Uno, no muy seguidor de los fuegos de artificio, debe
mostrarse lo más objetivo posible y reconocer que los detalles aportados –según
allí se comentó– por la Pirotecnia Hermanos Toste pusieron el contrapunto
adecuado. Y como es, prácticamente, el único acto al que acudo en los mentados
festejos, observo con enorme satisfacción que el Casino sigue poniendo el
listón muy alto, algo de lo que me congratulo, pues son muchos los amigos que
figuran en su Junta Directiva, desde su presidente, Alfonso Fernández Molina,
hasta su vicepresidente de Relaciones Institucionales, José Domingo Hernández
Grillo. Y Jerónimo David Álvarez García al tanto de que todo estuviera en
orden. Si el resto se me enfada por no mentarlos… No creo. Intenté saludar a
todo el que pude.
Una breve disertación de bienvenida, a cargo del señor
presidente, dio paso a la introducción musical de la artista Yanira Martín. A
la que hemos tenido oportunidad de escuchar en varias ocasiones y desde hace
muchos años. Y mejora con el tiempo, como los buenos vinos de los cordones
trenzados de estos lares. ¿O no es así, amigo Julio? Me da que toca lo que le
echen, que decimos en conversas informales. Principió con Nube de hielo, de
Benito Cabrera. Y, ¡ay!, ¿qué sonará mejor, el timple o el arpa paraguaya?
Dejemos el dilema. No nos abonemos a semejantes disquisiciones y prosigamos con
Agustín Lara (Solamente una vez), Leonard Cohen (Hallelujah), Francesco Sartori
(Funiculí, funiculá), Pedro Elías Gutiérrez (Alma Llanera) para concluir –qué
remate–con un popurrí de aires canarios. Los pelos como tachas, qué quieres que
te diga.
Al compañero Mingo –cuánta confianza– le correspondió glosar
la figura del mantenedor. Dio lectura a su amplio currículum, humano,
profesional y político, para, sin más, invitarlo a subir a la tribuna.
Y fue ese mantenedor el amigo, compañero, maestro (y más)
Salvador García. Quien, en una excelentemente bien trenzada disertación, con exquisita
prosa y mejor empaque (hasta el incidente del agua tuvo muy buena acogida por
el respetable), realizó un amplio recorrido por diferentes hitos y personajes
de nuestro municipio. Supo poner en valor el legado histórico de la Villa y las
altas cotas culturales que se desparraman por paisajes y parajes de un pueblo
que, desde cumbre a mar, ha ido pergeñando a través de los tiempos un destacadísimo
crisol en el que se funden disciplinas y valores de muy diversa casuística.
Desde la descripción de nuestro escudo, consecuencia de la
fusión en 1955, hasta la curiosa reseña de lo que ocurrió tal día como hoy. Desde
Viera hasta Antonio González. Desde Antonio Reyes a Gonzalo Siverio. Desde Los
Huaracheros hasta El Chirato y Tigaray. Desde el Padre Siverio a Antonio Abdo. Y
muy presente, asimismo, la Canción a Mayo, con letra de Roberto Gil y Sergio
González, que musicada por Samuel Fumero, se escucha por cada rincón del
municipio cuando el denominado mes de las flores hace acto de presencia: Mayo, colorea una cruz, la pólvora que el noble
pique iluminó, baja el ganado a reencontrar a su patrón, baila el Realejo en
romería, es tradición.
Emotivo el momento en que hizo referencia a Milagros
Palmero, compañera que fue en el Preuniversitario, rama de Letras, cursado en
el Colegio San Agustín, con remembranzas de avatares académicos, en los que ya
descollaba su inquietud y afán de servicio social. Humilde, inteligente,
siempre amable, atenta y servicial. Amén del transporte desde la Plaza del
Charco portuense en el micro de don Jaime.
Reseñas deportivas, pinceladas de Pedro García Cabrera y
Luis Álvarez Cruz, evocaciones de actos festivos (baile de magos, romería,
festival de las islas…) constituyeron los hilos con los que bordó esa
entrañable prenda que aglutinó cultura,
leyenda, tradición y porvenir. Gracias, maestro.
Pusieron el broche Javier Jonás (barítono) y Cristina
Farráis (mezzosoprano), pareja, según sus propias palabras, de hecho y de
derecho. Me imagino cómo rezuman música las paredes de su domicilio. Las
humedades, de haberlas, deberán emitir acordes que disipan inconvenientes. En
un mano a mano sin tregua fueron intercalándose envites: Parla più piano (él),
Never enough (ella), Dulce melodrama (él), Carmen (ella) y qué colofón con el célebre
O sole mío.
¡Ah!, que me olvidaba de Alba Grillo, periodista de
Radiotelevisión Canaria, que fue la presentadora del evento. Demostró
profesionalidad en el cometido. Las tablas televisivas quedaron bien plasmadas.
Más talento realejero. El apellido, como el algodón, no engaña.
Este cronista improvisado demanda benevolencia por las mal
hilvanadas líneas y espera que las del próximo año sean bordadas con más
fundamento.
En la próxima, y no me queda más remedio, debo volver a mis
orígenes. Porque la Casa de La Gorvorana –mi casa– me pidió a gritos esa misma
noche de la Fiesta de Arte, cuando columbré a medio Consistorio entre el
público, que no olvidara mi espíritu reivindicativo, que no sigan las ruinas
adueñándose de su historia. Luego soñé con plataneras, idas y venidas a
higueras u otros frutales, coger las hojas en el moral para que los bichos de
seda cumplieran el ciclo y cargar rolos para las vacas del abuelo. Me desperté
llorando. Sentimental que es uno. Lo contrario de la insensibilidad que
muestran los cargos públicos que deberían velar por su mantenimiento, porque,
no lo olvidemos, ahora es patrimonio municipal. Hasta el martes. Les espero
porque necesito que compartan deseos y anhelos.
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