas blancas a buen recaudo.
¿El de la
foto? Mi hijo. Quedan dos días de escandalera. Hasta mañana.
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