Así ha
calificado Fernando Clavijo, en el transcurso de la última sesión plenaria del
Parlamento, el anuncio de la ministra de Fomento, Ana María Pastor Julián, de
implantar una tarifa plana aérea en Baleares. Y lo manifiesta unos días después
de haberse entrevistado con ella en Madrid. De haber sido yo diputado, a buen
seguro que le habría preguntado a qué demonios se trasladó a la Villa y Corte.
Porque si no acudió, como presidente de esta Comunidad, a demandar para estas
islas idéntico trato, tendríamos que dar por ciertos los comentarios de que
pasean demasiado y hacen o gestionan más bien poco.
Como después
de tanta palabrería se han percatado de que la adopción de tal medida debe
pasar por los dictados de Bruselas (allá en la Europa), y tras las reiteradas
intervenciones, con elevadas dosis de dudas, desde diferentes sectores sociales
de estas islas, se nos ha encendido la bombilla (tipo led, por lo del ahorro) y
hemos comenzado a oler en modo preelectoral. Vaya descubrimiento.
El señor
Clavijo, que también ocupa alto cargo en el organigrama de Coalición Canaria,
bien haría en echar una visual a lo que tiene a su alrededor antes de lanzar
misiles de tal calibre. Pero como disfruta de la laxitud (en autóctono,
flojera) de su socio gubernamental (PSOE) y del principal grupo opositor (PP),
más pendiente del manual de instrucciones madrileño que de solventar asuntos
más cercanos, se permite el lujo de entonar una isa parrandera aderezada con
tintes melodramáticos (malagueña) como si estuviese dando un golpe sobre la
mesa (folía, zurra, tunda, paliza).
Abundo,
permítanme el inciso, en el dilema popular con la foto publicada hace unos días
con la plana mayor de las Nuevas Generaciones del sector occidental, símil de
la bonanza partidaria, cuando en el ámbito oriental se intenta pasar página al
desplante de los jóvenes retratados en la playa de Las Canteras, quienes exigen
que los de siempre no taponen las puertas de entrada. Y Alarcó, de campaña
pancreática. Chiquita jeta neurocirujana.
Cuando
Fernando alude al aroma de la carne de cochino asada en los paseos romeros de
cientos de fiestas que presumen de tipismo y tradiciones, perdón, mil excusas,
en qué estaría yo pensando, en el tufo a promesas para incumplir, debería
llamar a don Santiago Negrín (tenía este periodista de título ciertas dosis de
ilusión en que echara a caminar con fundamento ese ente denominado
Radiotelevisión Canaria) para felicitarlo por conceder notable protagonismo a
doña Ana Oramas en la última entrega del programa Noveleros. No se notó nada la
humacera, o jumacera (en fino, humareda). ¿A qué espera el PSOE que no exige
idéntico trato para con alguno de sus candidatos? Aunque no guarde relación con
la temática de hoy, cuánto me gustaría tener una charla con el señor director
del consejo rector de RTVC. Para hablar, por ejemplo, de despilfarros noveleros
(también de personal), indigestiones informativas, exaltación de lo nuestro con
muestras ridículas, soeces y chabacanas de la lengua canaria… Y solicita otros
seis millones de euros. ¿Para qué?
Como el 26 de
junio está a la vuelta de la esquina y nos tememos que lo de la tarifa plana no
cuadre porque antes de las concesiones se deban pagar las deudas (eso nos
espetarán los superiores jerárquicos europeos), vamos en busca del atajo:
incrementar el porcentaje de bonificación en el transporte de los residentes
canarios. Del 50% actual al 75%. Aunque Casimiro, en un cuádruple salto mortal
atrás desde el alto del Roque de Agando, reclama el 100%. Y yo me iré a vivir a
Los Chejelipes para vivir subvencionado. O subsidiado. ¿A qué estarán esperando
los habitantes de La Graciosa
para pedir una vía rápida entre Caleta de Sebo y Pedro Barba, un tren de alta
velocidad para ir a la playa de Las
Conchas y un teleférico para subir a echarse el cortado en el Mirador del Río?
Como si el dinero, cual maná bíblico, cayera de la higuera en la que hicieron
el nido estos políticos eternos que nos toman por imbéciles redomados. Que
acudiremos a votar en este nuevo gasto (que deberemos pagar tú y yo) y seremos
tan guanajos que permitiremos que los mismos nos sigan tomando el pelo al
derecho y al revés, al tiempo que nos sisan la cartera… y viva la unión de las
izquierdas. Y los adelantamientos.
Ayer estuve
leyendo un artículo acerca del síndrome de hubris, un trastorno paranoide por
el que los nobles propósitos se cambian por un ego desproporcionado y una arrogancia
intolerable. Y de cómo el poder absoluto conduce a una corrupción desmedida. Al
tiempo, debe ser lo que llaman asociación de ideas, me venían a la mente
ciertas conductas políticas. Como algunas relacionados con quienes ocupan cargo
público desde hace muchísimo. Y me acordé del caso de El Trompo, en el Polígono
de San Jerónimo. En el que los posibles acuerdos entre el fiscal y los abogados
defensores van a posibilitar las privación de cárcel por parte de los acusados
y como le sigamos buscando recovecos vamos a terminar por echarle la culpa a
los denunciantes.
En fin, un
tufillo electoral apenas.
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