Algunos
viajes he realizado en las campañas del Imserso después de haber accedido al
estado jubiloso. Todos ellos con la plataforma Mundo Senior. Que hasta ahora
había monopolizado este importante sector de ocio para los de cierta edad. Pero
el pastel era demasiado goloso y le salió un competidor, como ya hemos
manifestado en anteriores ocasiones: Mundiplan. Y del litigio entablado entre
ambos, esta temporada ha sido algo caótica. Aparte de tardía. Sobre todo en el
lote adjudicado al último citado y más concretamente en el destino Islas
Canarias. Se han sucedido los conflictos y las quejas de muchos viajeros ha
sido portada en no pocos informativos. Parece ser, según me cuentan fuentes
dignas de crédito, que Mundo Senior montó un programa paralelo para fastidiarle
las plazas a su competidor. Los hoteles han disfrutado de buena ocupación, pero
muchos grupos han sufrido desvíos y cambios que han provocado una mala imagen
que ojalá no repercuta en ejercicios venideros.
En este año
me correspondió un viaje cultural a Reus (Tarragona). Del 3 al 8 de abril. Días
en que te dejé programadas mis apariciones en Pepillo y Juanillo. Para que no
me echaras de menos. Como somos cinco en el clan familiar, bastante suerte
tuvimos. Es el tercero que disfruto en esta modalidad. Los dos anteriores, a
Peñafiel (Valladolid) y Toledo.
Soy
consciente de que mi comentario de hoy en este blog puede no ser del agrado de
alguno que pueda sentirse aludido. Pero creo ser portavoz del sentir de
bastantes pensionistas con los que he tenido la oportunidad de intercambiar
pareceres. Y, ya se sabe, las opiniones son libres.
Regresé
desilusionado. Ha sido una experiencia triste. Porque para este tipo de
actividades no todo el mundo está preparado. Y, cuidado, no me refiero a que yo
exija un determinado nivel cultural para acceder a los mismos. Porque la
inquietud para asimilar las explicaciones de los guías que nos acompañan en las
visitas no viene prefijada por estudios ni universidades. Pero sí por un querer
aprender, por ser capaces de captar bellezas y sumergirse en historias y
facetas de un pasado cargado de aconteceres que bien merecen un respeto.
Y no resultó.
Me tocó compartir vivencias con quienes solo piensan en comer, bailar y contar
chistes cuanto más guarros mejor. Que protestan por los asuntos más nimios (se
acabó el queso en el desayuno) y añoran bingos, piscinas, sol y playa. Que
hacen caso omiso a las indicaciones en los lugares visitados y que arman
tremendas escandaleras (nada te cuento de los manejos con los móviles) cuando
en el Monasterio de Poblet, verbigracia y por razones obvias, la prudencia, el
silencio y los buenos modales deben ser carta de presentación.
Que sí. Ni
uno, ni dos, ni tres. De los cincuenta, unos bastantes. Lamentable. No puedo
escribir lo contrario. La mentira no va conmigo. Y como Juan Manuel, quien
fuera cura de Realejo Bajo y compañero del gremio docente en el IES Mencey Bencomo,
también fue uno de los excursionistas, sabe que mis opiniones intentan ser lo
más objetivas posible. Y más de una charla tuvimos en los días que transitamos
tierras tarraconenses. Hasta de los fuegos hablamos.
Cuando quise
hacer la IPS
(Instrucción Premilitar Superior), para que el cuartel normal no me impidiera
los estudios, debí someterme a unas pruebas físicas amén de unos exámenes
teóricos a base de test que medían tus aptitudes para la vida militar. Sería, entiendo, buena medida
el que se llevaran a cabo pruebas semejantes para que el aspirante a viajero
demostrara que se halla en condiciones de ‘soportar’ una experiencia diferente
al destino denominado Costas e Islas. Y si no, al menos, una declaración jurada
de que va a portarse bien. Y de no ser así, no vayas, carajo, y tira para otro
sitio que tienes donde elegir y deja este puesto a quien sí es capaz de
‘sacrificarse’ por acumular experiencias y conocimientos; en suma, saber.
A estas
alturas del artículo es probable que ya me hayan tildado de elitista, clasista
y mil lindezas más. Pero el que no quiera entender que una semana de vacaciones
en cualquier hotel tipo todo incluido, donde el llenar la tripa y pasarlo bien
es el objetivo a satisfacer, nada tiene que ver con esta programación con la
que el Imserso pretende que conozcamos culturas, que ampliemos horizontes, que
abramos nuestros sentidos a otras realidades históricas, al arte. Y si por un
casual te encuentras decaído en cualquier instante, disimula, échate a un lado,
sal fuera, pero no armes otra charla paralela con la vecina de turno al máximo
nivel de volumen.
Son aquellos
que rematan la jugada con apostillas ridículas como las de creerse en posesión
de toda la verdad y achacan a quien nos debe aguantar desde la llegada al
aeropuerto hasta que vuelve a despegar el avión, las veinticuatro horas de cada
día, con un ilustrativo “le falta rodaje”. A tu lado, por supuesto. Y no solo
por razones de edad, que también. Mucho más por cuestiones de lengua. Que se
afila con los años.
Por la
presente temporada, uno. Y ya ven cómo me fue. Me entretendré por las islas
maravillosas que tenemos en el archipiélago. ¿En la próxima? Ya se verá. No
quisiera recurrir al argumento contundente de una de las protestonas por todo
(oh, fíjate tú que se molestó porque no encontró un plátano de postre; no me
digas tú que es para darle dos buenas nalgadas) cuando espetó un atractivo que
se lo metan por…
¿Y qué
quieres? Si no me fue bien, lo escribo y me desahogo un fisco. Una foto es del
aludido Monasterio de Poblet. La otra, un cartel que me tropecé en Montblanc
(preciosa población) y que se la dedico a los amantes de los fuegos de
artificio de nuestro pueblo. ¿De dónde los veré este año?
Hasta mañana,
mis estimados.
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