lunes, 14 de septiembre de 2015

Ocupación de espacios públicos

El ayuntamiento de Los Realejos, a principios de 2014, recordaba a los responsables de los establecimientos de restauración que tenían de plazo hasta el 8 de febrero de ese año para solicitar la autorización de ocupación del espacio público (aceras) con mesas, sillas, parasoles y otros elementos auxiliares. Amén de la moratoria (dos años) para el pago de las tasas pertinentes, el alcalde matizaba: “Había que buscar un punto de equilibrio entre disponer de una normativa en la que basar el embellecimiento del espacio público de Los Realejos y que al mismo tiempo diera garantías a los empresarios de estos establecimientos y comodidades a los peatones y usuarios de las aceras, terrazas y parques de titularidad pública”. Aclaro que el subrayado es mío. En la normativa reguladora se especifica: “Se debe siempre dejar un espacio en la acera de al menos un metro, de tal manera que se permita el paso de peatones, carritos de niño o sillas de personas con movilidad reducida”. Vuelvo a insistir en lo del subrayado.
Antes de la remodelación, las aceras tenían más de dos metros de ancho y eran estrechas. Ahora son amplísimas, pero no puedes transitar con tranquilidad y debes ir en fila india y sin bultos en los bolsillos.
No me extiendo en otras consideraciones porque con lo expresado me es suficiente para el oportuno comentario. Que lo ceñiré al barrio en el que he vivido la mayor parte de mi existencia, pero que no desconoce don Manuel Domínguez ni la concejala de igualdad, discapacidad, educación y algo más.
En la zona comercial abierta no se están cumpliendo los requisitos que la ordenanza especifica. Ha habido multitud de quejas. En las redes sociales, tan en boga en cualquier foro, he podido leer más de un lamento. En la que, normalmente, se etiqueta a los miembros de la corporación conocidos (amigos) del demandante.
No es que ya no se pueda pasar tranquilamente por la acera, sino que llevar a tu nieto en un carrito se convierte en misión imposible. Y los peor es que como tropieces con una silla ocupada, el cliente te manda una mirada que lo mismo te sugiere a dar la vuelta o a circular, como los coches, por la calzada. Invito a que Manolo meta en uno de esos vehículos de transporte de bebés  a su concejal de juventud (me parece el más adecuado por razones de cometido) y lo pasee por La Longuera, desde El Monturrio hasta la entrada a La Gorvorana y otras urbanizaciones. Y luego (eso sí, crúcelo por el paso de peatones) retorne por la acera de enfrente hasta la escalera que baja a El Marqués. Si supera la prueba de obstáculos sin mayores contratiempos, avíseme por al canal que crea adecuado y voy de rodillas a pedirle excusas al lugar que usted elija. Póngalo lejos, por ser atrevido.
Y digo más. Cuando uno aparca en cualquier lugar autorizado de la citada calle, procura que el culo del coche no invada un milímetro la zona de acera. No tanto porque eso no debe hacerse (aunque así la tienen de porquerías los conductores de aquí estoy yo y jódase el resto), cuanto por la postura recriminatoria del que se toma la cervecita y/o se echa el cigarro al intuir que su silla está en peligro. En más de una ocasión me he ido para la Urbanización Los Potreros, no sea que se arme cualquier altercado sin necesidad alguna.
Puedo entender a la perfección que alternativas había que brindar a los fumadores tras la promulgación de la ley que prohibía hacerlo en el interior de bares, restaurantes y demás. Hasta me da cierta pena cómo hemos convertido en proscritos a los fumadores. Cada uno se muere de lo que le dé la gana. Soy consciente, asimismo, de los gravísimos problemas de salud a que se pueden ver sometidos los no fumadores. No obstante, toda la acera es demasiado. Y si lo llevan haciendo desde ha bastante, será que no se vigilan y se pone freno a los incumplimientos.
Otros lugares son menos transitados por un servidor. Aunque por la zona de San Agustín, con presencia asidua de ediles y allegados, me da que se surten (¿por lo del antiguo surtidor?) más centímetros cuadrados de los inicialmente previstos. ¿O no? Para mí este hecho es como cuando te encuentras un coche aparcado en la acera y no te deja pasar. ¿Me expongo a que me trinque un motorizado bajándome a la calzada o paso por encima del susodicho? Y algo camino.
Bueno, acabo en la zona baja del municipio. De la que se dice en la web institucional lo siguiente: “Cuenta con 6.200 habitantes repartidos en las modernas urbanizaciones que se han desarrollado principalmente en los últimos diez años. Posee vestigios históricos como la Hacienda y Ermita de la Gorborana del siglo XVII y las ruinas del elevador de Aguas de Gordejuela, una construcción de principios del siglo XX que albergó la primera máquina de vapor de Tenerife”.
No coincido en dos cuestiones con lo entrecomillado. Dejo a la consideración de mis apreciados lectores (que los tengo, alcalde, no creas), a qué dos aspectos concretos me refiero.
Estoy contento, si embargo, porque tengo entendido que algo se mueve en torno a la Casona de La Gorvorana. Lo que no acabo de entender muy bien, y por eso me abstengo de opinar, es lo del auditorio. No termino de verlo, pero hablando se entiende la gente. Siempre he tenido claro que debe existir un orden de prioridades. Y cuando el Cine Viera lleva esperando muchísimos años, embarcarnos en otra aventura de recintos de un par de cientos de potenciales espectadores, me parece una tomadura de pelo hacia quienes, por expectativas creadas desde el propio consistorio, vienen reclamando la adecuación de un recinto que ya está, no hay que crearlo ni mandarlo a pedir al extranjero.
Estaremos con la oreja atenta a lo que me cuenten los concejales de los grupos de la oposición. De los del grupo de gobierno poco espero. Ni me leen. Van sobrados. Están en ello. No le propongas nada porque ya ellos lo habían pensado unos siete siglos antes.
Y otro consejo (a este no llegan ni por equivocación). Revisen las leyendas de los núcleos poblacionales, como la arriba expresada, pues debieron ser redactadas en el pasado lejano y, por ejemplo, en lo de los habitantes llama la atención la imprecisión de los más de 7.500 de Realejo Alto, con la seguridad rotunda de los 4.252 de San Agustín (me imagino que incluirá Realejo Bajo, puesto que en este último apartado no vive nadie). Lo que sí se nota, y lo felicito por ello, es la mano ‘fotográfica’ de Isidro Felipe. Excelente labor recopilatoria y de notable incremento del archivo visual.
Hasta mañana.

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