jueves, 1 de diciembre de 2016

Dietas

En el escaso tiempo que ostenté el cargo de alcalde en la Villa de Los Realejos tuve que realizar algún viaje a Madrid. Bien a firmar créditos con el entonces denominado Banco de Crédito Local de España (para financiar, fundamentalmente, las aportaciones municipales en los planes de inversión que posibilitaron la mejora notable de infraestructuras de todo tipo), bien a concretar la construcción del actual Centro de Formación Ocupacional, sito en Los Cuartos, y que había gestionado Santiago Luis con el antiguo INEM. De colegios, electrificaciones, dotación de agua potable, nuevo ayuntamiento, locales sociales y otras menudencias hablaremos en otra ocasión. Así como del registro de bienes que cada uno de nosotros depositó al buen recaudo del secretario cuando se constituyeron las corporaciones. Treinta años más tarde, muchos consistorios siguen ocultando aspectos a pesar de Internet y otros avances. Y otros que disponen de página oficial (web), no tienen operativos los enlaces tipo pinche aquí. Bueno, pinchar sí puedes, pero espera sentado.
Cuando este que suscribe las líneas que lees, retornaba al pueblo (mi mujer iba a buscarme a Los Rodeos y en una de las ocasiones tuve que pagar una multa de 4000 pesetas –de mi bolsillo, qué te creías– porque salió tarde de casa (La Longuera, 5) y el Fiat 128 corrió a un poco más de 100 km/h; salió el coche precioso en la foto, tú) y lo primero que hacía al llegar al edificio de la Plaza La Unión (antes de los enamorados, ahora no sé) era pasar por Intervención a dejarle a Petri recibos de taxis, de las comidas, facturas del alojamiento y demás. Hasta en cierta ocasión, unas pesetas que me habían sobrado. Éramos así. Y poco he debido cambiar.
Con tales antecedentes, sorpresa me causó que en el ayuntamiento de Puerto de la Cruz sea ahora, 2016, y a través de una propuesta de la Asamblea Ciudadana Portuense, cuando los ediles pasan a tener la obligatoriedad de justificar sus dietas. Es decir que de aquí para detrás si un concejal, o el alcalde, se iba de viaje y se quedaba en casa de un amigo o familiar, por ejemplo, se ‘mamaba’ las perras y tan contentos que los impuestos dan para eso y para más. Y en la época de un servidor lo mismo se hacía un viaje anual, pero en la actualidad es raro que no haya varios en un mes. Ya que estoy, déjame pensar mal, porque se me acaba de ocurrir que mi alcalde, que está más fuera que dentro resolviendo asuntos de su formación política, lo mismo cobra, aparte del generoso sueldo, dietas de traslado y manutención, cuando no de hospedaje. ¿No habrá fotos?
Y todo esto debo entroncarlo con las medidas del Ministerio de Hacienda, que debe aumentar la recaudación en 8.000 millones de euros (te juro que me mareo), pues debemos bajar el déficit hasta el 3,1% del PIB, no sea que Europa (puedes leer Merkel, si te apetece) nos deleite con sonora cachetada. Y entre ellas, amén de subir determinados impuestos (o es que piensas que el dinero baja con la lluvia al estilo del maná bíblico), se enfatiza en la reforma de las administraciones públicas a través de las nuevas tecnologías, control del empleo y racionalización estructural del sector público. Aparte de bajar hasta 1000 euros el tope máximo para pagar en efectivo. Lo que me va a traer a mal vivir estos próximos años para poner en circulación los dos sacos que tengo en casa con billetes de quinientos. Fruto de lo que obtuve en negocios turbios, calderilla por debajo de la mesa y porcentajes de las adjudicaciones de las obras. Y como no me dio tiempo sino de comprar cuatro apartamentos en el Sur, ahí quedó ese resto.
Pero me llama la atención que a nadie se le haya ocurrido poner coto a ese enorme tinglado que constituyen liberados, cargos de confianza, asesores, enchufados, colocados, disimulados, pegados, adheridos y chupópteros diversos. Porque, y ciñámonos al caso particular canario, 88 ayuntamientos, siete cabildos, parlamento, gobierno regional, empresas públicas, mancomunidades, consorcios y toda una pléyade de inventos y chiringuitos, deben sumar una pasta gansa. Vamos, que a lo peor ni siquiera lo saben a ciencia cierta. Pues, señores, eso no se toca, es sagrado. Si te quedas sin bombillo en la calle, mejor, así nadie te ve si haces cosas feas. Es lo que hay. Ellos sostienen que son acreedores a una retribución digna, en consonancia con el rango ostentado. A ti y a mí, ni categoría, ni condición, ni importancia, ni nivel. Y sin dietas.
Arrancamos diciembre. Me han soplado que a pesar de los esfuerzos de Carlos Alonso, las colas siguen. Se han aliviado algo en Tacoronte, El Sauzal, La Victoria, La Orotava, Icod de los Vinos y Garachico. Qué suerte.

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