viernes, 30 de octubre de 2015

Jubilación

Me señala el DRAE que jubilación (Del lat. iubilatio, -ōnis.) tiene tres acepciones o significados. A saber: 1. f. Acción y efecto de jubilar o jubilarse. 2. f. Pensión que recibe quien se ha jubilado. 3. f. desus. Viva alegría, júbilo. Y yo que he sido acérrimo defensor del uso del susodicho, vengo a estar en completo y rotundo desacuerdo con ese “desusado” de la tercera. Intuyo que ninguno de los académicos redactores del mamotreto (no el de Las Teresitas) o Libro de Petete se halle en las condiciones de un servidor. Quien el 30 de junio de 2009 dijo adiós al IES Mencey Bencomo dando por concluida su etapa como docente en activo. Ahora puede que lo esté más (activo) pero en aquellos menesteres que yo estime conveniente.
Por consiguiente, que diría Felipe, mi júbilo, que no jubileo, es tal que me permito, de tener capital para ello, viajar cuando me venga en gana, dormir hasta la hora que me dé la realísima (como si no me quiero levantar) e ir a comprar en cualquier momento del día. En lo de sacar la basura suelo cumplir con las normas cívicas dictadas. Porque es harto conocida la transformación total en este paso trascendental de la vida, al convertirnos en agentes de bolsa.
Este curso académico (2015-2016) es el séptimo que no me ha causado mayor estrés cuando el mes de septiembre hace acto de presencia. Lo más, ir a recoger algún nieto. Pero nada de madrugar, de sufrir cambios de metabolismo cuando cambian la hora, de estar pendiente por si cualquier alerta meteorológica te da una buena noticia, de preparar la maleta para el día siguiente, de corregir controles y exámenes… Quita, nada más escribirlo me deja el cuerpo con más escozores que si te trinca una pulga por la noche.
Tengo la impresión de que año que pasa me reconstituye. Organizo un viaje, o me sale uno del Imserso, y disfruto igual que cuando uno era joven y le brindaban la oportunidad de subir a un barco o a un avión. Qué digo igual, más, mucho más. Porque uno debe valorar que el organismo te responda y te halles en condiciones de colgarte una cámara al hombro para perderte por los encantos que la naturaleza te brinda en cada esquina.
Así que, señores académicos, nada de en desuso. Júbilo y viva alegría, sí y sí. Para regocijo propio y puede que sana envidia para otros. Por eso, y algún aspecto colateral más, en este próximo mes de diciembre no votaré por el partido de Mariano Rajoy. Porque yo no he visto personaje más impopular, desabrido y falto de sensibilidad. Me parece tétrico y demasiado tecnócrata. Si fuera ducho en idiomas, que no lo es, defendería una procedencia alemana antes que gallega. Sus cuadrados planteamientos me conducen a tal idea. Y a lo peor no se le quita cuando lo jubilen. Que sí, los suyos propios lo conducirán a su particular sanmartín. ¿Te apuestas algo?
La semana pasada –algo te señalé el lunes– estuve en El Hierro. Debo reconocer públicamente –lo mismo es la enésima vez– que soy un enamorado de estos peñascos atlánticos. Y me entristece sobremanera el que se haya cogido la manía –bendita, por otra parte– de querer visitar lugares exóticos, mejor cuanto más lejanos. Y no digo que sea malo, todo lo contrario, pero me duele que esa misma persona me reconozca a continuación que le queda por visitar una de nuestras perlas autóctonas. Eso no tiene perdón de la divinidad (en caso de existir, porque esa experiencia me interesa seguirla retrasando).
Coincidió la estancia con esos días de avisos coloreados. Pero ni se cayó el más mínimo trozo de la Fuga de Gorreta, ni los aerogeneradores de Gorona del Viento sufrieron desperfecto. Me dijeron que, incluso, los lagartos gigantes durmieron a pata suelta, sin temor de que les vinieran encima aguaceros inoportunos.
La casualidad hizo que en el viaje anterior (octubre de 2012) cayeran, asimismo, lindos palos de agua. Tantos que debieron cerrar el Túnel de Los Roquillos por unas horas debida a una avalancha de lodo en su salida por La Frontera.
Como sigo con la costumbre de disparar (qué gozada el no tener que llevar los rollos a Valero) a todo lo que se me ponga por delante, y aun en mis carencias técnicas más sonadas, qué colores adquiere el panorama tras una buena rociada. Aquello de que tras la tormenta viene, o renace, la calma tiene mucho de cierto en el campo de la fotografía. Y las panorámicas que se te brindan, sin ese sol de justicia que te quema la visión, son espectaculares. Todo con mi vieja Canon que no sabe, como yo, de formatos raw. Como tampoco de composiciones y arreglos de Photoshop. Lo más, poner algún horizonte derecho con la inestimable ayuda de Picasa. No me hallo en edad de presentarme a un concurso. Más que nada por si me premian. Qué vergüenza.
La instantánea, cómo no, una de las tantas de la Isla del Meridiano. Del inicio del sendero que desde Jinama (Mirador) te lleva hasta la puerta de la Iglesia de La Candelaria, con su campanario elevado, y a cuyo costado se halla el antiguo terrero de luchas… Y como escribía años ha para un tema titulado Isla de luchadores, que grabó Higa como una berlina, esta introducción recitada por José Manuel Pitti, quien ahora brega en arenas parlamentarias (cómo se echa a perder uno):
El Hierro, pequeña, avanzadilla en la mar océana, que se alonga por Orchilla a las tierras de promisión; faro de la despedida, pero también de la añoranza, de la esperanza por retornar algún día.
El Hierro, la antigua Hero, la fuente del mítico Garoé, isla de la soledad que une, isla del Meridiano Cero, al decir de Ptolomeo.
El Hierro, la isla de las sabinas doblegadas por el alisio, árbol viejo y de formas caprichosas que se retuercen tumbadas y abatidas buscando el socaire en las alturas de La Dehesa.
Y arriba, muy arriba, las nubes que se abrazan a las cumbres configurando la techumbre preñada de humedad. Y sobre ellas, el azul infinito.
Abajo, la nobleza, la hidalguía, la isla de los hombres de noble lid y generosas y amplias miras. Porque El Hierro es, además, isla de luchadores: Ramón Méndez y Machín, / El Chorizo y El Piñero, / se batieron con honor / en la arena del terrero.
Descansen. Feliz fin de semana. Y de tener posibles: ¡Viajen!

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