jueves, 3 de marzo de 2016

Décimas de las ausencias

Como no pienso escribir una línea del debate de investidura –solo vi unos minutos mientras esperaba ayer en el dentista para la limpieza de rigor– porque los sesudos analistas, tertulianos, comentaristas y resto del gremio me han hecho cambiar de opinión –dónde voy yo con tanto lumbrera– acudo al baúl de los recuerdos y me tropiezo con una décimas, que titulé de las ausencias, encargadas por la Comisión de Fiestas de mi barrio (Toscal-Longuera) del año 2006. Dado que en esa época uno ya residía en su actual domicilio de la Urbanización Los Príncipes (era tiempo de gastar los euros mangados en mi pretérita etapa política en el ayuntamiento de Los Realejos; corrupto que es uno), cuando el programa estuvo en la imprenta, alguien tuvo la (in)feliz ocurrencia de suprimir las estrofas que creyó oportuno, pues ya se sabe que la mayoría de páginas se destinan a propaganda comercial. Y el churro que salió me dejó con tan fuerte cabreo que a partir de ese entonces me dije: “Más nunca”. Y lo que ha salido después ha hecho acto de presencia en este blog y poco más. Vamos con ellas:

Otra vez me han encargado
que a este programa me alongue,
y que en el mismo yo nombre
personajes del pasado
que su quehacer han legado.
Y siendo de bien nacido
el mostrarse agradecido,
aquí me tienen rimando,
y verso a verso hilvanando
el compromiso adquirido.

Y me puse a recordar
por los pasajes de antaño,
de cuando hace unos años
mucho campo que admirar,
y un inmenso platanar
que la marea lindaba
–pues cerca la playa estaba–
por El Horno y por La Fuente,
que en los veranos la gente
cada día transitaba.

Pues Los Roques atraía
al vecino en general,
que en busca de yodo y sal
a remojarse acudía.
Alguno se entretenía
agenciando buenas lapas
que le servían de tapas;
otro pardelas buscaba
y al Roque se encaramaba
sin tener planos ni mapas.

En los pesqueros las cañas
asoman por todos lados,
hoy no abundan los pescados,
pero no se pierden mañas.
Más que un arte es hazaña,
pues un fisco pescadito
se nos hace bien gordito,
y además de gran tamaño:
mentirijitas sin daño
que no suponen delito.

Siempre tuvo el pescador
el carné de exagerado:
siempre se escapa el pescado
que tiene mejor sabor
y en la sartén: ¡fuerte olor!
Del agua no lo sacamos,
pero siempre imaginamos
que somos el no va más,
y si acaso a los demás
la menudencia dejamos.

Por Pejerreyes, cazones,
de Pablo en la capitana;
mas cantar de buena gana:
reclamos por mil rincones,
de Ravelo sus canciones.
La morena se asomaba
y en el lazo se enganchaba;
hasta escuchaba el “silbío”,
arriba Isidro el Tavío,
que en El Pesador estaba.

Son tantos los personajes
que me temo los olvidos,
pues si fueren conocidos,
aquellos de sus linajes
me espetarán, sin ambages,
que ellos fueron historia,
que guardan en su memoria
aconteceres variados,
para siempre recordados
y dignos también de gloria.

El ser de La Gorvorana
me concede gran ventaja,
pues si destapo la caja
de un ayer que fue mañana,
me encuentro una vida sana
donde no había ni luz.
Y por la fiestas de Cruz,
el pique de ambos lados
dejaba ciertos enfados,
pero ningún patatús.

Y si hablo de un desmayo,
debemos citar a Flora,
quien no bendijo la hora,
pudo ser abril o mayo,
que rápidos como un rayo,
los artistas ambulantes
le cambiaron el semblante,
adivinando el pasado
de algún que otro allegado:
todo ocurrió en un instante.

Qué decir de Juan Espuela,
de Eliseo y Pepe Oliva,
las bestias en la sorriba,
los caminos a la escuela,
Siño Gaspar, Siña Adela.
Los toscones, las carretas,
a las ventas con seretas,
don Alejo, Los Molleros,
tan escasos los dineros
que era mucho dos pesetas.

Plataneras, tomateros,
con cebollas y batatas,
gran abundancia de matas;
las casas, lindos floreros,
caminos con agujeros.
Doña Lutgarda y Domingo
que por su venta distingo,
también la tasca de Elías,
donde los vinos bebías
con envidos, que no bingos.

Argelio siguió el negocio,
que ya era Media Cuesta,
y El Parranda por la fiesta
brindaba ratos de ocio.
Desconocían el bocio
en tiempos de agua en chorro;
las chicas juegan al corro,
los chicos a la pelota;
¡cuidado!, la lona rota:
tu madre te da en el morro.

Una col de tronco largo
tenía Jorge Marrero,
bien cerquita del terrero
de las luchas, me hago cargo.
Fue un instante amargo
cuando Julián pereció,
en el estanque se ahogó;
en los momentos de antaño
también nos hicimos daño,
también sentimos dolor.

Las Arenitas, La Hoya,
las escuelas y el drago;
a La Zanjita yo alabo,
El Monturrio en la memoria,
ya pasaron a la historia.
De “siños” hubo bastantes,
así se llamaban antes:
Juan Ramón, Matías, Clara,
Carmen, Bartolo, Juana...
y siempre de buen talante.

Hubo también los apodos
que yo no voy a nombrar,
aunque es bueno recordar.
Sí mento, de todos modos
a Elena y Manuel Socorro,
y a Vicente el zapatero,
y a Vicente el jardinero;
camino a La Ciudadela,
siña Rosario y Fidela,
Espinosas, Acevedos.

Siña Eustaquia y Frasquita,
Rosario y Catalina,
en El Toscal, Peregrina,
y Nieves que nos concita
a echar una mascarita.
La tele de Venezuela,
aquello era una escuela,
y la puso Carmelina
con motor de gasolina;
en otras casas: la vela.

Se quedan en el cajón
un sinfín de aconteceres,
pues en el saco de haberes
guardados hay un montón.
Pero te doy mi opinión:
es hora de rescatar
y para siempre tratar
de redactar el legado
que los “viejos” han dejado:
¡lo debemos intentar!

A ti, joven, yo te animo,
recoge bien el testigo,
que sepas que estoy contigo;
debes seguir el camino:
un canario trino a trino
con su canto nos agrada.
No partirás de la nada,
pues ya tienes recorrido
lo que hemos reunido
poco a poco, de la nada.

En el programa no cabe
lo que viene a mi memoria,
aunque es bien larga la historia
–la Comisión ya lo sabe–
puede que nunca se acabe.
Si recordar es vivir,
habremos de convenir
que en otra continuaremos,
pues si en este no cabemos,
otra fiesta ha de venir.

Ahora toca diversión,
que ya el festejo comienza,
pero ten presente y piensa
que ha costado buen montón.
Ayuda a la Comisión,
¡oh, Virgen de Guadalupe!
Si versificar no supe
a todos ruego perdones;
para ustedes, bendiciones,
que la fiesta nos agrupe.

A todos los mencionados, mis respetos. A los omitidos, mis excusas. Y a Francisco García Ramón, gracias por la foto.

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