lunes, 16 de mayo de 2016

Gasolineras fantasma

Se conocen con tal denominación a las que carecen de personal para atenderte. Y debe ser el usuario el que se ensucie las manos (cuando no la ropa) y salga dando olor a combustible hasta que llega a casa, se ducha tres veces y se pone colonia en sus cuatro puntos cardinales.
Nada que ver con la reliquia de la foto ni con el surtidor de Benito en San Agustín, con aquellos dos depósitos de cristal en los que tu veías cómo mientras uno se llenaba, el otro descargaba su contenido en el tanque del coche. Y finalizada la maniobra de recarga, se estiraba la manguera para que no quedaran restos en las curvas o recovecos. Qué tiempos en los que no estábamos tan mecanizados, ni automatizados. Como tú ibas sumando (creo recordar que de cinco en cinco), te marchabas con la seguridad de que no te habían estafado. Ahora, vete tú a saber.
Si no me falla la memoria, fue en una sola ocasión cuando recurrí a una de estas estaciones de servicio. Las del título, claro. Y me dije que ‘más nunca’. Aquello de zapatero a tus zapatos, que se cumpla a rajatabla.
Te conté que hace unos meses me alquilaron un coche en el aeropuerto palmero con la aguja marcando bajo cero. Tanto que el empleado me indicó que no dejara pasar la que se halla en la misma salida de los aparcamientos. Así hice. Y como no acudía nadie para el repostaje, me dirigí a preguntar al operario que vislumbré tras los cristales del escaparate. Me dijo que se trataba de la modalidad de autoservicio. Le contesté que yo no había estudiado para tal oficio y que me marchaba. Si el coche, le señalé, se queda sin gasolina antes de llegar a la próxima (en los aledaños del muelle), llamaré por teléfono y que me lo vengan a cambiar. Se levantó el caballero de su asiento y salió del receptáculo para atenderme. Depósito lleno, pago, gracias y adiós muy buenas.
Parece ser que la Consejería de Industria del Gobierno de Canarias se ha puesto las pilas y ya redacta la normativa que obligue a que estas dependencias cuenten siempre con personal para atender a los clientes. Algo que no requiere mayores comentarios porque se trata de productos altamente peligrosos. Imagínate tú que se produzca un accidente en la manipulación por manos inexpertas de un material tan sensible. O porque a cualquier individuo, o individua, se le crucen los cables y arme una de fuegos artificiales. ¿Y por qué no? Cosas peores se han visto.
Me alegro de que se haya adquirido algo de cordura y mucho de sensatez. No tanto, como se indica en la exposición de motivos, por la salvaguarda de los derechos del consumidor, que también, sino porque es preciso incrementar la seguridad en las estaciones de servicio. Además del efecto colateral, y no menos trascendente, de la creación de puestos de trabajo en unos tiempos en que no pintan bien las estadísticas al respecto. Que no ocurra en este sector lo que acaece en la banca, donde los cajeros automáticos han suplantado la labor de bastante parte del personal. Se crearon para sacarte de un apuro en las horas que la oficina permanecía cerrada y te veías en la obligación de tener unos billetes en el bolsillo o pagar cualquier imprevisto, y se han convertido en unos ‘manitas’ que te resuelven cualquier situación.
De igual manera que me he negado al móvil, seguiré acudiendo a la sucursal de La Longuera de mi entidad bancaria de siempre y esperaré mi turno para que sea el conocido de toda la vida el que me atienda. Y con el que pueda intercambiar unas palabras. Aunque sea para una operación que se resuelve con la tarjeta. Porque me gusta el trato personal y no que un artilugio te vaya guiando y te convierta a ti también en un autómata. Es más, te pido que hagas lo mismo. Porque estaremos fomentando costumbres perdidas al tiempo que colaboramos para mantener empleos.
Bienvenido sea, pues, el paso emprendido en aras de solventar la problemática de las mentadas gasolineras. Porque si para trabajar en la restauración, por ejemplo, se me exige el carné de manipulador de alimentos, los conductores no tenemos adherido al de conducir una etiqueta que nos capacite para el trasiego de materias peligrosas y altamente inflamables. Y todos debemos aportar nuestro granito para que ningún artilugio sea partícipe del incremento del número de parados. Unidos podemos. Bordado que me quedó.
Y eso que pensaba escribir del ahorro energético en mi pueblo. Al que los habitantes de mi calle (una entre tantas) contribuimos con muchas horas de oscuridad. Somos los que menos aportamos a eso de la contaminación lumínica. Y los que más seguimos las directrices de los observatorios de Izaña. Tanto que nos tienen nominados para un premio. Muchas gracias, don Manuel.

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