miércoles, 16 de septiembre de 2015

Emociones

Ayer fue un día de emociones. Me guardo las deportivas porque esto no es el Marca. Ni el As. Si acaso la sota de bastos.
Qué alegría ver tomar tierra al Boeing 737, vuelo 8555 de Ryanair, procedente de Londres, con 186 pasajeros a bordo, al aeropuerto castellonense del administrador de loterías, señor Fabra. Un aterrizaje puntual (a las 10:30), en sentido Norte-Sur, sin rodeos ni aproximaciones tediosas, sin problemas de controladores, sin esperas, sin colas, con todos los mostradores a pleno rendimiento, con unas cintas (para recoger las maletas) flamantes. Estamos ya, casi, a la altura de cualquier país europeo. Y ahora cuando hallemos comprador para el de Ciudad Real, hasta los patos de las Tablas de Daimiel no van a tener que hacer más esfuerzos en sus traslados. Con ir a las Lagunas de Ruidera, habrán cumplido todos sus deseos migratorios. Así da gusto.
Se acerca el día de la (e)moción. Algunos se percatarán de que el coche de Alpidio no tiene marcha atrás. Como los trenes. Y brega duro. Cuando pone la mano a la espalda y aprieta, no hay cango que lo tumbe. Ni pardelera que se le resista. Inténtalo y te mete una contra, de talegazo incluido, que apareces en La Maceta bien plantado y abonado. Expúlsenlo. Sería la número taytantos. Y ahí está.
Usar el ordenador en clase no ayuda mucho. No produce mayor alteración en el alumnado. Normal. No quisiera presumir pero lo vengo sosteniendo desde antes de jubilarme. Unos chicos que ya lo tienen todo, que en sus casas disponen de todos los últimos inventos (usados para solaz y divertimento), ¿qué les va a sorprender si la mayoría de los profesores van a remolque? Claro que hay excepciones. Magníficas, pero no es la tónica dominante. Esto es como los libros de texto plagados de dibujitos por todos lados. En la era de la imagen, ni atractivos resultan. Sufren indigestión con el más de lo mismo.
Interiorizó tanto el modelo de BMW que estaba presentando en Fráncfort el director de la marca alemana, Harald Krüger, que sufrió un desmayo de tal calibre que si no lo agarran le pasa lo que al otro rey. Eso, se escoñeta la cadera. Está bien que me pase a mí si me regalan un fotingo de tal calibre, pero él debiera estar ya acostumbrado. Lo que realmente me llamó la atención fue el apellido, porque me acordé de una marca de cigarros que abundaba entre la clase trabajadora de las plataneras en aquellos años en que esos rolos existían por este Norte. Era yo bastante joven. Seguro que tú no habías nacido aún.
Pero las emociones más fuertes vinieron de la mano (mejor, de las patas) del Toro de la Vega. Como estuve este pasado mes de junio en Tordesillas, no me resisto a plasmar unas líneas de este acontecimiento. Pero desde el otro lado. Me explico:
Ojalá sea el último, sentencia repetida ayer hasta la saciedad. Editoriales, artículos de opinión, informaciones sesgadas y amplísimo despliegue en la localidad vallisoletana. Y cinismo en enormes dosis.
Nunca me gustaron las riñas de gallos. Las de perros, una aberración. Las corridas de toros, otro anacronismo más de este país carpetovetónico. Y las tradiciones centenarias que proliferan por tierras peninsulares, una rémora de una nación anclada y aún cerrada al norte por Los Pirineos.
No dudo de las buenas intenciones de quienes se manifiestan para abolir tales prácticas. No descarto que entre ellos se cuelen los pocos que se aprovechan de que el Duero pasaba por allí. Pero la fuerza de la sinrazón no se puede combatir con la siembra de la razón a la fuerza. Porque se degeneran las buenas intenciones.
Y qué aves de rapiña son los medios de comunicación. Pierden toda la credibilidad en su afán de trasladar lo que aconteció en aquellos escasos minutos. No difieren mucho de todo ese conjunto de los falsos del yo no lo vi. Como los chiquillos cuando se tapan los ojos con ambas manos, pero dejan los dedos separados para echar una miradita de vez en cuando.
La mayoría se ha decantado por la postura racional de la prohibición. Pero, al tiempo, la profusión de imágenes (fotografías y vídeos) con todo lujo de detalles (cuanto más duros mejor) es de tal calibre, que la sospecha invade las mentes más ecuánimes.
Las imágenes de la muerte. Así hemos seguido en directo la barbarie del Toro de la Vega. Así mató ‘Cachabo’ (el lancero leonés) a ‘Rompesuelas’… Me temo que a más de uno no le interesa que este chollo se acabe. Aunque en la columna de al lado condense un capítulo de excelentes propósitos. ¿Hemos olvidado el niño sirio de la playa?
Sí, ayer todos fuimos ‘Rompesuelas’. Ayer abominamos de tradiciones atávicas. Pero ayer, asimismo, mucho falso se introdujo en nuestros hogares a través de la pequeña (ya no tanto) pantalla para demostrarnos que en su fuero interno bulle la idea de que la escandalera dure varias temporadas más.
Yo no le echaría la culpa al alcalde. La capacidad de legislar en este país no radica en los ayuntamientos. Escuchar las declaraciones del ministro de (in)Justicia sí que me produjo intenso dolor de estómago. Debe ser que al Partido Popular no le interesa modificar estos abortos (de la naturaleza humana).
Mañana más, si a bien lo tienen.

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