miércoles, 5 de octubre de 2016

Conflictos en La Longuera

O en las aceras de la calle que lleva el mismo nombre. Asunto del que ya he comentado algo en el blog en diversas ocasiones. Pero en las anteriores hice referencia, fundamentalmente, a la excesiva ocupación del espacio público por mesas y sillas de los comercios de restauración de la zona. En la que viví hasta el otro día y de la que un poco conozco. No tanto como los ediles del grupo de gobierno que transitan aquellos lares sin que, al parecer, les cause molestia alguna el tener que ir sorteando mobiliario. Y nada digamos cuando debes llevar un carrito de bebés o para tu desgracia debes moverte en una silla de ruedas, como le pasó a un servidor hace dos meses. De los concejales de la oposición, por si alguien me lo reprocha, me consta el que han formulado preguntas al respecto, pero en mi pueblo, desgraciadamente, el Partido Popular se ahoga de éxito en la mayoría absoluta de la que goza y escasa atención presta a las propuestas de quienes también fueron elegidos en las mismas elecciones. Si este hecho está constatado a través de las sesiones plenarias, escaso crédito concedo a que los ciudadanos elevemos quejas en las redes sociales.
No obstante, ayer efectué un ruego en Facebook: “Pongan orden en el tema de las sillas en las aceras de la calle La Longuera o va a ocurrir un problema grave entre los que aparcamos y los usuarios de bares y restaurantes”. Aunque presumo de no tener una lista elevada de amigos en esta modernidad informática, considero que los que se asoman al muro se conducen por criterios ecuánimes. Los unos entendieron que el hecho puede ser debido al pasotismo municipal que no controla esta utilización. Indebida o no, lo ignoro. Me quiero imaginar que existirá un control del número y de los metros permitidos. Aunque el periodo de carencia establecido en las normas reguladoras, me temo que haya sobrepasado el periodo de tiempo estipulado. Y de no ser así, y estar abonando cada cual el canon pertinente, procede llevar a cabo los controles de rigor por parte de quien corresponda a fin de armonizar la convivencia. Concejales liberados sobran.
Otros se decantaron por el peligro que entraña un idéntico nivel de rasante entre calzada y acera. Por lo que comentaban que los vecinos que frecuentan las ‘terrazas’ se hallan en riesgo cuando los coches aparcan. Si el que se echa el cortado debe mover su silla para que mi fotingo realice la maniobra de estacionamiento, mucho debe estar fallando. Y si es un vecino responsable, la acción se realiza de común acuerdo entre las partes. Pero si el cliente del bar está bajo los efectos de la cafeína (mal menor) del leche y leche o del alcohol (mal mayor) del tercer o cuarto güisqui, ya se armó la pelotera. Y más de una he presenciado. Y una he vivido. Ayer mismo, por la mañana. Menos mal que debí darle compasión (por la muleta) al exaltado y a la que servía en la cafetería de marras, que si no salgo descalabrado del envite. Ambos, no solo me calificaron como les vino en gana sino que, para mayor recochineo, me invitaron a que denunciara el hecho en el ayuntamiento. ¿Tan protegidos están? ¿No se percatan de que si no tenemos donde parar nos vamos a San Jerónimo?
Todo porque uno debe maniobrar para sacar el auto del espacio acotado. Y si este es un poco largo, forzosamente tendrás que darle pa´lante y pa´tras varias veces hasta que salgas del atolladero. Digo yo que haré lo que todos. Y que procuramos hacerlo meridianamente bien para no rozar ni al que tienes por el frente ni por el culo. Y es ese trajín, cuidadito que no quedes a unos centímetros de sillas o mesas, porque te saltan al cuello. Eso sí, el respaldo del acomodo, cuando no la propia espalda del acomodado, tienen bula para rayarte la pintura o, y esto no es tan grave, para limpiarte la superficie de las puertas si no lo has llevado a lavar. Ustedes me entienden y no hace falta que me extienda en explicaciones.
Los gentiles interlocutores, casi enfrente del domicilio que una concejala actual del grupo de gobierno conoce a la perfección, no saben que tengo a disposición este medio. Y que en el edificio de la Avenida de Canarias me leen. Y que dentro del grupo de catorce concejales existe alguno que entiende a la perfección cuando una reivindicación es justa. Nada espero de aquellos a los que les ciega la ideología y obran en razón de la procedencia de la sugerencia. Y como estoy fichado.
Por la policía no fui. Los pobres bastante tienen con una plantilla bajo mínimos porque un ‘marrón’ les come el sueldo para dos o tres miembros más. Y como el jefe de seguridad y emergencias necesita dotación administrativa, pues otros cuantos que no hacen servicios en la calle. Si lo hubiera hecho, a buen seguro que me habrían atendido con diligencia. Donde hubo siempre queda. Pero como el asunto no fue a mayores, dejémoslo con esta advertencia a manera de post bloguero.
Sigan con esa permisividad. Cuando se fajen a la trompada limpia por un quítame allá esa silla, o ese coche, acudirán prestos a levantar el atestado o a imponer sanciones. Aquello de más vale prevenir, otra vez cae en el olvido. Y las flamantes zonas comerciales abiertas dejan de serlo. La culpa es, por supuesto, de Zapatero, que echó a los fumadores a la calle. Pon otro medio ahí.
Creo que el artículo se presta a comentarios. O a que lo compartan. ¿A qué esperan? Y que conste que la foto no es demasiado ilustrativa. Hasta mañana.

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