Vámoloslos todos pa´rriba que yo conozco
un atajo… Y partieron las excursiones. Y los excursionistas. Bien surtidos de provisiones
(tortillas, croquetas, el termo con el café con leche, la botellita de anís el
mono…), bien enfundados en cuanta prenda había en el armario (incluso aquellas
que las guardamos por si…), los guantes de punto cruz…
–¿Tú pusiste
los plásticos que guardamos en el garaje del año pasado? Ños, ponle las botas
al niño y quítale esos tenis que se va a enfangar todo. Chacha, dile a tu madre
que se ande, siempre lo mismo, coño, que si la nivea, la braga, el protector de
los bezos, a dónde vas con los duraznos en almíbar…
–¿Y si nos
quedamos bloqueados, qué? Hay que ser precavidos. ¿Tú le miraste las gomas al
coche? ¿Y llenaste el depósito? ¿Cogiste la linterna? ¿Comprobaste si la radio
tenía pilas?
No pretendo
parodiar a Manolo Vieira, pero casi. No es gira a las playas del sur, pero
casi. Por todos los canales habidos y por haber, avisos de que los accesos
están cortados. Las instituciones competentes ya no saben qué hacer para
contener avalanchas. A lo peor el paro tiene la culpa. Los medios de
comunicación fomentan e incitan a la novelería. La televisión autonómica
moviliza a las intrépidas reporteras y no escatima recursos. Ni materiales ni
humanos. El gabinete de prensa del ayuntamiento villero cuelga decenas de
fotografías en las redes sociales para poner los dientes largos a la población
al tiempo que los anima a salir de la casa y largarse para los altos. Vayan las
prohibiciones a tomar viento fresco. Arrullémonos todos. Y a los que se quedan
atrapados, una palmadita en la espalda, chocolate con churros… y una buena
sanción, carajo, por hacer el oso polar.
A los
políticos profesionales –de los otros, los de los verdaderos actos de servicio
y sentido de la responsabilidad, ya van quedando pocos– les encanta fomentar
estas romerías. Pueblo entretenido no busca follones, ni ve baches, ni se
percata de farolas fundidas y escaso alumbrado… Pan y circo.
Ayer caminé
un rato por la mañana. Tuve que bajar a La Longuera a resolver un asunto bancario. Adiós,
esteee. Luego me fui a echarle una visual al charco del final de La Gallera, debajo de la
autopista. Los ingenieros saben mucho de canalizar cables de alta tensión, pero
muy poco de aguas pluviales. Seguro que los vecinos no le mandaron la queja al
concejal de servicios, formulario de incidencias por Internet. Para que este se
lo comunicara al gerente de la empresa. Y este, a su vez, le pasara el recado
al encargado. Quien debería contactar, vía móvil, con Marrón. Personaje (más
controvertido que el Rascayú) que transmitiría a uno de los policías que tiene
a su disposición (y fuera de servicio, con lo que la plantilla ‘activa’ es
similar a la que existía cuando yo era político a la antigua usanza) la
incidencia. Que la elevaría al jefe teórico del cuerpo en cuestión para que
averiguara dónde se podrían conseguir unas vallas…
Por La Higuerita me encontré
con un amigo, también docente jubilado. Intercambiamos cuatro frases. Me
preguntó por el blog y me insinuó que debería meterme más con las cosas del
Puerto. Para qué si de eso ya se encarga el nuevo alcalde. Que es el mío y el
de los victorieros. El que va a arreglar la piscina para evitar las tristes y
lamentables escenas de ver al equipo de natación sincronizada entrenando en el
muelle. Ni Alonso ni Abreu. Yo, yo y mis circunstancias. Lope está contento de
que Manolo se inmiscuya y traspase las lindes del Burgado. Un comino se le
importa el que lo estén poniendo a la altura del betún. Eso se olvida a final
de mes. Y como lo columbré cierta vez, y me lo ratifican indeterminados espías,
parece que se observa demasiado movimiento desde El Penitente a un despacho
ubicado en La Ranilla. Vivan
las dedicaciones exclusivas. A pares. O a tríos. Qué cosas.
Pues sí,
amigos, el cabildo tinerfeño, a la hora de redactar estas líneas, mantenía el
cierre a Las Cañadas para garantizar la seguridad de las personas. ¿De cuáles?
Porque las verbenas que atisbo en Facebook no desmerecen de los mogollones
carnavaleros. Mejor haríamos en poner los carteles en inglés. Idioma en el que
Rajoy comunicó a Cameron que habría nuevas elecciones en junio. Los progresos
son evidentes. El PP valenciano le ha pagado los cursos del profesor Maurer (El
inglés en mil palabras). Y todavía hay un digital que lleva unos días con esta interrogación: ¿Es Rajoy un gafe? Vaya pregunta más tonta.
Y acabo con
una cuestión que de blanca (por lo de la nieve) solo tiene las canas de los dos
personajes: Julio Anguita y yo. El segundo es el que opina. Sagrado derecho que
me reconoce la Constitución. Ese
apartado no se halla en la agenda del cambio. Y el primero, el iluminado, se
debe creer un dios. Aparte de un califa. Él no se equivoca jamás. Los demás son
escoria. Y siempre acaba sus disertaciones con la tonadilla de la pensión. Por
lo visto es el único español que ha ocupado cargos, volvió a su profesión y
ahora vive de su jubilación. Mire usted, don Julio, no presuma tanto de su buen
hacer y entienda que somos muchos, antes que su eminencia, los que nos echamos
a un lado y retornamos a los quehaceres que aportaban los garbanzos. Insisto,
muchos. Y como creo que nada tiene que enseñarme en ese camino, baje del
pedestal, sea más modesto y reconozca que en la política actual también hay
gente honrada. Décadas atrás, ni le cuento. Su inquina socialista es
directamente proporcional a su admiración por el ‘comunista’ Iglesias, el que
lo ha hecho todo a su imagen y semejanza. Y dos huevos duros. Solo le falta
resucitar la pinza. Mándese una papa. Tranquilo, corre de mi cuenta.
Hasta mañana.
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