martes, 8 de diciembre de 2015

Otra Convivencia

Este pasado domingo, 6 de diciembre, Día de la Constitución, me fui hasta La Perdoma porque los amigos de la Agrupación Folclórica de Higa me habían invitado, como cada año, a la Convivencia. Celebración en la que conmemoran los orígenes del grupo, allá por los finales de 1979 (aunque oficialmente datan su nacimiento el 14 de febrero de 1980, con motivo de su primera actuación en público) y el aniversario de la inauguración de su local social, el remozado secadero de tabaco, en La Marzagana.
Si estos perdomeros fueran más ‘ambiciosos’, se hubiesen buscado cualquier foto de la romería villera y se habrían equiparado a otros veteranos del folclore para presumir de una trayectoria más larga. Pero, a lo peor, el gran cura salesiano, don Víctor Rodríguez (cuya intensa y fecunda labor es recordada en la actualidad desde la fundación que lleva su nombre), les llamaría la atención desde su tumba porque él también agarró el timple para subirse al escenario en Cañeño, aunque debiera esconderse detrás para que nadie se percatara de sus escasos dominios con el camellito sonoro.
Allí, en el Balcón de Higa, tuvimos la oportunidad de hablar largo y tendido, de intercambiar pareceres, con quienes fueron compañeros de viaje hasta que me dio por colgar el instrumento hace unos inviernos. ¿Por qué te ríes? Con los que sigo teniendo una excelente relación, fruto de la cual son estos encuentros para compartir mesa y mantel.
Francisco Linares no acudió este año a la cita. Tenía catarro, fue la disculpa que argumentó Eduardo. Yo no me lo creí. Me parece que él (Eduardo) tampoco. Con el concejal hablé varios minutos. Nos dio tiempo de arreglar muchos asuntos del panorama del Valle. En la próxima, a buen seguro, acabaremos con lo que nos quedó pendiente.
Ya que doña Ana Oramas estaba colgando en la farola de enfrente, colegimos en qué joven se encuentra. Los años no pasan por ella. Unas arrugas sin importancia se signan en aquel retrato de colegiala. Nadie diría que apenas lleva unas cuatro décadas ordeñando la teta pública. Coño, la campaña, que no me acordaba. Ahora sí me cuadra el resfriado de Francisco, el alcalde de las doce horas diarias a piñón fijo, y aspirante a senador. Cargo en el que piensa echarle las otras doce. Y otras tantas para dormir, comer y atender a la familia. Basta una proposición de ley y el día pasará a contar con un mínimo de 40 horas. Bueno, no solo fui yo el que comentó la escasa seriedad en asuntos que atañen la inteligencia del elector y las veleidades políticas en cuestiones de duplicidad de cargos. Sobrados, superhéroes, extraterrestres, supermanes… ¿Y nosotros? Idiotas, ingenuos, soplagaitas, gilipuertas…
Comimos, bebimos, charlamos y nos entretuvimos. Hasta que nos fuimos. Pero en la calle, seguimos. En la rotulada bajo el nombre de Onelio García, el padre de Juan, el de Tipografía García, echamos la (pen)última conversa. Que se ocupó de sacristanes y zapateros. Y de cuando se excavó la tumba donde se inhumaron los restos de don José Ponte.
A la misa previa no fui. A mi edad ya no estoy para tantos trotes y uno debe elegir entre las varias posibilidades. Me pareció más conveniente y oportuna la comida del cuerpo. La espiritualidad sigue bajo mínimos y ante la inseguridad, ya se sabe. Así que la opción gastronómica me pareció más convincente.
También hablamos de pensiones, mejor, de cómo desciende peligrosamente el nivel de la hucha. Y de periodismo con un estudiante de la cosa. Hasta el amigo Humberto tuvo su huequito.
Como alguno siempre reprocha ausencias de ediciones anteriores, vaya en mi descargo que solo ocurre ello cuando me hallo fuera de la isla. Porque el cuerpo a veces se pone bobo y pide viajes. Y yo me limito a complacerlo. Y este puente, o acueducto, se presta. Lo positivo es que ya uno se encuentra en el periodo de poder elegir los días que te convengan. Y, normalmente, huye de aquellas fechas en que las salidas son masivas. Como ha sido ahora, sin duda.
Para los ‘celebrantes’, los versos de rigor, junto al deseo de que continúen en la brecha. Los tiempos son difíciles y las actuaciones brillan por su ausencia. Pero que la constancia supere todas las adversidades. ¡Ah!, asimismo hablamos (poco, la verdad) del Festival Arautápala. Y hasta aquí puedo leer.

Estuve de Convivencia
en La Perdoma con Higa,
un grupo de gente amiga
que con tesón y paciencia
acumulan experiencia
en el mundo del folclor;
permítanme que en su honor,
con la décima presente,
el humilde verso aliente
un futuro de esplendor.
Hasta mañana.

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