sábado, 24 de septiembre de 2016

Turismo y folclore (VIII)

7. Casa de Carta: una experiencia a mostrar
7.1. Introducción
En las entrevistas a Juan de la Cruz y a Juan López se habló de Casa de Carta. Más en la del primero que en la del segundo. Juan de la Cruz me realizó una detallada exposición de esta joya de la arquitectura tradicional canaria. Y en ella se encierra mucho y bien de nuestro pasado.
Días después de haberse llevado a cabo la conversación, cuando rondaban por la mente de quien esto suscribe las ideas para engarzar los eslabones que habrían de configurar el trabajo, me planteo el porqué el Cabildo Insular de Tenerife, tan preocupado por la promoción de la isla en el exterior, no echaba mano de este elemento fundamental para darlo a conocer a los visitantes interesados en la cultura tradicional isleña. Porque en el sentir de los entrevistados, y en el mío propio, se encuentra patente esa posibilidad; sobre todo para el turismo del Norte, que no se limita a aquel de playa, bocadillo y cerveza.
Es una labor que puede comenzar a desterrar viejas costumbres, viejos pecados, incluso de la propia institución que empleó los millones necesarios para su restauración. La más grave, quizás, la de "botar el dinero", como decía Cándido López, otro de los entrevistados. Que no solo es importante el que los escolares conozcan la cultura popular canaria, sino que, además, la imagen que traslademos al exterior sea fiel reflejo de la misma y no burdas imitaciones.
Va mi intención en el presente capítulo hacer una reseña de la Casa de Carta de Valle Guerra, magnífico modelo de la arquitectura rural canaria, museo etnográfico, dependiente del Cabildo Insular de Tenerife, y abierto al público, pero que, a pesar de varios años de existencia, sigue siendo un gran desconocido para los tinerfeños y, por ende, de los miles de visitantes que acuden a la isla en busca de algo más que de sol. Ojalá los organismos relacionados con ese sector primordial en la economía canaria, se percaten de que aquí tienen un motivo de atracción e instrucción. Parece que la "fiebre" inicial ha dado paso  a un grave período de inactividad. Una muestra lo constituye la "guagua de los trajes", a la que parece habérsele acabado el combustible y permanece aparcada en las afueras del museo como símbolo de la inutilidad de los políticos.
7.2. La Casa de Carta: modelo de la arquitectura rural canaria
La Casa de Carta (Valle Guerra, La Laguna) debe su nombre a la familia de los Carta. Esta, en la primera mitad del siglo XVIII, compró el inmueble a los entonces dueños del Valle, la familia de los Guerra. Según todos los indicios, parece ser que las condiciones de la casa eran bastante lamentables, por lo que los compradores se vieron en la imperiosa necesidad de levantarla casi en su totalidad. Por ello, la arquitectura actual es el producto de los añadidos que se realizaron en aquel siglo y siguientes. Es esta la razón de que el proceso de construcción no puede ser delimitado de una forma clara.
Finalizaba la década de los setenta del actual siglo, cuando el Cabildo de Tenerife opta por la compra del edificio con la finalidad de convertirla en Museo. El arquitecto encargado de la restauración, Sebastián Matías, tuvo ante sí una ardua faena.
Al igual que ha ocurrido con magníficos ejemplos de arquitectura canaria (la casa de la Hacienda de La Gorvorana en Los Realejos puede ser otro significativo), los sucesivos añadidos, para acondicionarla como vivienda, acabó con enmascarar de tal manera el estilo original, que se convirtió, como en otros tantos casos, en una pequeña ciudadela en la que convivían varias familias.
Cuando antes aludía a la Casa de La Gorvorana, lo hacía porque en la misma ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Y el autor de este trabajo, que habitó en la misma durante veinte años, conviviendo con más medianeros de la finca de platanera, ha observado, tras otros veinte años de haberla abandonado, cómo el deterioro ha seguido en aumento, no solo por el lógico paso de los años, sino por los reiterados "remiendos" que se le han venido haciendo, con el fin de irla reconvirtiendo para usos bien diferentes.
El ímprobo trabajo (derribar infinidad de tabiques, falsas cubiertas, descubrir el primitivo patio..., con el asesoramiento inestimable de Adrián Alemán de Armas) dio, por fin, el fruto deseado: ese singular modelo de arquitectura canaria que te encuentras a la margen izquierda de la carretera, que desde Tacoronte nos conduce a Punta Hidalgo, pasando por Valle Guerra, Tejina y Bajamar.
Se plantearon varias alternativas, hasta que el Cabildo (26-marzo-1982) aprueba una moción del entonces consejero José Segura y la dedica a Museo Etnográfico.
El profesor Galván Tudela y un equipo de colaboradores –entre los que destaca Juan de la Cruz Rodríguez, uno de los verdaderos padres de la criatura, que mucho y bien aportó al presente trabajo, con una entrevista de la que pude extraer muchísimas conclusiones– se encargan de concretar el proyecto y comienza la labor de recopilación de los diferentes materiales que lo iban a conformar.
Pero el indudable acierto del Cabildo, que supo dar respuesta a la creciente demanda del pueblo sobre sus señas de identidad, esa contribución a la revitalización de la cultura tradicional, esa recreación de lo "nuestro" en esta nueva faceta cultural, no ha tenido la debida continuidad. Se creó el Museo y en él se recoge una muestra fehaciente de la cultura tradicional. Se estimó oportuno que las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo no se convirtieran en un fósil. Y a fe que se logró.
(Continuará)

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