Yo creo que no, pero lo mismo estoy equivocado.
Permanecer impasibles ante tanto desmán no puede ser, en manera alguna, buena
táctica. No podemos continuar con esta actitud de pasotismo cuasi permanente. A
lo más, unos ligeros tintes de inconformismo en la celebración familiar de
turno o en el bar de la esquina a la hora de tomarnos el cortado de media
mañana.
Fruto de cabreos acumulados llegaron los que
parecían nuevos aires a la política. Que se desvanecieron cuando los elegidos
se percataron de que ciertos sillones dejaban las posaderas más calientes que
las húmedas baldosas de plazas y escaleras. Y desde que tomaron medicinas,
jerarquías incluidas, que tanto criticaron y fueron conscientes de que no producían
mayores escozores ni dolores de cabeza. Al contrario. ¿De casta le viene al
galgo? ¡Ah!
Como las recientes elecciones han demostrado que en
este país se requieren profundas sacudidas, ya comienzan los defensores de
ciertos regímenes, con tendencias al ordeno y mando, a propagar excelencias de
sistemas que nos han condenado a incrementar diferencias. Ahora resulta que el
denominado Fondo de Reservas, o Hucha de las Pensiones, es partida no
finalista. Es capital ahorrado de épocas de bonanza que se guardaba por si
surgía un imprevisto. Que no tenía que
estar relacionado, necesariamente, con la paga de pensiones. Vamos, que lo
mismo podría valerle a cierto ministro para abonar la investigación que
descubriera quién pudo grabarlo en su propio despacho.
Y se pregunta este ingenuo que si ello fuera de tal
guisa y simpleza, ¿por qué tan rimbombante apelativo a una talega que podía ser
destinada a cualquier finalidad? ¿Cómo se ha dejado pasar tanto tiempo sin que a
cientos de periodistas, verbigracia, se indicara el error de concepto tan grave
que cometían en artículos y comentarios? ¿O que los propios políticos
utilizaran el apelativo a manera de etiqueta? ¿Será, acaso, otra directiva del
manual de instrucciones que valga de desahogo y a modo de posible aclaración
ante la avalancha de críticas por el vaciado permanente?
Un servidor, jubilado y pensionista, preocupado por
el futuro inmediato de mis garbanzos, no entiende la postura de otros del
gremio que aplauden con las orejas estas sajadas, al tiempo que destacan formas
y maneras de una gestión que no acaba de arrancar de manera clara y contundente
en la senda de la creación de empleos sin dependencia de acontecimientos
meramente coyunturales: rebajas, vacaciones estivales, campaña navideña…
Y si por un casual fuera cierto lo que este gobierno
interino nos vende desde ha bastante acerca de la recuperación económica y de
los flujos dinerarios que se inyectan en los hogares españoles, menos comprendo
que deba recurrirse a los ‘ahorros’ cuando la liquidez fluye por todos los
canales de distribución a modo de brotes verdes.
La demagogia en los planteamientos depende siempre
del cristal. Es tan subjetiva como torticera. Pero me encantaría que aquellos
que libremente han decidido dar su apoyo al PP me convencieran de cómo con
tanta mejoría seguimos inmersos en la espiral de comedores asistenciales,
escuelas de verano, organizaciones no gubernamentales desbordadas por una
demanda echada fuera del tiesto… No me cuadran los datos. Porque la
recuperación debería conllevar notables disminuciones del sector poblacional
que tiene gravísimas dificultades para el día a día.
Mientras uno observa cómo nos desenvolvemos los que
estamos sujetos a unos ingresos invariables (en caso de hacerlo, a la baja), se
maravilla de la suerte que disfrutan, es otro simple ejemplo, los diputados y
senadores (todos, sin excepción, aquí nadie renuncia a un privilegio ni de
coña) siguen cobrando sin haber ejercido actividad alguna durante meses.
Llevamos más de ocho de parálisis total. A la que se han sumado, con una
alegría digna de enmarcar, los parlamentos autonómicos. A ordeñar. Auténticas
millonadas para que sus señorías hagan campaña con dineros que no duelen a sus
bolsillos. Caraduras de tomo y lomo que pasean y (bien) viven a costa del
contribuyente.
Te traslado un ejemplo, salvando las distancias.
Como en el Consistorio villero los concejales son de secano (Narciso es el
primero), los usuarios de la playa de Los Patos llevan demandando un acceso en
condiciones desde antes de que a Isaac Valencia lo retiraran por bailar el
trompo. Tras muchos estiras y no menos cantidad de encoges hacen un proyecto de
escalera que iba a costar unos sesenta mil euros. Pero de la noche a la mañana
surge una nueva propuesta de los técnicos con un cambio de trazado y… a
multiplicar por cinco. Sí, ahora ascenderá el importe a 300.000 euros. Surgen
preguntas, claro: ¿A quién se debió la idea inicial, qué estudios se realizaron
al respecto y quién cuantificó la obra? ¿Fue Linares, directamente, o delegó en
Eduardo la memoria de viabilidad? ¿Quiénes son esos técnicos que aparecen en
pleno verano con la carpeta bajo el
brazo llena de papeles con dibujitos?
Esto no es serio. Y así con casi todo. Por ello, no
podemos silenciar este tipo de actuaciones. Los impuestos deben servir para
mucho más que pagar a una pléyade de ineptos e indocumentados. Pero la culpa no
es solo de ellos. Qué pena que también nos cercenen las ilusiones. Qué
peligrosos son los contagios. Para lo que aún no se han encontrado vacunas ni
antídotos. O a lo peor sí, pero cuando el cuerpo se arregosta…
Mañana te contaré qué me dijo el traumatólogo. Hasta
entonces.
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