Ayer fue un
día raro. No tenía ganas de escribir. A duras penas, a las tantas de la tarde,
ocaso casi, intenté teclear unos párrafos. Y esto es lo que salió:
Fue tema
recurrente la foto del niño. Y leí de todo, y más. En la mayoría de periódicos,
un vano intento de justificación por plasmar en portada, bien destacada, la
imagen. Los directores de los medios, con nombre y apellidos, se alongaron para
dar una explicación a sus lectores.
Se
argumentaba que se hacía como apoyo inequívoco a una denuncia social con
titulares de enganche: La foto que avergüenza a Europa, Europa toma conciencia…
El de
Canarias7 acabó por llenarme la cachimba: ¿Es
necesario mostrar tanta crudeza? ¿Dónde queda aquello de respetar el derecho a
la imagen y la protección de los menores? ¿Es preciso amargarle así el desayuno
a los lectores?
Y en el otro
extremo, según su propia tesis, la certeza de que “ojos que no ven, corazón que
no siente”.
Hace un rato
escuché en la Ser
el razonamiento de Elvira Lindo para no plasmar en su muro el retrato de
marras. Y sostenía no tener claro que con tanta proliferación se despertarán
conciencias. Coincido plenamente. Porque en la era de la imagen prima el morbo
por arriba de cualquier otra consideración. Los propios medios nos han situado
en una posición de difícil discernimiento. La avalancha de programas mediocres,
cutres, soeces y de baja estofa, estimados dirigentes del gremio periodista, ya
no amargan desayunos. Al contrario, son el condimento perfecto.
En unos días,
ustedes mismos, por mor de la rimbombante actualidad (la que cada medio
considere pertinente, y en tal cuestión, o cuestiones, todos suelen vender lo
mismo), nadie se acordará del suceso. Como se olvidó el ébola y todos los
conflictos bélicos del África Subsahariana. Porque como están más lejos, no
alcanzan el Mediterráneo porque mueren por el camino y sirven de alimento a los
muchos buitres sueltos por esos parajes. Y Canarias, la plataforma atlántica,
no les supone mayor alivio.
La redes
sociales se han volcado para mostrar su apoyo. Mentira cochina. Frases del bien
quedar que nada aportan a la solución de la problemática. Son implicaciones de
bajo coste. Y todos estos alegatos son la prueba inequívoca del fracaso de la
política internacional. Un mundo globalizado requiere prevención antes que
tiritas. Cuando la desesperación conduce a las marchas de la impotencia, en
mucho se ha fallado previamente. Por muchas puertas que intentemos ponerle al
campo, siempre habrá una manera de traspasar las barreras de la incongruencia.
Nuestro
dilecto presidente ha comenzado el desvío que demuestra su total incompetencia,
su borreguismo servil a la poderosa Angela, con el anuncio de elecciones
generales para el 20 de diciembre. La lotería anticipada que valdrá para dar
carpetazo casi definitivo a este espinoso asunto de la guerra en Siria. Además,
tenemos mucho paro y no aguantamos el peso. Espeluznante, Mariano. Tienes toda
la razón. Deprimente. ¿Por qué no te callas?
Nos hemos
acostumbrado a las escenas desgraciadas. Nos hemos curado del espanto. Es más,
las necesitamos. Nos hemos convertido en adictos que demandamos dosis diarias
de crónicas negras. Y las formaciones políticas se ponen al frente de la
manada. Porque el entretenimiento forma parte sustancial de su programa.
La foto,
desgraciadamente, solo ha servido para ser asunto de conversación, de enaltecidas
diatribas, de profundas loas de marcadas cargas poéticas, de infinidad de ‘me
gusta’ (cuánta incoherencia). Pero nada más.
Dicen los
entendidos, los más atrevidos, que este caso será la espoleta que haga detonar
al denominado Viejo Continente. Que le haga ver una realidad a la que no se le
puede seguir dando la espalda. Que abandone, en suma, el sueño de la comodidad.
Los palos de
la vida, que ponen trabas en mis desgastadas ruedas, me siguen indicando que no
va a ser así. Ojalá esta vez me equivoque. Si tal buena nueva sucediese, les
prometo que imprimiré este artículo y me comeré el papel. En seco, sin ensalada
y sin un buche de agua.
Nos vemos el
lunes. Hasta entonces.
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