martes, 28 de mayo de 2024

Un tiro en el pie (1)

Si viviéramos en un pueblo normal –que cada cual lo coja por donde estime conveniente– el hecho de haber renunciado a una subvención de 1.890.645,50 euros significaría la muerte política del partido que cometió tal desaguisado. Es lo que ha hecho el Partido Popular en la Histórica Villa de Los Realejos. Que a partir de ese mismo instante, seguramente, ha dejado de ser tan histórica. Porque si hay una edificación cargada de trayectoria vital, esa es la Casa de La Gorvorana. Para la que existe, al parecer, un proyecto de rehabilitación que ronda los ocho millones de euros. Fotografías y recortes de prensa, amén de notas en el sitio oficial de la institución municipal, a porrillo. Bueno, reconozcamos que es el ejercicio habitual de este grupo de gobierno, tan dado a vendernos humo en frascos pequeños. Como los perfumes. Lo malo es que en el caso que nos atañe, se despide un tufo que te tumba.

Un servidor no está enfadado. Lo siguiente. Es muy duro que se conozca este trágico acontecimiento –¿cómo quieres que lo califique si allí nací y viví entre aquellas paredes varias décadas?– y la Villa de Viera –otro gran olvidado en el pueblo que vio la luz por primera vez– no diga ni mu. Me duele más aún que en el barrio de Toscal-Longuera, amalgama y confluencia de aquellos originarios núcleos poblacionales, el asunto haya pasado casi completamente desapercibido. Vamos, que a sus habitantes les importa un carajo que la casa se venga abajo o que le peguen fuego. Ya lo intentaron y menos mal que Chencho (otro viejo amigo del elenco de moradores) estuvo al loro y pudo controlar la penosa situación.

Décadas atrás, cuando uno transitaba plácidamente por los años de juventud, eran el fútbol y los toros los desahogos patrios. Amén de otras nimiedades en aquella España de penurias y censuras. Hemos progresado. Avanzamos en derechos y nos codeamos con democracias europeas. Pero seguimos inmersos en atávicos comportamientos. Y cambian los entretenimientos, que no las actitudes. Y Los Realejos parece querer llevarse la palma. Ahora nos dan fiestas. Somos el pueblo que se enorgullece de tener la mayor cantidad de ellas en toda la nación. Eso dicen. Y de ello se jactan. Y nosotros, los de abajo, los mandados, los que vamos cada cuatro años a depositar una papeleta para que no nos falte la ración diaria de embobecimiento, brincamos felices por el jolgorio que nos brindan.

Sí, es que dos millones no dan para nada (el 25% del montante total, que no es moco de pavo) manifestó Adolfo (con la aquiescencia de Noelia, José David, Moisés Darío, Benito, Alexis, Domingo, Josué, Luz Pilar, Aránsazu –yo tenía entendido que iban las dos con zeta, pero como así figura en la web oficial, ahí lo dejo–, Isabel, Macarena, Carolina, Natalia y Samuel) cuando tuvo que renunciar a la subvención. Y añadió, para mayor recochineo, que ahora se acogerán en otra convocatoria para pedir más. ¿Y el pueblo? Aplaudiendo con las orejas. Y cada ovación, cada palmada, cada gracia compartida significa fuerte cachetada a los que fuimos sus inquilinos.

Es probable que el organismo concesionario, en el hipotético caso de dilucidar si es acreedor nuestro ayuntamiento a una nueva solicitud con petición expresa de más dinero, le recuerde la renuncia anterior y le espete si va de sobrado. Porque si “devuelves” dos millones, será que el cochinito (vocablo preferido de Domínguez) está rebosando. O, quizás, le sugiera vaya a otro médico, pues si tú mismo te diste un tiro en el pie, no pretenderás ahora que yo te remiende el desaguisado.

Lo del tiro en el pie es algo que cualquier neurona normal pensaría ante una situación como la que describimos. Pero, insisto, en mi pueblo ya no te puedes regir por criterios de ecuanimidad, de sentido común. Y a los hechos me remito. Desde 2011 se han afincado en estos predios unos gestores que son cuentistas en grado superlativo. Venden como aconteceres positivos hasta este de La Gorvorana, que, en condiciones de sensatez y cordura, avergonzaría al más pintado. Y los volvemos a premiar plausiblemente.

Ustedes, estimados lectores, podrán preguntarme, y con toda la razón del mundo, acerca de si los ediles de la oposición se han revuelto en sus asientos consistoriales cuando tuvieron conocimiento de la pérdida millonaria. Si utilizaron todos los mecanismos a su alcance para que los realejeros alcanzaran a ver el enorme perjuicio al ya deteriorado patrimonio. Con al menos tres concejales en cuyas áreas se engloban competencias en esta área (que no “este área”), sin que cumplan, ninguno de ellos, los cometidos previstos. Para aquello que a la vista está no se requieren espejuelos con mayores graduaciones.

Algo he oído al grupo socialista. Muy poco. Como queriendo pasar de puntillas, sin hacer mucho ruido. Sigue siendo más importante la foto en los eventos de rigor. Yo así no lo entiendo, pero nadie soy para inmiscuirme en terrenos ajenos. Aunque las opiniones son libres y, en consecuencia, declaro, urbi et orbi (y motu proprio), que hacer oposición va más allá de los ruegos, preguntas y mociones en las sesiones plenarias. Del único concejal de Coalición Canaria, ninguna noticia. Parece no preocuparle a esta formación política que el caudal de votos alcanzado en épocas pretéritas se haya trasvasado a las filas populares. Ni siquiera el haber tocado poder en Cabildo y Gobierno de Canarias les ha insuflado los ánimos suficientes para recuperar viejos laureles. En resumen, entre los unos y los otros, cada vez lo tiene más a huevo la hueste popular.

[finalizamos pasado mañana]

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