jueves, 15 de octubre de 2015

Un segundo adelanto

La hipótesis que nos planteamos desde aquel anteproyecto presentado durante la realización de los cursos de doctorado, fue estudiar el déficit de la instrucción primaria pública –la enseñanza pública– y el cómo tal hecho era reflejado en los medios de comunicación impresos. Salvo la previsión inicial de los plazos establecidos para su desarrollo, que se ha incumplido por diversas circunstancias, el esquema original ha sido la base del trabajo posterior. Hubo, no obstante, que acotar contenidos. Porque el desarrollo capitular así lo aconsejó. Queda abierta, sin embargo, tal y como se dirá en las oportunas conclusiones, otras puertas. Para que posteriores estudios incidan en las facetas que la presente investigación haya podido soslayar o se haya visto en la obligación de no poder tratar con la enjundia requerida.
Quisimos aportar otro “grano de arena” a ese aún incompleto campo de investigación sobre el hecho informativo per se. Y es que esa información, tan rica y variada, debe ser el fundamento básico que nos permita incrementar un depósito de trabajos, con el que pueda compendiarse algún día la Historia de la Educación en Canarias.
Carecemos de una obra de conjunto que ponga al descubierto las líneas maestras de la evolución de la enseñanza canaria en todos los niveles del sistema educativo[1].
El ir cubriendo estas carencias es –deber ser– labor harto satisfactoria. De tal suerte, deberán irse acumulando trabajos que puedan ser la futura base de un estudio de conjunto. No se trata, pues, en nuestro caso, de llevar a cabo una historia del periodismo en el período analizado. Tampoco va encaminado a elaborar una recopilación de todo el material existente, con el fin de compendiar un catálogo educativo.
Pero tiene de lo uno y de lo otro. Y las privaciones aludidas por Olegario Negrín Fajardo deberán ser cada vez menos. El intento de atesorar esa variopinta información[2] nos conduce al criterio fundamental de nuestro punto de partida, a la perspectiva principal del enfoque de esa investigación, que quiere analizar el tratamiento informativo del fenómeno educativo en el periodismo impreso.
Así, los contenidos instructivos y pedagógicos, no sólo de los periódicos de índole profesional –más reivindicativos y didácticos–, sino, además, de los de información general, que, incluso con el aditamento de sesgos evidentes por acentuadas líneas editoriales, deberán ir corroborando, con mayor o menor énfasis, una situación social en un contexto político lleno de avatares, que configuró una etapa con grandes inflexiones y signada por una profunda inestabilidad en nuestro país.
Es un trabajo más periodístico que histórico. Aunque lo primero ya parece irrenunciable para los historiadores[3]. No será, por ende, la prensa un complemento, sino el armazón nuclear de la tesis. Es la historia del día a día, de las diferentes ópticas de una misma realidad, de visiones aproximadas y de contraste de pareceres. Y dicho tratamiento constituirá una amalgama, que deberá ser reflejo de una época bastante significativa.
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El doctor Ricardo Acirón, ha realizado –fue su Tesis Doctoral[4]– la investigación del período 1785-1862, que se corresponde con el análisis de los primeros periódicos impresos en Canarias. Y del estudio pormenorizado de las conclusiones de su trabajo obtenemos casi los mismos resultados desalentadores que hallamos hasta bien  avanzado el siglo XX.  En los capítulos I y II venimos a decir que incluso para quienes transitamos aquellas escuelas de las décadas de los cincuenta y los sesenta del pasado siglo –cómo no las precedentes–, grandes y significados parecidos hemos hallado con avatares de centurias anteriores. Y mucho más en ambientes rurales como el que tuvo la oportunidad de desenvolverse el autor de estas líneas. No sólo, insisto, me remito al contexto político y social y a la realidad escolar canaria en el ámbito de la instrucción primaria, fundamentalmente pública, sino que valgan, además, estas otras pinceladas:
La provincia de Santa Cruz de Tenerife cuenta con 962 escuelas primarias, entre nacionales y privadas reconocidas, para atender a una población escolar de 67.500 niños, por lo que quedan sin poderse matricular en ninguna escuela 19.869 niños, precisándose, por lo tanto, para dar cumplimiento a lo ordenado en la vigente Ley de Educación Primaria, 838 escuelas más de las existentes.
Eran, fueron, palabras del Jefe Provincial del S.E.M., don Germánico Álvarez García, pronunciadas en el transcurso de una Semana Pedagógica celebrada del 6 al 11 de abril de 1953. Que siguen sin diferenciarse mucho de lo acontecido en muchas décadas atrás. Pero no siendo lógico que en tales tiempos, y en presencia del Excmo. Sr. Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, don Carlos Arias Navarro, se dijesen esas cosas que pudieran entrever sospecha hacia la labor del Régimen, se habla, cómo no, de la poca asistencia escolar y de la falta de colaboración de padres y autoridades locales[5] para hacer efectiva la obligatoriedad de la enseñanza, llegando a la conclusión de que en esta provincia, cuya asistencia media es de 28.231 alumnos, quedan, prácticamente, sin recibir los beneficios de las primeras letras, 39.269 niños, que constituyen un vivero permanente de analfabetismo, contra el cual se estrellan el interés del Estado y la buena voluntad de los Maestros[6].


[1] Negrín Fajardo, Olegario: Bases bibliográficas para la Historia de la Educación canaria. Homenaje a Alfonso Trujillo,  Aula de Cultura de Tenerife, 1982, tomo II, páginas 665 a 691.
[2] Yanes Mesa, Julio Antonio: Leoncio Rodríguez y “La Prensa”: una página del periodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife-Caja General de Ahorros-Herederos de Leoncio Rodríguez, página  23, Tenerife, 1996.
[3] Ibídem, página 23.
[4]  “Prensa y enseñanza en Canarias. Análisis de contenidos de los primeros periódicos impresos (1785-1862)”.
[5] Que al ser elegidos a dedo, debían ser los cabezas de turco que pusiesen el argumento a las actuaciones de los superiores. Porque el interés del Estado quedaba fuera de toda duda. A los maestros se le presuponía buena voluntad, aunque ésta estuviese demasiado contaminada por las carencias materiales y económicas. Y que ni siquiera los fines de mes permitían atisbar horizontes esperanzadores.
[6]  Drago, Revista mensual de Cultura, año I, número 5, mayo de 1953, La Laguna de Tenerife (Dirección y Oficinas: San Agustín, 44; Director: Francisco Ruiloba Palazuelos).

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