No me
preocupa tanto el que sigamos sin tener gobierno –unos meses sin recortes nos
sirven como desahogo tras unos años de reiterados sablazos– cuanto que diputados
y senadores (a lo que debemos añadir una notable plantilla de funcionarios y
personal de libre designación) sigan percibiendo sus honorarios cada fin de
mes.
Se
disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones generales el 26 de octubre de
2015. Se toma como algo natural el que pueda haber otra cita el 26 de junio. Lo
que se traduce en un gasto añadido de bastantes millones. Para volver a empezar
con el guineo correspondiente porque no se vislumbra por horizonte alguno que
con dos formaciones políticas se pueda alcanzar la tan ansiada mayoría absoluta
en el Palacio de San Jerónimo (176). Con lo que, fácilmente, nos encontraríamos
en el próximo otoño dándole vueltas a la rueda de la fortuna por si cae la
breva. Mientras, vayan sumando miles de euros que entran en las cuentas
corrientes de sus señorías por no dar un palo al agua.
¿Has oído que
cualquiera de los elegidos, incluye a los impolutos de Podemos (los anticasta,
no perdamos el norte), haya alzado la voz para intentar poner una solución a
este despilfarro manifiesto, a este robo a mano armada? Nadie. Para este tema
no se abre la boca. Qué bien les viene a los acomodados este medio año
sabático. Mientras, los pensionistas debemos cerrar el pico y no protestar
demasiado, no sea que el 0,25% peligre. Los que tienen la tremenda suerte de ir
al curro cada día, dar gracias a estos legisladores por su preocupación en el
estado del bienestar. El suyo, claro. Y a los que siguen sin alcanzar un
empleo, bendecir la posibilidad de mirar cada noche el cielo estrellado. No te
alimenta el cuerpo, pero te recubre de un halo de paz y unos chutes de
esperanza.
Al tiempo, pura
charlatanería. Enroques léxicos en un juego que insulta. No posee este
comentarista de pueblo de los mecanismos suficientes para medir el descontento
social. Ese que elevó a Podemos al lugar que ahora mismo ostenta. Aunque
fraccionado en diferentes plataformas (mareas), concedámosle el beneficio de la
duda y agrupémonos todos en el baile de disfraces. Pero me da la impresión de
que todos lo movimientos previos se derrumban con esta pretensión de imponer
sus tesis por arriba de cualquier otra consideración.
La
correlación de fuerzas existente es la que es y no la que piensa que es. Porque
si bajaran un instante de sus tarimas universitarias (algunos no van y cobran) y
pusieran los pies en el mismo suelo que pisan los que dicen representar (para
sacarlos de la miseria, la desidia y todo eso), quizás se percataran de que la
suma, algo tan elemental que debieron aprender en primaria (incluso en colegios
privados), conlleva todo el rigor matemático que los números cantan. No vaya a
resultar que toda la parafernalia, traducida en bravuconerías y arrogancias,
les vaya a jugar una mala pasada. Al elector le urge la precariedad y no quiere
participar en ceremonias de confusión y en tácticas partidarias al más puro
estilo de todo lo que han venido criticando y poniendo en solfa desde las
sentadas madrileñas. Escuchamos, sí, otro discurso (a veces tan vacuo como el
de los demás), pero eso no se trueca en mejoras ni prosperidad. Es más, nada
resta de aquellas participaciones colectivas, de las asambleas con poder
decisorio. Decide el capitán, asiente la escogida tripulación y calla y otorga
la masa. ¿Dónde está, pues, el cambio prometido? Obvio es reconocer que a peor.
Ni Podemos ni
nadie se halla en situación de imponer nada. Procede negociar hasta la saciedad
para alcanzar un pacto que abra una puerta, que deje un resquicio a este
taponamiento. Si se debe acudir nuevamente a las urnas, habrán fracasado
estrepitosamente todos. Pero mucho más aquellos que se vistieron con ropajes
diferentes para dar una vuelta de tuerka
a la manera de hacer política. Salvo el atuendo físico, parole, parole, parole.
Me tildarán
de sesgado (la línea editorial de este medio me condiciona sobremanera y no
estoy para perder clientes ni capital) si manifiesto que Pedro Sánchez ha abierto
una vía. Por la que deben comenzar a circular. El asfalto presentará
rugosidades y los vehículos sufrirán paradas intermitentes. Algunos aún no han
arrancado. Mas nadie tiene la llave para el desatasco inmediato y que deje la
vía expedita. Esta locomotora que tire del carro deberá ser el fruto de sumas y
cesiones. Te lo plasmo en una décima:
Es menester dialogar
pues nadie puede
imponer,
todos tendrán que
ceder,
amén de saber sumar.
No nos podemos gastar
un pastón en
elecciones
por mor de las
ambiciones
de un ombliguismo
cerril,
si no rabieta
infantil
de
malcriados cabezones.
De vernos
abocados a las urnas en las postrimerías de junio, cuando ya el verano habrá
hecho acto de presencia, unos serán mucho más culpables que otros. Los pecados
por omisión son tan dolosos como los cometidos por los que emitimos opiniones
por fuera de los bares. ¡Ah!, olvídense de la muletilla ‘mi programa’. A pensar
en ‘nuestro programa’. No hay más, no queda otra. Ños, si yo no me hubiese
bajado del barco en 1987, a
lo mejor estaría hoy… Cállate, bobo.
Vaya arranque
de la XI Legislatura.
Tiene el motor tan gripado como la factoría Honda.
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