El universo
se está hinchando más rápido de lo que debería. Todo porque, dicen los versados,
las galaxias se alejan unas de otras. Se llevarán mal, se me ocurre. Como los
políticos. Aparentemente. Y, en consecuencia, se dedican a comer basura y se
expanden. Hacia los lados, claro. Para combatir los nervios. O para
entretenerse en algo mientras esperan el ingreso de final de mes.
Nosotros, los
sufridos electores, también nos estamos hinchando. Ahorita nos estallan las
venas del cogote. Pero de la rabia, que no de perritos calientes y otras
inmundicias de buen paladar. Vamos, que estamos calientes y como nos arrimen un
fósforo no respondemos del estallido. Y no de luces de colores como este
próximo 3 de mayo en la Villa de Viera. Pero si tú no los ves. Me informan, no
obstante.
El señor
Carles Puigdemont, presidente (eventual o de conveniencia) de la Generalitat, tras
entrevistarse con Rajoy en La
Moncloa, declaró: “O hay una gran coalición o las elecciones
dejarán un resultado similar”. A lo que se me antoja objetar lo siguiente:
Tras un
cuatrimestre de baldío continúan las pantomimas. Nos hemos limitado a la
adopción de posturas, intentar marcar diferencias y escenificar una comedia de
final archiconocido. En vistas a ese inminente 26 de junio proponemos el pacto
que no ha sido posible en más de ciento veinte días de vaivenes. Como si esta
próxima convocatoria fuera capaz del borrón y cuenta nueva. Hecho milagroso,
sin duda.
Este eterno
observador entiende que la falsedad se está extendiendo por este campo yermo y
ya abarca una enorme superficie. Muchas hectáreas de hipocresía y simulación.
Se debería castigar a todos los que recorren medios de comunicación con el
visionado de todas las sandeces que propagan durante el día. Sí, basta con uno.
No es necesario cebarse.
Nos sorprende
la última oferta de Ciudadanos: “Si los líderes somos el problema, demos un
paso atrás y propongamos un candidato independiente de consenso”. ¿Y para qué
fuimos a votar? Para este viaje, ¿por qué tanto gasto en alforjas llenas de
promesas y medidas? Cambiemos el sistema. Eliminemos tanta inutilidad
partidaria y hagamos consultas abiertas. Sin propagandas, sin programas, sin
mentiras, sin fotos, sin plasmas. Déjennos que ya seremos capaces de guiarnos
sin tanto consejo caduco.
Sí, nos estamos
hinchando. Con los viejos, pero más aún con los de nuevo cuño. Más obsesionados
en desbancar que en propuestas que conduzcan a un cambio en los métodos y en
las gestiones. La preocupación de Podemos, por ejemplo, pasa por eliminar
cuanto callo le escueza el calcetín. Se ha percatado de que no tenían vendido
todo el pescado y nadan en un mar de confusiones. Izquierda Unida, intuyo, ha picado
el anzuelo. Y en la vieja aspiración de superar al PSOE, eliminarlo, borrarlo
de la faz de la tierra, cae en la red que le tienden porque todos dan por hecho
que el electorado tendrá el mismo comportamiento que en diciembre pasado. Y que
esa hipotética suma descabalgará a los socialistas del lugar que ocupan en el
hemiciclo.
Considero que
la socialdemocracia está mal vista. La moderación no se come un rosco en
negociaciones de quita y pon. O de un extremo o del otro. En teoría. Fruto del
cabreo, sin duda. Que no se traduce, en la práctica, en entendimientos, en
acuerdos. Que jamás podrán ser de máximos pues o cedemos y bajamos listones o
seguiremos con interinidades tan peligrosas como ineficaces.
Y con
ganancias evidentes para una derecha que se escora cada vez más a estribor. Que
se limita a enviar mensajes por Twitter. Penoso. Tanto que ni siquiera los
casos de corrupción, los papeles de Panamá, los dardos de Esperanza (lo último
que se pierde), los billetes de Rita (lo que se da, no se quita) o los deslices de Soria (Mariano lo defiende; Montoro y Hernando
no están por la labor; ¿y el manual de instrucciones?), parecen pasarle factura.
A tenor de las encuestas. Todas interesadas pero que ninguna los apea del
primer lugar de la clasificación. ¿Tampoco lo comprendes? No, trucadas no están
las urnas.
Imaginemos,
que nada no cuesta. Hoy es 27 de junio, lunes. Ayer fuimos a votar. Tras
conocer los resultados definitivos en la madrugada… ¡sorpresa, sorpresa!
Una: No hay
posibilidad matemática de que la unión de los diputados obtenidos por
cualquiera de las fuerzas políticas concurrentes alcance el mágico número de
176. ¿Qué? ¿Nos citamos una tercera vez en las navidades? ¿Fijamos el 22 para
que nos toque el gordo?
Dos: La suma
de los se arrogan la representación genuina de la izquierda (Podemos y sus
confluencias o mareas; habrá que contar con Alberto –que no Albert– Garzón,
aunque no con las escisiones de Llamazares, Cayo Lara, Juan Borges y otros) y
la derecha más rancia (¿tú no lees como yo o qué?) del PP (apoyo más que
explícito de C’s cansado de los ninguneos del PSOE) logran una holgada mayoría.
¿Recomendará el Califa la célebre pinza?
Tres: Felipe
(el rey) se marcha a vivir a Grecia cansado de tanto desaire. Se proclama la III República y se hacen
coincidir elecciones presidenciales con legislativas, autonómicas y locales para
el día de Año Nuevo en una decidida apuesta para comenzar de cero…
Cuatro: Se
pone en marcha la nueva Constitución con la formación de los Consejos de
Barrio, órganos rectores de la convivencia ciudadana y futuros administradores
de la cosa pública bajo el lema cercanía, prontitud, conocimiento, agilidad,
eficacia…
Cinco (y
siguientes): En estudio.
Chacho, me
estoy hinchando, como el Universo. Y si explotamos y lo mandamos todo para
incierto lugar. Manda carallo.
A pesar de la
calentura, feliz fin de semana.
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