Voy a romper
una lanza. ¿Otra? Tengo varias en el garaje (en el armario no me caben, antes
tendría que salir yo).
Me enteré
ayer. Y aunque él se lo tenga callado, Jesús lo va a hacer público. Porque
mientras unos lucen palmito para ascender peldaños en una escalera que parece
no tener meseta o descansillo alguno, otros hacen honor a la palabra dada y
responden siempre ante el electorado que los eligió. Al que se deben. Como es
normal y lógico. Lo malo es que para aquellos unos, la lógica no entra en sus
cálculos más inmediatos. Y aspiran a subir y subir y subir y subir.
Miguel
Agustín García Rodríguez fue el cabeza de lista en la candidatura socialista al
ayuntamiento de Los Realejos. Por su preparación académica (ingeniero
informático) y su trayectoria profesional, el consejero de Presidencia,
Justicia e Igualdad, el portuense Aarón Afonso, le brindó la posibilidad de
ocupar la Dirección
General de Telecomunicaciones y Nuevas Tecnologías,
dependiente de la
Viceconsejería de Administraciones Públicas. Miguel Agustín
declinó la propuesta con la excusa, más que justificada, pero loable en grado
sumo, de que se debía a los realejeros. A los que le votaron y a los que no.
Pero que estos últimos lo harán en un futuro inmediato (esto lo sostiene un
servidor que observa cómo mucho dormido comienza a despertar) porque se han
percatado del error tremendo de haberlo hecho por un impostor al que le pagamos
sin las debidas contraprestaciones.
Mientras
Miguel Agustín, junto al inestimable aporte de sus tres compañeros de viaje,
realiza una labor de oposición constructiva, mediante la presentación de
propuestas y mociones surgidas del cada vez mayor descontento popular (no
deberíamos olvidar ni echar en saco roto que el despacho del grupo se halla
debidamente atendido en las Casas Consistoriales), a sabiendas que la
prepotencia con que se ha vestido el equipo de gobierno (al mando de Adolfo
González, pero con el rápido aprendizaje de las mozas sobradamente preparadas
en creer ser lo que jamás podrán) conducirá al latiguillo de “estamos en ello”.
Y puede que
lo estén porque la obligación de dar registro de entrada con varios días de
antelación permite a los señores liberados
tener acceso al contenido de lo que se demanda. Pero bienvenido sea por
el bien del colectivo ciudadano. Aunque la tremenda caradura sea barnizada con
la pátina de niños buenos. Hacia fuera. El lobo, qué buen turrón.
¿Y Manolo? A
sus otros quehaceres. Ahí está un dosier repleto de decretos para delegar en el
segundo de a bordo. Y como ya he dejado de manifiesto en anteriores ocasiones,
a los realejeros nos esperan unos meses con sueldos de transición. Le
abonaremos religiosamente la parte proporcional de los casi sesenta mil euros
mensuales por estar dedicado a promocionarse en su otra escalada orgánica. Ni siquiera
nos trabajará a distancia. Aunque mucho se jacte sobre su cuasi infinita
capacidad, no hay tiempo material para atender tantos calderos. El día no tiene
sino 24 horas, por mucho que nos quieran vender otras posibilidades.
Han surgido
los primeros tropiezos. Pero se apagan los pequeños conatos con las amenazas de
no salir en la foto. Y lucirse en los vericuetos de Internet les gusta más que
una tiza a un bobo. Con todos mis respetos al deficiente. Fíjate tú, estimado
lector (y hazme el favor de propagar el comentario, que parece que hay miedo),
que surge un socavón en la recién abierta carretera de Los Barros y tienen la
desfachatez de venderlo como un éxito: Es que estaba programado para acometer
el trabajo de recogida de las aguas pluviales. El elefante con paperas se les
queda corto.
Tras conocer
la noticia que dio pie al presente post, me llaman dos entrañables amigos para
trasladarme otra rebambaramba en la emisora municipal. Que tengo desconectada,
pero que no me exime del abono de la cuota de participación. El señor alcalde,
debido a sus otros menesteres, no puede dedicarse a estudiar cuáles son los
objetivos de una radio pública. Salvo el de hacer la pelota y laissez faire, laissez passer por si… El
concejal delegado bastante tiene con el deporte y entrega de metopas. Amén de
aparcar indebidamente en las cercanías del pabellón. El día que me trinque la
policía en cualquier desliz, me encierran por orden expresa de Marrón. Otro que
cobra lo que dos o tres agentes juntos y después que vendió su ‘popularidad’ en
el pueblo, se le columbra mucho por la capital. En horas de trabajo, por
supuesto. Un jefe no va a ser menos que otro jefe.
A lo que iba,
que me enrollo. Ayer la audiencia pudo deleitarse sobremanera con la conclusión
de muchos chanchullos victorieros. Se batieron récords de audiencia. A las
consabidas de los concursos se añadieron concejales (y concejalas), familiares,
allegados, aduladores y resto de la caterva. Quienes aplaudieron a rabiar
gracietas y bravuconadas. Porque de aquí para allá, todo lícito. Y no vale la
queja institucional. Carta blanca. El derecho al respeto, al honor, a la
imagen, queda muy por abajo que el derecho al insulto. Y como este vende más,
chiripitifláutico. Yo a ti, lo que me venga en gana. Tú a mí, cuidadito que te
denuncio. ¿Y los que cobran para dignificar la función pública? Cantan: Ay, mi
Realejos norteño, que el Teide gigante guarda, un paraíso de ensueño a la
sombra de Tigaiga.
Así me
gustaría que fuese. Ahora no lo es. Por mor del ayuntamiento (político) paralelo.
Donde la celeridad administrativa prometida se ha quedado en la frase más
repetida de los contornos: Falta la firma del alcalde. Me da pena de Adolfo
(hasta fue mi amigo en Facebook), pero me temo que se le está pegando. Como los
‘rabodeasnos’ de las plataneras. Cuando los había. Y las había. ¿Del resto?
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
No te
preocupes, Miguel Agustín. Sigue adelante, como la hormiguita. No olvides que
más alto subió la palma y al suelo bajó a barrer. Y enhorabuena por ese gesto
que no todos estarían dispuestos a asumir. Sobre todo a los que los pueblos se
les quedan pequeños y en su horizonte (de ambición) las miras se tornan
reviradas. En este segundo mandato –¿copia del de Aznar?– se les está viendo
demasiado pronto el plumero, o el rejo.
Creo que me
estoy ganando a pulso el nombramiento de hijo predilecto. De hijo, sí. Intuyo
que el adjetivo lo van a cambiar. Al igual me acusan de estar en campaña. Es
capaz. Son capaces. Se me ocurre que, quizás, deba hablar con un joven al que
le están tomando el pelo al revés y al derecho. Pero ese será otro cantar.
Hasta mañana.
Y no dejen que las conciencias sigan aletargadas. Despiértense, demontres, que
ya cambiaron la hora.
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