O
curiosidades de las halladas en el repaso informativo diario. Prensa, sobre
todo (que no sobretodo). Porque de la tele… Quieto, parado. Déjalo estar.
El secretario
general del sindicato que todo lo denuncia, a saber, Manos Limpias, un tal
Miguel Bernad (tanto gusto y encantado) está siendo investigado por blanqueo.
Normal, es lo que debe hacer cualquier persona que pretenda tener las manos
limpias. Sabido es que la actividad de esa organización consiste en presentarse
como acusación popular en casos de toda índole. Para tal cometido es menester euros.
Que de algún sitio deben salir, ya que Pujol no está por la labor de compartir.
Tanto nos hemos hartado de manifestar que existe mucho dinero negro en los
bajos de la sociedad española, que nada me extraña afloren hechos como el aquí
reseñado. Escasos, eso sí, pues tampoco interesa profundizar demasiado no sea
que nos falten estanterías en las que colgar tanto embutido.
El paro, por
tercer mes consecutivo aumenta. Algo meramente coyuntural, por supuesto. En estos
dos siguientes, la Navidad
y las elecciones nos echarán una mano (limpia) en el número de contrataciones.
Dijo la ministra del ramo que es algo normal. Y esos vicesecretarios jóvenes
con los que el PP piensa hacer sombra a los guapos de C´s están que se salen.
Cuando los dígitos son favorables, el mérito del logro alcanzado es solo, única
y exclusivamente, de las reformas que su partido ha llevado a cabo. Cuando,
como ahora, el varapalo es evidente, hay que establecer comparaciones con otros
países del entorno. Volvemos al alumno suspendido con un tres que baila por el
aula cuando comprueba que otro se quedó en un dos. Hasta el más tonto se
consuela. Es que no entiendo mi letra, profe.
Otra sonora
distracción en la que nos vemos involucrados los maestros. Eterno recurso al
que culpar cuando algo va mal, aunque no te lo creas (versión libre de El sol
no regresa, La Quinta Estación).
Deben tener un sueldo vinculado a los resultados obtenidos. O esta variante, un
maestro bueno no puede cobrar igual que uno malo. Váyanse a freír chuchangas. Y
después, lávense las manos. Estas simplezas me traen a mal vivir. Esto no es
cuestión de sueldos ni de resultados. Ni de buenos ni malos. Los maestros no
son malos por definición. Si lo fuera (malo) no sería maestro. Ve al
diccionario y te llevarás una sorpresa. Si se constata de que uno no cumple con
su venerable quehacer, fuera. Y si se trata de obtener buenas calificaciones
para que todos pasen, muy fácil lo están poniendo. El aprobado general se vende
bien. El avance de la sociedad no puede medirse con parámetros tan vacuos. El
problema de la educación, en general, es que está dirigida (sí, no te asustes,
dirigida) por ineptos que no han pisado una escuela en su vida. Ni en bajada.
Son tecnócratas que dictan normas como la máquina que fabrica chorizos, sin
tener en cuenta las peculiaridades de cada entorno. ¿Escribí chorizos? Voy a
lavarme las manos. Para blanquearme.
La playa
villera de Los Patos sigue sin escalera de acceso. Y no se vislumbra una
inmediata solución. Es más, el propio alcalde y aspirante a senador, don
Francisco Linares, no tiene claro si en el verano de 2016 podemos ir a darnos
unos chapuzones, o a lavarnos las manos, con total garantía. Tanto él como
Dóniz son más de secano. Y digo yo que si no sido capaz de resolver este asunto
(e intuyo que algunos más), ¿a dónde vas con mantón de Manila a hacer los
madriles? Si una simple escalera, o no tan simple, ha encontrado demasiadas
dificultades en la gestión municipal, no comprendo cómo se atreven a utilizar el
ascensor político con tanta alegría. O es que los usuarios de aquella playa
están condenados a desriscarse, mientras los llamados a solventar problemas
suben (bajan poco) en cómodas plataformas a los pisos superiores.
Como yo no me
lavo las manos, va esta décima (la del político ascensor) como colofón a este
comentario de hoy. Si te gustó, mañana hay más. Y si no te convenció, lee
también el de mañana que a lo mejor sí.
El político ascensor
aspira a seguir
subiendo,
aunque deba ir
mintiendo
sin vergüenza, sin
rubor.
Margina el cargo
anterior
cuando ocupa otro
peldaño,
sin darse cuenta del
daño
que causa con sus
acciones,
donde abundan
omisiones
o lo más un mal
apaño.
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