No me refiero
al de telecomunicaciones, tan vendido por el Cabildo de Tenerife y que debe ser
la panacea para que los habitantes, y visitantes, de esta isla picuda podamos
sentirnos realizados y satisfechos para siempre jamás. No, voy al más prosaico
de las comunicaciones por carretera, pero que entiendo más necesario que la
velocidad por la que pueda navegar nuestro móvil o cualquier otro aparatejo con
conexión a Internet. Porque todos aquellos que deben hacer unos cuantos
kilómetros por razones comerciales o de trabajo, cuando no meramente turísticas
o de ocio, añoran circunvalaciones como la de Las Palmas o echan en falta
pavimentos como los de cualquier isla que no sea, por desgracia, esta en cuyo
solar vivimos y soportamos lo indecible.
Leí este
lunes que se pone en funcionamiento un túnel ferroviario (el de San Gotardo, en
Suiza) que tiene nada más y nada menos que una longitud de 57 km. y que llega a alcanzar
una profundidad de 2300
metros bajo las bellas montañas de aquel país. Deduzco
que los adelantos técnicos no supongan mayor problema para acometer obras de
cierta envergadura.
Aquí, en
Tenerife, siempre hemos sido reacios a túneles y viaductos. El sentido de
protección medioambiental ha sobrepasado toda lógica proteccionista. Y cuando
diriges la visual a tu entorno te percatas de que mucho ha debido fallar ante
tanto adefesio o trazados inadecuados.
La única
solución de acabar con los atascos y darle fluidez al tráfico por el Norte es
finalizar de una vez el cierre del anillo insular. Que no solo consiste en la
construcción del túnel de Erjos (o de El Tanque; llámenlo como gusten), sino
que conlleva, además, concluir el tramo entre Los Realejos (final de la actual
autopista) y la linde entre La Guancha e Icod de los Vinos, allá en la rotonda
de Buen Paso. Que deberá ser rematada en las debidas condiciones.
Ya se tropezó
con el rechazo a un anteproyecto que brindaba una posibilidad (me imagino que
podrán existir varias más) de salvar la distancia entre El Castillo (Los
Realejos) y la zona de Los Moriscos. Donde, ahora que me acuerdo, ignoro si el
famoso puente ya es utilizado en ambos sentidos y que tantos retrasos provocó
en la apertura de ese tramo hasta El Tanque.
No me vengan
con la monserga de falta de dinero. Se establecen líneas de créditos para cuestiones
de mucha menor enjundia y, esa impresión tengo, es que faltan políticos de
talla y casta como para luchar con ahínco por lograr las infraestructuras que
la isla demanda. Y que se pierden en batallas estériles por mor de dictados de
muy difícil asimilación.
Si Puerto de
la Cruz, a pesar de todos los pesares y de gobiernos que solo velan por
intereses económicos propios (a saber, de su bolsillo), consolida su
recuperación con un 12% más de visitantes durante el primer trimestre de este
año con respecto al anterior, significará que las diatribas y esperpentos
habidos en relación al controvertido asunto del puerto no conducen a nada. El
emblema del turismo en esta parte de la isla necesita un plan de remodelación
integral y no esta ofuscación en un muelle que pueda permitir el atraque de
cruceros, como si esta alternativa fuese la poción mágica. Puerto de la Cruz
precisa de un puerto deportivo y pesquero, con unas instalaciones de recreo que
dinamicen la actividad comercial y que potencien los atractivos ya existentes. Todo
ello con la pertinente adecuación de otros servicios dejados de la mano durante
estos años de estériles enfrentamientos entre las fuerzas políticas, más
pendientes del que dirán desde el Barranco de San Felipe que de abanderar una
gestión encaminada a generar los puestos de trabajo que la sociedad reclama.
Cuando se
haya concluido ese anillo insular, deberá ser el Puerto de Fonsalía (cuyo
acceso directo a la autopista permitirá desahogar el caos existente en Los
Cristianos y dejar este núcleo aronero libre de la atadura actual del tráfico
marítimo que ya no puede absorber) el que permita la conexión con el resto de
islas de esta provincia.
A un
servidor, mero ejemplo, no le llevaría más de cuarenta minutos plantarse en la
costa de Guía de Isora para sus bien merecidos viajes a La Gomera. Travesía que se
acortaría, asimismo, en una proporción bastante considerable. No solo a La Colombina, sino también
a El Hierro y La Palma.
Seamos
prácticos y velemos por intereses generales. Dejémonos de ombliguismos baratos
y pongamos el bien de la comunidad por delante de cortas miras. Porque,
sencillamente, no hay mercado para tanta embarcación. De haber otras
coyunturas, el transporte marítimo no estaría sujeto a estas subvenciones de
las que dependen para la subsistencia y una mínima rentabilidad.
Ya está. He
dicho.
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