miércoles, 13 de julio de 2016

Ay, Teror, Teror, Teror

Parece que pronto olvidamos que los meses veraniegos suelen traer nuestra tan apreciada panza de burro. Para aquellos que ya solemos resguardarnos del sol por el acopio quizás exagerado en años mozos. Porque para los amantes del astro rey, el suplicio de julio y agosto, con lloviznas incluidas, supone unos enfados que sumados a la escasez de calor en la cara norte de las islas de más relieve, que dicen los meteorólogos, hacen descender los ánimos a cotas otoñales, cuando no invernales.
Llevo unos años dándome un salto a Las Palmas porque en aquella capital, que le da varios miles de vueltas a la santacrucera, también disponemos, y gozamos, del manto de la bruma. Y ello, insisto, no me contraría. Para gustos, ya se sabe. Y el recorrido por el Paseo de Las Canteras se agradece infinitamente. Aunque en la presente ocasión deberá limitarse quien suscribe, me temo, a ser empujado. Ya se verá.
Si me permites, y antes de que me olvide, dado que en estos primeros días del séptimo mes de año se celebran los sanfermines (algo ya escribí al respecto este lunes), la muerte de un torero en Teruel ha vuelto a destapar la caja de los truenos. Los antitaurinos no han desaprovechado la ocasión para alegrarse del percance habido en el espectáculo. Hombre, a un servidor no le ha gustado jamás este tipo de actividades. Pero de un extremo al otro hay matices de por medio. Y en cuestiones de animales, obremos son sumo tacto. Que no se obnubilen razones.
La que sí parece que se hallaba descontenta era la Virgen del Pino, arriba en su villa mariana de Teror. Casualmente, y hasta ahí puedo leer, tierra famosa por sus chorizos. Amén de cita de peregrinos y lugar de convivencia, donde ofrendas y romerías congregan fieles y devotos en torno a uno de los templos más retratados de estas islas.
Tuvo durante muchos años un alcalde, Juan de Dios, quien debió arrancar la caña no ha tanto por cierto asunto relacionado con su gestión municipal. Caso Aguas de Teror, creo. Era hombre de mayorías absolutas. Pero como ya es harto conocido que al PSOE no es necesario buscarle enemigos en el exterior, con la marcha del anterior mandamás y merced a un pacto entre varias fuerzas políticas, ascendió a la poltrona una alcaldesa, Isabel Guerra, de Nueva Canarias, si no ando muy descarriado.
No ha sido un camino de rosas su andadura al frente del Consistorio y esta pasada semana, fruto (o desgracia) de una moción de censura que ha unido en franca hermandad a populares y socialistas, la ha desbancado Gonzalo Rosario. Y como lo primero que hacen los ediles es ir a darle las gracias a la imagen, me señalan los amigos canariones que a la patrona (de allá: Diócesis de Canarias) se le ha puesto otra cara. No me extraña. Ya cargaba con el trauma de pasar de Dios a Guerra, con lo que este nuevo cambio a Rosario le ha alegrado sobremanera sus largas horas de soledad en la iglesia.
Un familiar que estuvo por aquellos contornos este pasado fin de semana regresó a la isla picuda con un contento digno de plasmar en soporte digital. Tildaba de milagrosa la sonrisa que según él le brindó cuando hizo la consabida solicitud de amor, felicidad y salud para los suyos. Me imagino que me habrá incluido en la nómina porque embutidos no trajo esta vez.
Como se estila en estos casos y puesto que restan tres años para las próximas elecciones, la alcaldía será compartida. Por lo que el rezo del socialista se verá interrumpido dentro de dieciocho meses. Esperemos que no se reproduzcan escenas de aplausos e increpaciones de manera simultánea, voces altisonantes con llamados a recuperar la paz al tiempo de gritos de sinvergüenzas… Gratificantes hechos, desde luego.
Néstor Álamo fue, en sus letras, caminito de Teror. Como mis sentimientos religiosos se hallan aparcados en el Castañero Gordo, yo acudí, asimismo, al bello pueblo por un trazado diferente, más inelegante.
¡Ah!, sean felices.

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