jueves, 4 de junio de 2015

Totoyo

Está a punto de cumplir 80 años. Don Luis Millares Sall (cada vez que leo o escucho este segundo apellido me acuerdo de la inefable Rita Martín, quien fuera Consejera de Turismo, y su mayúsculo desliz en la ciudad de Telde con la tristemente célebre Casa de la Sal), más conocido como Totoyo Millares, ha sido, como pudimos comprobar hace unos días en el acto institucional del Día de Canarias, distinguido con el Premio de Cultura Popular 2015.
De una entrevista publicada en Canarias7, tomamos unas notas para la pertinente disección y la posterior redacción del presente comentario. Totoyo, a sus ‘cuatro veintes’, es un asiduo de la Playa de Las Canteras y se le puede ver cada día en su recorrido desde el Auditorio Alfredo Kraus hasta el mismísimo Confital. Como si aparentara ‘tres veintes’.
Te dejo el enlace por si es de tu interés los detalles de la misma, mientras yo me dedico a lo que me llamó la atención: http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=377918.
Totoyo, miembro de una familia acomodada pero numerosísima, pasó hambre y necesidad en aquellos duros años desde finales de la década de los treinta del pasado siglo. Iba para violinista, aunque se enganchó al timple por escucharlo desde bien temprana edad a un guarda majorero, de apellido Gopar, como el de las Salinas de Janubio, que cada tarde furrunguiaba delante de su casa.
“Néstor Álamo no es autor de nada”, afirma de manera tajante. Solo se aprovechó del maestro Agustín Conch, su profesor de violín, quien se veía en la tesitura de vender sus partituras para paliar las terribles calamidades de la posguerra. Néstor le añadía unas letras y las registraba a su nombre.
Cuando leí este pasaje (que tú puedes ampliar en el enlace que te dejé reseñado), me vino a la memoria Elfidio Alonso, amo y señor de los Sabandeños, que debe tener dado de alta en la SGAE hasta la Biblia en pasta. Y al que volveré en unas líneas por mor del cincuenta aniversario del grupo. Según él, claro. Hasta que en 2016 le dé por decir que son sesenta. O más.
Se ha perdido el violín en las parrandas, argumenta Totoyo, como el timple auténtico. “Yo no estoy oyendo timple ya. Oyes timple, pero no es el sonido del timple de verdad. Ni se construye como era. Lo empezaron a hacer la familia de los  Morales Tavío, en la villa de Teguise, en la Caleta de Famara, de los carpinteros de ribera que hacían barquillos. Porque, contra lo que se dice  –que es majorero y está inspirado por la corcova del camello, ¡eso son cuentos chinos!–, el timple es un barquillo y la barriga es la quilla. Le pones un mástil y dos velas y es un barquito de pesca”.
Totoyo fue uno de los fundadores de Los Gofiones. Y su primer director. Del excelente grupo manifiesta que se creó en 1969, nueve meses después que Los Sabandeños, el proyecto lagunero fraguado por Enrique Martín, El Peta. “Era el alma del grupo y se le ha querido enterrar después de muerto”, dice sobre el creador de la parranda lagunera que, “no es la sombra de lo que fue”. Mejor suerte ha corrido Los Gofiones con Víctor Batista, un extraordinario director.
Me volví a acordar de un señor que, pandereta en mano, compra, vende, hace, deshace y sentencia. Palabra de Dios. Ni hemerotecas, ni opiniones de quienes también cargaron la manta, ni reconocimientos a quienes elevaron el nivel y pusieron listones bien altos… Nada, yo, y si acaso mi sombra.
No sostengo que Totoyo tenga toda la razón de su parte. Pero es que son muchos los que discrepan de los procederes del señor Quintero. Y de sus particulares versiones de los hechos que conforman la historia de los de Sabanda. Mas con todo atado, y bien atado, caigan chuzos de punta. Poderoso caballero es don dinero. Y con él, todo se adquiere. Como si hay que ensamblar treinta componentes nuevos, incluido el director. ¿Cuánto cuesta? Hecho.
De música no entiendo gran cosa. Puede ser, aun desde mi ignorancia más supina, buen inicio para el debate este contenido de Millares: “Tener un timple de Simón es como tener un Stradivarius. Ahora el brazo del timple tiene un diapasón amplísimo, como una guitarra. Se parece más un charango que a un timple. El original se ha perdido. Son más guitarristas que timplistas. Salvando a El Colorado, que es único y extraordinario. Y el revolucionario del timple, que fue José Antonio Ramos. Las cosas que compuso las hizo con calidad. No como ahora, que se hacen cursiladas…”. “¿Dónde hay un grupo folclórico serio? Hoy todo el mundo quiere figurar como cantante de música popular canaria. Hay programas que quieren imitar a Tenderete, pero dan pena. Son una auténtica basura. Todos están copiando lo que se le encargó a Nanino”.
Debía estar yo estudiando quinto de carrera (Ciencias de la Información) cuando realicé un trabajo que titulé Turismo y Folclore. Muerto de risa debe estar por cualquier carpeta (informática). Pretendía obtener alguna conclusión acerca de si lo que se ofertaba al turista era auténtico o una farsa. Amén de la documentación, tanto bibliográfica como de hemeroteca, unas entrevistas a personas relacionadas con ambos sectores. Una de ellas, a Benito Cabrera, en aquel entonces director de la AFU. Y hasta aquí puedo leer. Cómo cambia todo. Cómo cambiamos todo. Se rasguean los euros más que las cuerdas. Y se montan emporios en torno a los trastes.
Timple de tristes sonidos / y timple de miles viandas, / arpegios de tiempos idos / y primores de parrandas.
Sean felices. Échense un vasito de vino con un puñado de chochos y mañana volvemos a hablar. O a escribir.

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