Rogando al
cielo lluvia y miel… Agüita, agüita, que la rama está sequita… Así cantan Olga
Cerpa y Mestisay. Y la rogativa surtió efecto. Tarde, pero llegó el invierno.
Aquí está… Agüita.
Podé mis
hortensias el pasado 2 de febrero (cuarto menguante). Ayer bien temprano subí a
Las Abiertas para comprobar cómo iba el negocio. Casi ni me bajo del coche,
pues a eso de las nueve (o próximo a las nueve, que decía mi madre) comenzó a
llover. Ya el horizonte me iba indicando por el camino la que se avecinaba. El
hecho es que a las nueve y media ya estaba de regreso. Si el agua que
‘circulaba’ por la vía, pongamos que hasta El Amparo, fuera recogida en balsas,
estanques, presas u otros depósitos de suficiente porte, seguro que tendríamos
líquido elemento para una buena temporada. Qué manera de correr pendiente
abajo. Los chorros pasaban por encima de las alcantarillas a tal velocidad, que
cuando las rejas iban a decirle adiós, el fuerte caudal de sus buenas pipas
(medida de capacidad que equivale a 480 litros) ya se hallaba saltando el espacio
de la siguiente. Me dijo una vez un técnico que arrastraban muchos restos de
combustibles, aceites y demás. No creo que los adelantos tecnológicos no hayan
posibilitado sistemas adecuados para la pertinente adecuación. Agüita.
Es curioso el
arrebato que nos entra cuando caen cuatro gotas. Porque inviernos ha habido
desde que el mundo es mundo. Aquí y en la Cochinchina. Pero
como el móvil forma parte de la anatomía humana, las fotos (algunas del año de
la pera, pero todo cuela) invaden ese sugerente campo de las redes sociales. Y
vuelve a surgir la manía de “este agua”. Que siempre me recuerda un equipo de
fútbol: el Steaua de Bucarest. Pues
sigan diciéndolo, y escribiéndolo, como les venga en gana porque ya agoté el
cupo de clases gratis. Agüita.
Como viví en
varias de las casas de medianeros que había en la finca de La Gorvorana (incluida
la Casona, la
que va a restaurar el ayuntamiento mediante un proyecto de la Universidad Europea…
¡Se acabó!), son muchas las ocasiones que me pregunto cómo demonios llegué
(llegamos) a estas alturas de la vida. Cae una posma apenas y hacemos unos
dramas que para qué contarte. Aquellas edificaciones de piedra muerta (tosca) y
una cubierta de teja mantenida con unas cuantas piedras aguantaron temporales
de los que ya no abundan. Que nos hemos vuelto mimosos. Agüita.
Eso sí, ayer
nos dio tiempo de ver la suciedad de los cristales. Porque todos los que no
tenemos nada que hacer, me incluyo, nos pasamos horas detrás de ellos. ¡Qué
bonito es ver llover! ¡Qué bello el discurrir de esa gota que te deja anonadado
con el descenso increíble a través de la pulida superficie! Ya se me puso ‘semental’.
Agüita.
El
desprendimiento de un buen trozo de carretera en los aledaños del IES Alfonso
Fernández García, en La Victoria,
habrá servido a la corporación surgida de la moción de censura para arremeter
contra el saliente mandatario Fermín Correa, culpable de todas las desgracias
habidas desde el Renacimiento a esta parte. Al autocensurado Leo García le
habrá correspondido dirigir el tráfico, canalizar las escorrentías, evaluar los
daños, elaborar el proyecto de acondicionamiento, buscar la financiación,
comprar el cemento, ir a buscar el revuelto, conducir el coche oficial porque
Haroldo va muy deprisa y lo multan… Sí, señor, los siete liberados. En un
pueblo que cuenta con cuatro policías. Solo falta que Domínguez les envíe otro
Marrón. De película. Agüita.
Una
representación de pescadores de El Hierro se fueron a Madrid de la mano de
Narvay Quintero, consejero de algo en el gobierno canario y portavoz aunque no
se le entiende muy bien cuando habla, a entrevistarse con… Ana Oramas. Manda
Restingas. Agüita (la que les falta a todos los excursionistas).
Una media de
388 euros gastaba Rita Barberá cada vez que entraba en un restaurante. Normal.
¿Ustedes la han visto bien? ¿A que no te dio con un repaso y tuviste que volver
a empezar? Agüita.
El
ayuntamiento de mi pueblo compró 20 contenedores amarillos. Y la información
brindó la oportunidad para dar a conocer las excelencias del alcalde y los
tremendos sacrificios para mejorar vehículos, herramientas y el trabajo de todo
el equipo humano, la empresa de servicios, la explanada del mercado municipal,
cometidos de la concejalía de servicios (que los lleva un gerente y los diferentes
encargados), la de medio ambiente... Y esta vez en la foto solo salieron los
contenedores y un disco de prohibido aparcar. No hay derecho. Ni una reseña del
plan de seguridad, con lo expuestos que están a las acciones vandálicas… ¿Cómo?
¡Ah!, vale: marrón, canelo, basuras, recogida selectiva, mierda… Lo que los
portugueses denominan imprensa marrom.
Agüita.
Ya estoy
vislumbrando unas clareas en el cielo. Como redacto estas líneas el jueves por
la tarde, bien tarde, lo mismo preparo los plásticos para irme el domingo a Las
Cañadas y me mando unas arrulladitas. Y cuando retornemos con unos tanganazos
de más… qué bien lo pasemos. Agüita.
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