Somos foco de atención en todos los medios de
comunicación. Vamos en pronunciada marcha atrás en cada proceso electoral, pero
la gobernabilidad del país pasa por el nacionalismo canario. Nunca uno –que
podrían ser dos, cada cual suma como mejor cree conveniente– se situó en lugar
tan preferente desde los lejanos tiempos de Mardones.
Es una delicia escuchar a doña Ana o a los señores
Barragán y Clavijo. No solo Rajoy los entendió (en sus largas estancias en la
playa de Amadores, en el sur de Gran Canaria, ya se ha adaptado al ‘tranquillo
insulá’), sino que está dispuesto a derogar leyes. Ya aprobadas, añade el
titular periodístico. Innecesario a todas luces, pues si no lo estuvieran
(aprobadas) no lo serían (leyes).
LOMCE, Reforma Laboral, modificaciones constitucionales
para ‘amarrar’ el REF, la ultraperificidad y esas cosas serán agua de borrajas
en apenas unas semanas por la constancia y empeño demostrados por estos héroes
isleños que se han batido el cobre en La Moncloa en los casi diez minutos que
duró la tensa conversación. Vamos, que si la lucha canaria ya hubiese sido
declarada BIC, las pardeleras, levantadas y ganchillos habrían sido de órdago
en las mullidas alfombras del palacio.
Volveremos a tener de todo y más. Las colas de la
autopista, por fin, pasarán a ser temas del pasado. Ni un bache hallaremos en
los recorridos archipielágicos porque el nuevo plan de carreteras vendrá
acompañado de varias fichas financieras. Y con una, reitero. Que podría ser la
yunta completa si el concejal de turismo de Las Palmas se aviene a razones y se
presta a competir como ganado de segunda en el concurso de arrastre en la
próxima cita de Teror. Con Martell y José Carlos en los avituallamientos
líquidos y sólidos. Ay, Mería, qué tenderete se armó.
Tiembla, Patricia. No alegues en tu descargo que se
firmó un documento para el pacto. Papel mojado, ya sabes. Aquí cada cual se
vende al mejor postor. Algo, o mucho, también sabe el PSOE de eso. En estas
islas ya nos vamos conociendo. Pero no te preocupes. Lo mismo vendría bien una
profunda reorganización en el partido socialista para que la gente atisbara un
necesario deseo de cambio. Yo lo entiendo pertinente, necesario y adecuado. A
lo peor, los cargos orgánicos de cierto empaque no porque tienen otros
entretenimientos. Vamos, muchos calderos
y la casa llena de humo.
Cuando yo era mucho más joven que ahora, recuerdo
que hubo un sindicato que vino a dar un meneo en el sector educativo. Me
refiero al STEC (Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza en Canarias). Que
casi se muere de éxito cuando alguno de sus dirigentes ocuparon puestos de
extrema relevancia en el organigrama de la Consejería de Educación y marginaron
el espíritu reivindicativo por un buen plato de garbanzas compuestas.
Para un servidor, aquellas agendas que imprimían
cada curso escolar y llevaban por los centros sí que eran auténticos dietarios
canarios, con contenidos canarios, con autores canarios, con peculiaridades
canarias. Lo de ahora es mera parafernalia, fuegos de artificio. Por mucho que
todas las formaciones políticas se empeñen en destacar que en sus programas ese
anexo constituye un elemento fundamental del esquema. Nada, cuatro líneas para
intentar destacar el hecho diferencial canario. Que no es tal. Tanto es así que
acabaremos todos con la misma hora y diciendo guagua.
Todas estas manifestaciones y cantos de excelencia
me provocan dolor de cabeza. Y me hacen recordar la sentencia de mi madre ante
cierta candidatura al consistorio de mi pueblo: Como ese entre, hay que
ensanchar la puerta del ayuntamiento. Es que somos curritos, carajo.
Para concluir este comentario de hoy, 7 de julio,
San Fermín, unas palabras para otra representación teatral. La de Cayo Lara con
su puerta giratoria (así lo definió él) al ir a darse de alta en el paro. Hecho
que demuestra, efectivamente, que no todos son iguales. Pero que no aclara
nada. Porque es una reducida minoría del montante de cargos públicos la que se
ha aprovechado para dar saltos a otras esferas excelentemente remuneradas. No
olvidemos que la inmensa mayoría ha retornado a sus puestos de trabajo con toda
la normalidad del mundo. Me incluyo, por qué no, en la nómina de los que
volvimos al lugar del que procedíamos sin mayores traumas ni quebraderos.
Cayo Lara (1952), agricultor (leo en Wikipedia),
estuvo en la cosa pública desde 1987 (alcalde de Argamasilla de Alba, Ciudad
Real) hasta ayer mismo. Y se apunta al paro para cotizar el año que le falta
para su jubilación. No veo el mérito por lado alguno. Al contrario, me ratifica
en el hecho de que existen ejemplos de personas que se dedican a la política
sin tener una ‘escapatoria’ para cuando acaben el periplo de cobrar de las
arcas públicas. Como no sirves para nada, como no te has preparado para nada,
como no tienes una profesión alternativa, solo vales para… Y el que me quiera
entender que me entienda. Y si no están de acuerdo, tan amigos.
Hasta mañana.
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