martes, 1 de marzo de 2016

Contradicciones

O contraindicaciones, que ya no sé. Porque si hasta hace unos años el yo lo vi en la tele era sentencia para ponerle el cuño, ahora hemos cambiado las tornas hacia Facebook y allegados. Y como nadie exige que deba existir un contraste mínimo de lo que se publica, o te das de baja del juguete o seleccionas tus lecturas (más bien visiones rápidas) antes de que te dé el soponcio. Con el agravante de que cada cual se cree en poder de la verdad absoluta y los comentarios que se suscitan demuestran que el consenso es objetivo imposible. De tener la santa paciencia de pasar del crítico número diez, te percatarás de que las opiniones vertidas guardan tanta relación con el mensaje inicial como el parecido de un huevo con una castaña.
Aquellos que utilizan las redes sociales como plataforma política, aun con el inconveniente de que te aparezca el cartelito de ‘Ver más’ (aviso que debes evitar si quieres que te lean íntegramente el texto), deberán ser conscientes de que los enemigos (esta opción también sería oportuna) van a saltar como resortes, cuando no a degüello. Hay algunos que lanzan idéntica proclama, independientemente del origen noticiable. Algo que la actualidad en todo lo concerniente a la formación del gobierno que rija los destinos del país se ha puesto de manifiesto de manera más que evidente.
Todos, y cuando escribo todos quiero sentenciar rotundamente que todos, se erigen en salvadores de la patria. Nos quieren –bien nos quieren– y se preocupan –bien se preocupan– de nuestros problemas proponiéndonos múltiples soluciones a los agobios y dificultades. Dictándonos de antemano que solo sus propuestas son las que nos sacarán del marasmo, del caos, de la indolencia. Y se miden en folios. Los otros no tienen ni la más pajolera idea.
Cuando procede sacar factor común, hallar la media aritmética, analizar los puntos que converjan, enumerar las discrepancias, aunar esfuerzos, ceder en las posiciones maximalistas y, en definitiva, ponernos de acuerdo en lo que la sociedad demanda, pegamos unas rajadas impresionantes y nos mantenemos firmes en nuestras convicciones sin pensar que somos meros instrumentos al servicio de los que ‘aparatosamente’ decimos representar.
Rajoy, máximo responsable –por ahora– del Partido Popular, reconoció motu proprio que era persona non grata, aparte de Pontevedra, para el resto de todo el arco político. Vamos, que no lo quiere nadie. Y le dijo a Felipe que con él no contara. Que se iba a sentar a verlas venir. Por lo que el segundo en el escalafón dio un paso al frente y ha venido intentando lo que para muchos se antoja misión imposible. Unos alegan que por ambición. Otros que por responsabilidad. Los pareceres, ya se sabe.
Los más activos en el lanzamiento indiscriminado de andanadas son los que se definen votantes de Podemos. Que vienen a constituirse en cabezas visibles de la izquierda genuina, probada, innegable e indiscutible. Vamos, lo mismo que Izquierda Unida, o como se llame ahora. Puesto que el PSOE, siendo muy generosos, socialdemócratas, que ya, y a declaraciones y escritos varios me remito, derechas de libro.
Allá por los albores del pasado siglo, Lenin acuñó su centralismo democrático. Las derivas de los partidos comunistas de todo el mundo señalan que mucho de lo primero y tintes más bien escasos de lo segundo. Años más tarde, por 1914, bautizó como ‘socialtraidores’ a los que se apartaron de sus dictados. Y en España no hemos abandonado esa cantinela. Los piropos de relajo, escorado y debilidad siempre han enfilado la diana del partido de Pablo Iglesias, el tipógrafo.
Pero ha llegado otro, el ilustrado. Y al darse cuenta de que la trayectoria de los socialistas verdaderos, los herederos, o seguidores, del comunismo bolchevique, iba directa al abismo, se define socialdemócrata. Y le adhiere la etiqueta de cómo Marx, Engels o el mismísimo Vladimir Ilich (a saber, Lenin). Al verse obligado a establecer puentes entre los movimientos sociales, productos del cabreo y la insatisfacción, y la realidad, para engarzar esos descontentos en plataformas políticas, nada mejor que abandonar el debate izquierda-derecha, porque esa izquierda con la que se comulga en la teoría ha sido derrotada en la práctica. En los círculos se defienden tales principios, pero en el tablero político se juega con otras piezas. Es, ha sido, una renuncia estratégica. Nos hemos aprovechado del enfado social y lo canalizamos, con la apariencia de seguir siendo los revolucionarios de siempre, hacia el juego tradicional de la casta que criticamos en los orígenes, y persisten aunque con la boca pequeña. Participamos en la dinámica, en el recreo, pero nadando a las aguas que fueren menester y manteniendo a buen recaudo las apariencias.
Les ha molestado sobremanera el que el PSOE haya sido capaz de entenderse con Ciudadanos. A los que sí interesa calificar de derechosos en grado superlativo. A los de ambos extremos. Que deben tocarse en este escenario global (de globo). Y desde ya tendemos la mano a los malvados. A los que los otros tildan de paripés y ceremoniales. Malabares. Acciones de inmadurez supina.
Me apuesto 50 céntimos a que no habrá nuevas elecciones. Restan dos meses para mucho fuego de artificio. Pero habrá acuerdo porque los intereses pesan demasiado. No te extrañe que pueda ocurrir aquí lo que en Grecia. Y que Mariano ostente la cartera del Ministerio de Exteriores, dados sus notorios progresos idiomáticos. Aunque si yo fuera Sánchez y dispusiera de una pizca de ambición, ya que todos me quieren, presidente sí o sí. ¿O no?

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