Un servidor no está enfadado. Lo siguiente. Es muy duro que
se conozca este trágico acontecimiento –¿cómo quieres que lo califique si allí
nací y viví entre aquellas paredes varias décadas?– y la Villa de Viera –otro
gran olvidado en el pueblo que vio la luz por primera vez– no diga ni mu. Me
duele más aún que en el barrio de Toscal-Longuera, amalgama y confluencia de
aquellos originarios núcleos poblacionales, el asunto haya pasado casi
completamente desapercibido. Vamos, que a sus habitantes les importa un carajo
que la casa se venga abajo o que le peguen fuego. Ya lo intentaron y menos mal
que Chencho (otro viejo amigo del elenco de moradores) estuvo al loro y pudo
controlar la penosa situación.
Décadas atrás, cuando uno transitaba plácidamente por los
años de juventud, eran el fútbol y los toros los desahogos patrios. Amén de
otras nimiedades en aquella España de penurias y censuras. Hemos progresado.
Avanzamos en derechos y nos codeamos con democracias europeas. Pero seguimos
inmersos en atávicos comportamientos. Y cambian los entretenimientos, que no
las actitudes. Y Los Realejos parece querer llevarse la palma. Ahora nos dan
fiestas. Somos el pueblo que se enorgullece de tener la mayor cantidad de ellas
en toda la nación. Eso dicen. Y de ello se jactan. Y nosotros, los de abajo,
los mandados, los que vamos cada cuatro años a depositar una papeleta para que
no nos falte la ración diaria de embobecimiento, brincamos felices por el
jolgorio que nos brindan.
Sí, es que dos millones no dan para nada (el 25% del
montante total, que no es moco de pavo) manifestó Adolfo (con la aquiescencia
de Noelia, José David, Moisés Darío, Benito, Alexis, Domingo, Josué, Luz Pilar,
Aránsazu –yo tenía entendido que iban las dos con zeta, pero como así figura en
la web oficial, ahí lo dejo–, Isabel, Macarena, Carolina, Natalia y Samuel)
cuando tuvo que renunciar a la subvención. Y añadió, para mayor recochineo, que
ahora se acogerán en otra convocatoria para pedir más. ¿Y el pueblo?
Aplaudiendo con las orejas. Y cada ovación, cada palmada, cada gracia compartida
significa fuerte cachetada a los que fuimos sus inquilinos.
Es probable que el organismo concesionario, en el hipotético
caso de dilucidar si es acreedor nuestro ayuntamiento a una nueva solicitud con
petición expresa de más dinero, le recuerde la renuncia anterior y le espete si
va de sobrado. Porque si “devuelves” dos millones, será que el cochinito
(vocablo preferido de Domínguez) está rebosando. O, quizás, le sugiera vaya a
otro médico, pues si tú mismo te diste un tiro en el pie, no pretenderás ahora
que yo te remiende el desaguisado.
Lo del tiro en el pie es algo que cualquier neurona normal
pensaría ante una situación como la que describimos. Pero, insisto, en mi pueblo
ya no te puedes regir por criterios de ecuanimidad, de sentido común. Y a los
hechos me remito. Desde 2011 se han afincado en estos predios unos gestores que
son cuentistas en grado superlativo. Venden como aconteceres positivos hasta
este de La Gorvorana, que, en condiciones de sensatez y cordura, avergonzaría
al más pintado. Y los volvemos a premiar plausiblemente.
Ustedes, estimados lectores, podrán preguntarme, y con toda
la razón del mundo, acerca de si los ediles de la oposición se han revuelto en
sus asientos consistoriales cuando tuvieron conocimiento de la pérdida
millonaria. Si utilizaron todos los mecanismos a su alcance para que los
realejeros alcanzaran a ver el enorme perjuicio al ya deteriorado patrimonio.
Con al menos tres concejales en cuyas áreas se engloban competencias en esta
área (que no “este área”), sin que cumplan, ninguno de ellos, los cometidos
previstos. Para aquello que a la vista está no se requieren espejuelos con
mayores graduaciones.
Algo he oído al grupo socialista. Muy poco. Como queriendo
pasar de puntillas, sin hacer mucho ruido. Sigue siendo más importante la foto
en los eventos de rigor. Yo así no lo entiendo, pero nadie soy para inmiscuirme
en terrenos ajenos. Aunque las opiniones son libres y, en consecuencia, declaro,
urbi et orbi (y motu proprio), que hacer oposición va más allá de los ruegos,
preguntas y mociones en las sesiones plenarias. Del único concejal de Coalición
Canaria, ninguna noticia. Parece no preocuparle a esta formación política que
el caudal de votos alcanzado en épocas pretéritas se haya trasvasado a las
filas populares. Ni siquiera el haber tocado poder en Cabildo y Gobierno de
Canarias les ha insuflado los ánimos suficientes para recuperar viejos
laureles. En resumen, entre los unos y los otros, cada vez lo tiene más a huevo
la hueste popular.
[finalizamos pasado mañana]
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