miércoles, 13 de enero de 2016

Así, no

Como ha habido comentarios o artículos anteriores que contenían el vocablo pacto, he preferido buscar otro titular para el presente de hoy miércoles. Pero en el que deberé referirme al entendimiento, o no, al que estamos condenados los canarios después de cada convocatoria electoral. Y que no siempre (más bien nunca) lleva a regir los destinos comunitarios a los que obtuvieron más papeletas en el envite. Un somero repaso por la no tan larga historia de esta nacionalidad nos señalará los muchos vaivenes habidos.
Podría haber roto una lanza a favor de la pobre Infanta (o ignorante, ¿mejor, no?). No hay derecho a que se vulneren tan alegremente sus derechos (sus izquierdos los mantiene intactos) por un saqueo que apenas sobrepasa los seis millones de euros. Eso me lo gasto yo el Día de Reyes. Menos mal que se ha encontrado un fiscal monárquico que intenta invertir la situación a la que condujo el malvado juez Castro. La trató de forma inquisitiva por ser quien es. Eso se escuchó por Mallorca y hasta en la mismísima Formentera. Además, ella no sabía nada.
Dejemos los asuntos reales para plumas mejor cortadas y vayamos con lo nuestro. Mientras Barragán se desgañita en su cruzada por resucitar Coalición Canaria y volver a ilusionar a la gente (¿con esa cara, mi niño?), parece que a Ruano no le ha llegado el estribillo y persiste en cantar viejas letras. Ahora le dio por fijarse en Arona. Donde el PSOE ha asegurado una mayoría estable al llegar a un acuerdo con Ciudadanos. Y como el paso por la Consejería de Educación lo dejó algo bajo de dioptrías, alguien debería señalarle el camino hacia otros municipios.
Puede que  José Miguel haya sentido el terremoto, magnitud 3,5, registrado en La Oliva a consecuencia de los moquetes que da el señor Marqués (Domingo González Arroyo) por los desplantes sufridos, y entienda que los tambores de guerra están tocando avanti tutti.
Es que no tienen dos dedos de frente. Se deshacen a cachitos y continúan de curritos en posiciones de ordeno y mando. Desaparecieron en mi pueblo para general regocijo de la tropa de Manolo, han descendido en aquellas plazas que creían intocables y solo permanecen con cierto desparpajo en los territorios donde las redes clientelares aún se sujetan con cierta solvencia. A pesar de la bajona, se toman la pastilla (o el vasito del reconstituyente vino Sansón) y lanzan órdagos (envites, más canario) a los socialistas. Son sabedores, no obstante que mientras ellos cantan isas y polcas, los socios solo recurren a la lastimera malagueña a modo de consuelo. Por si acaso. Y déjalo estar.
Un servidor cree que a los políticos debería exigírseles el requisito previo de poseer un certificado que los habilite, o acredite, en el más común de los sentidos: el sentido común. Como el carné de manipulador de alimentos  a todo aquel que trabaje, o lo pretenda, en los sectores del ramo.
Han sido tantos los rifirrafes producidos por los denominados pactos en cascada, que ya va siendo hora de que alguien (de los que piensan un fisco) esgrima que ni los resultados, ni las variables anexas, ni las situaciones (amplísimo etcétera) pueden justificar que lo que se entienda de interés o conveniente para la gobernabilidad de Canarias tiene que ser válido o factible para cabildos y ayuntamientos.
No voy a hacer un listado de las anomalías presentes y pasadas. Todos hallaremos ejemplos para rellenar folios. Las formaciones políticas, que tanto se jactan de presumir del término democracia, deberían ponerla en práctica respetando las autonomías de las agrupaciones locales. Conocedoras de las circunstancias particulares, casuísticas y peculiaridades de cada pueblo, recurrirían a los acuerdos (en caso de no haber mayorías absolutas) que, a buen seguro, no provocarían tantos desaguisados y anomalías en la gestión de los recursos públicos. Porque les conviene no llegar con el paso cambiado cuando deban pasar el examen en las siguientes elecciones.
Pero no, aquí en Canarias se impone el ordeno y mando. Yo pacto y tú sigue mis pasos. Y olvidan el más elemental considerando: la procedencia de los votos. Y que el resultado de la suma depende de las ganancias obtenidas a través del esfuerzo de las ejecutivas que dan el callo a la inmediatez ciudadana. Y que son los de abajo –las mayoría de ellos sin mayores aspiraciones que el servir desinteresadamente a los vecinos– los auténticos pilares del edificio. Sin una buena base, ni tronco ni cabeza. En definitiva, así, no. Pactos en cascada, imposible encaje en una realidad tan dispar.
Como es de bien nacidos el ser agradecido, vaya mi más sincero aplauso por no prestar el más mínimo interés a esta posible propuesta a debatir, enviarla directamente a la papelera y reconocer con enorme satisfacción que es la cúpula la única instancia capacitada para ejercer el funcionamiento neuronal. Cuando los incumplimientos alcancen su máximo esplendor con el caos total, vengan a pedirnos el voto con falsos propósitos de enmiendas. De nada. Y hasta mañana, oiga.

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