jueves, 20 de octubre de 2016

Te cuento

Hoy no he leído prensa. Y son ya las siete de la tarde. Como el oculista me dijo que reposara, eso he intentado hacer. Ni siquiera fui a la piscina esta mañana. Por lo que me dediqué a escuchar la radio. Y destaco una entrevista de Juan Carlos Castañeda a Basilio Valladares, director del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias.
Debo reconocer que a Castañeda lo conozco de vista, que se dice. Nos hemos saludado en un par de ocasiones, pero me gusta su estilo. Directo, socarrón e irónico cuando se tercia. No se anda con regates y mucho menos con toques cortos y al pie. Puede que si me hubiese dedicado a transitar por cualquier medio audiovisual, no me habría alejado demasiado de esa manera de proceder.
Me gustó el plan del entrevistado acerca de la corta visión de los políticos en temas de especial calado. Como la educación, verbigracia. Asunto que requiere un acuerdo que vaya más allá de los partidos y que posibilite un consenso muy a largo plazo. Porque las leyes no se pueden estar cambiando tras cada contienda electoral como el que permuta cromos en el patio de recreo. Y tratándose de un científico, de un investigador, encanta escuchar cómo aboga por la inmersión en áreas de humanidades, reflexión y pensamiento. Y aludió a la filosofía y a la historia. Como manera de estudio para no seguir cayendo en profundos errores de planteamiento. Porque esta dichosa tecnocracia no aprende de los tropiezos habidos y hace bueno lo de que somos los únicos animales que seguimos empeñados en desarmar las piedras del camino a base de trompicones.
Luego, antes de marcharme a otra sesión de la rehabilitación, tuve la infeliz ocurrencia de arrancar el ordenador –bien sabes que el móvil no es lo mío– y echar una visual a Facebook. Más que nada para comprobar si el enlace del blog funcionó correctamente. Pero me pudo la curiosidad y sigo estupefacto ante tanta diatriba de los que se dicen socialistas del PSOE. Y cada vez me convenzo más de que solo son unos arribistas, unos aprovechados, unos carotas de padre y muy señor mío. Hasta me caía bien el alcalde de la población granadina de Jun. Pero con este circo de la firmas (ojo, no estoy en contra del fondo, sino de las formas; las agrupaciones locales no son conscientes aún  de que al moribundo PSOE no le resta sino esos asideros) me ha llenado la cachimba.
Al diputado autonómico Sr. Matos le recomendaría que al menos por una vez vaya a la farmacia y adquiera unos miligramos de polvos de sensatez. Primero, porque está demostrando que en el Parlamento no se trabaja y por eso dispone de tanto tiempo para otros juegos por los que no le estamos pagando un sustancioso sueldo que ya bien quisiéramos, por ejemplo, los jubilados para atender muchas necesidades más perentorias que sus inútiles proclamas.
Segundo, porque no debería olvidar que sus legítimas aspiraciones orgánicas deben transcurrir por otras vericuetos en los que prime la prudencia, porque a muy pocos dirigirá en ese hipotético futuro al paso que va. Salvo que sus amigos virtuales lo aúpen a los altares.
Tercero, porque si el Sr. Cruz, repescado y enviado a Madrid para que siguiera subido al machito, actual secretario de la encantadora desorganización en la que se halla sumido el partido socialista canario, sigue metiendo la pata como siempre en cuanta declaración efectúe, denle cuatro cachetadas bien dadas acudiendo a los canales estatutarios pertinentes y no se dediquen a repartir idéntica medicina sin receta ni prescripción facultativa alguna.
Cuarto, que repase los excelentes resultados obtenidos cuando debió concurrir a unas elecciones y de los premios obtenidos tras el estrepitoso fracaso; algo que le vino bien a otro y que ahora también pulula por esquinas en las que buscan réditos a costa de lo que sea.
En las redes sociales se montan otros como los diputados nacionales Tamara Raya o Chano Franquis. Y cuando siempre se destacan por la utilización de subterfugios ante las preguntas de los periodistas (usted pregunte lo que quiera que yo le contestaré lo que me da la gana), en esta ocasión de aguas revueltas, nadan con un desparpajo digno de encomio. Se les ha encendido a todos la bombilla y demuestran una inusual lucidez. Ahora, cuando la mierda les llega al cuello. A los unos y a los otros. Qué ejército. Ya no es necesario un popular para el y tú más. Se abrió la veda.
Ya no son un esperpento. El PSOE se parece mucho más a una cloaca putrefacta que a una formación política. Se han cargado toda una historia plagada de avatares y controversias, pero que jamás había alcanzado este grado de guerra de guerrillas. Cuánta cortedad. La irracionalidad se ha apoderado de estos energúmenos. Cuánto daño.
Y dentro de la vorágine, lo mismo les da por rebatirme. Para que me baje definitivamente del carro. Y pensar que convine con Paco Pomares como miembros del comité regional –lo pongo de manifiesto por coincidencia de juicios en recientes artículos de opinión– en épocas en las se discutía, se refutaba y hasta nos tirábamos los trastos a la cabeza (sentido metafórico) en maratonianas jornadas de fin de semana. Pero ya nada es igual. Ni el beneficio de la duda se concede a las llamadas a la sensatez por parte de quienes aportamos esfuerzo, tesón, voluntad e ilusión en la construcción del edificio tras la muerte de otro llamado Paco.
Hoy voy a terminar mal. Pues como estos lumbreras han perdido toda capacidad de actuación regida por principios de equidad, rectitud e integridad, me da la impresión de que solo van a entenderme si los mando directamente para el carajo. Los que no dan más de sí, dan más de no. Voy a descansar.

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