miércoles, 22 de mayo de 2024

Sobretodo

Pon cuidado al escribir, / ya que falla mucha gente: / SOBRETODO es solamente / una prenda de vestir. / Por ello quiero pedir / a gentes de relevancia, / que es de vital importancia / ─SOBRE TODO si presumes─ / que a las normas tú te sumes / o pecarás de ignorancia.

El primero en equivocarse: yo. Meter la pata es síntoma de actividad. Y el que tiene boca… Pero, claro, estimado lector, que lo hagamos nosotros (tú y yo, en confianza) no tiene la más mínima repercusión. Máxime, en mi particular caso, cuando apenas se alongan a Pepillo y Juanillo los cuatro incondicionales de siempre. A los que reconozco, faltaría más, ese gesto en grado infinito.

Pero si son los responsables de una institución o de una empresa pública quienes se empeñan en darle patadas al diccionario, malo. Y si de un medio de comunicación se tratase, peor. Porque en el sueldo, que les pagamos todos los contribuyentes, van incluidos no solo el fondo sino también las formas. Como menté lo del diccionario, ni hace falta que lo tengas al lado en el escritorio. Lo tienes al alcance de un clic.

No creo sea muy difícil el comprender que en el 99,99% de los casos deberemos escribir SOBRE TODO (separado), porque cuando se trata de una prenda, y de uso poco frecuente –al menos aquí en Canarias–, la casuística disminuye hasta un ínfimo porcentaje. Que tenemos eterna primavera.

Ya que citamos anteriormente las instituciones, no acabo de entender muy bien el para qué se necesitan tantos asesores si luego observas cómo se expresan, tanto oral como por escrito, aquellos a los que, supuestamente, deben orientar y lo mismo se te baja la moral a la altura de los tobillos.

Que ocurran estos hechos lamentables y después te cuenten que no hay dinero para el atendimiento de necesidades urgentes, no es plato de buen gusto. Y uno que dedicó gran parte de su vida a intentar enderezar rumbos lingüísticos, sufre con estos deslices tanto como si le dieran dos patadas en ciertas partes. Y establece la comparación –siempre odiosa– del montante anual de su pensión (tras muchas décadas quemando pestañas) con los 54.986,52 euros (sin seguridad social ni antigüedad) que puede percibir cualquier enchufada en la cosa pública para asesorar vete tú a saber de qué… Cuando es un mérito el haber sido “concejar” de pueblo, poco más que añadir.

No debe uno desaprovechar la ocasión –ya que estamos, decía cierto allegado– para incidir (sé que me van a tildar de machacón y repetitivo) en las particularidades de las otras dos ilustraciones. Que vienen a ser avanzadillas de las múltiples muletillas y clichés que proliferan en el periodismo: cualquier palabra con el prefijo súper, ídem con el sufijo gate, o sea, ok, no es que lo diga yo, ¿me entiendes?, ¿me explico?, mmm, ehhh, ahhh, vale, a ver, entonces, pero no me hagas mucho caso…

Puede uno vivir perfectamente, y expresarse con soltura, sin necesidad de recurrir al difícil de pronunciar proprio. Claro, así se comete el pecado de utilizar propio (y si le antepones una linda preposición, más delito aún) y se queda el interfecto tan ancho. Y con estos bueyes…

El desconcierto ya es total y absoluto cuando en un comunicado te tropiezas con “tod@s”. Me causa tanta desazón como vislumbrar las rejas en el baile de magos. Sí esas que protegen de los actos vandálicos de los que forman parte del mogollón. Sí, aquellos que contribuyen al éxito numérico del evento. Porque ya saben ustedes que los laureles festivos de mi pueblo guardan relación directa con guarismos, dígitos, exponentes, bases, derivadas e integrales. Manda aquello y parte del otro.

Bueno, estimados, hasta más ver. Y calando señas. Y jugando pa´l pie. Y me arrastra, el condenado. Achíquese, hombre. Pégaselo, compañero.

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